Si pudiéramos recorrer una representación visual de la historia completa de México, entre muchos segmentos llamativos de esta línea del tiempo, habría uno que seguramente atraería nuestra atención por sus colores y formas. Y cuando nos acercásemos a ver de qué se trata, encontraríamos un nombre familiar: Rufino Tamayo.
La mente colectiva de México, y más aún su visualización, no sería la misma de no haber existido Rufino del Carmen Arellanes Tamayo (1899-1991). El eco que dejaron sus colores, comenzando por sus azules, así como sus trazos y seres, quedarían, y sin duda se mantendrán, impresos en la memoria gráfica de este país.
Nacido en Oaxaca de Juárez, y por lo tanto uno de los miembros más destacados de ese notable linaje oaxaqueño que tan generoso ha sido con el arte, Tamayo además nos legó “una especie de declaración de principios” que, resumida en siete recomendaciones puntuales, bien podría considerarse como un hermoso racimo de consejos para jóvenes artistas –lo cual viene hoy de maravilla, en tiempos en los que el arte parece más confundido y más pretencioso que nunca–.
Estas recomendaciones surgieron a partir de una conversación que Tamayo sostuvo con en el escritor Victor Alba, y que más tarde el propio maestro oaxaqueño retomaría para escribirlas. Así, estas aparecen en la compilación Textos de Rufino Tamayo, de Raquel Tibol (cuya primera edición fue de la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1987).
A continuación te compartimos los siete consejos de Rufino Tamayo, quien por cierto, al comienzo del texto donde estos se incluyen, advierte:
Mi verdadero, mi único lenguaje está hecho de formas. De las palabras he prescindido lo más posible quizá por que jamás logré expresarme a través de ellas con la eficacia y la sinceridad de mis pinturas.
1. Partir de la idea de que la pintura es un vehículo propio, personal, de expresión, independientemente de que sea buena o mala.
2. Trabajar con humildad, es decir, tener el orgullo de soportar el aislamiento, el silencio, la soledad y sobretodo la dureza del trabajo y las privaciones.
3. Pintar no para vivir, sino por que se tiene necesidad de hacerlo.
4. No tener prisa.
5. Ser ciego para los obstáculos que colocan en el camino la envidia y la rivalidad.
6. Preguntarse de una vez por todas ¿qué es la pintura? y estar seguros de la respuesta. Cuando se tiene ya no existen problemas ni peligro de seguir por caminos torcidos. Anteponer los problemas plásticos a todos los demás.
7. No descartar la existencia de otros problemas, ya que puede haber otros valores además de los plásticos. No hay que desdeñarlos ni ignorarlos, pero mucho menos hay que anteponerlos.
* Imagen principal: fragmento de La gran galaxia (1978)