Desde el nodo para las rutas comerciales que conectaban a Guerrero, el valle de México y las tierras bajas en el Golfo de México hasta la zona arqueológica que yace en el valle de Morelos, Chalcatzingo han logrado prevalecer en la historia desde hace más de 3 mil años a.C. Desde entonces, esta zona ha rendido un homenaje a su nombre, el cual quiere decir "el lugar más preciado", "lugar venerado de agua sagrada" o "los jades preciosos".
El lugar yace al pie de los cerros Chalcatzingo y el Delgado, dando a luz un manantial que proveía a la población de influencia olmeca. A pesar del paso de los milenios, el estilo decorativo de las estructuras arquitectónicas posee cierto esplendor que impacta y enamora a cualquiera que visita el lugar.
Desde el siglo XV a.C., el pueblo de Chalcatzingo comenzó a producir obras artísticas y arquitectónicas de influencia olmeca. De hecho, la alfarería se convirtió en una de las principales ramas artesanales del lugar; y entre las obras que más destacaron de la zona fueron las miniaturas de los cuexcomates o graneros para maíz.
Esta artesanía es realmente un modelo pequeño del original, en el cual se sigue almacenando el grano de maíz en la región Oriente. Con un acabado perfecto, estos graneros son la representación de una época en que las deidades de la naturaleza tenían el poder de cuidar y preservar el grano de maíz en un depósito sagrado.
La originalidad de la técnica y los materiales han convertido a esta artesanía en un símbolo de cuidado, en donde el ixtle y la piedra de cantera llevan un proceso cuidadosamente preciado. Primero se forja una estructura ovalada con tres secciones: la primera es la base circular construida con cantos rodados; la segunda, con una base circular en donde se deposita el grano, cuenta con una entrada superior y otra muy pequeña para permitir la extracción del producto; la tercera es el techo en forma de cono y trazado con morillos, varas y zacate.
Si bien últimamente ha habido escasez del material, el Instituto Nacional de Antropología e Historia se han encargado de continuar elaborando estas piezas que representan la historia de una prehistoria mexicana. No se trata sólo de una decoración, si no de un símbolo de identidad con el que se brinda vida a los artesanos y a la cultura de hace más de 3 mil años.