El español es la lengua mexicana. Y también de muchos otros lados. Sin duda esto nos une de forma indeleble con múltiples tradiciones realmente hermosas. Cada una de ellas influye —a través de esta conexión— en nuestras formas de hablar, de ser y de construir el mundo.
Al mismo tiempo, nuestros "españoles" nos distinguen porque las particularidades son muchas y son vitales: desde la entonación, hasta la incorporación de regionalismos; palabras endémicas que nos ligan también a la inmensa diversidad cultural y —claro— lingüística de nuestras respectivas tierras.
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En ese sentido, el español de México se merecía un diccionario; un vehículo linguístico para reafirmar la identidad mexicana más allá del español del reino de Castilla. Y lo tiene: fue ensamblado por el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios del COLMEX y agrupa y describe el vocabulario que se usa en esta tierra desde 1921 (a 100 años de que terminara la Independencia) con investigaciones que han estado activas desde 1973.
Según el Colegio de México el diccionario está hecho con criterios “exclusivamente lingüísticos”, pero, francamente —aunque el proyecto nos encanta— pondremos esto en cuestión. Y es que además de definiciones bien encuadradas en eso que sus creadores llaman "realidad mexicana", hay descripciones que rayan casi en lo literario y que apelan a lo mexicano de forma deliciosamente creativa. De entre todos los diccionarios este nos representa mejor.
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Y es que el español mexicano suena a nosotros; aunque es difícil saber si fue la lengua la que nos regaló tantas peculiaridades o si somos nosotros los que la volvimos tan especial. Lo que es clarísimo es que esta no es ya "signo de la conquista"; en todo caso, el español mexicano es nuestra respuesta a pasadas imposiciones, es nuestra "apropiación cultural". Y nos fascina, porque se dice con ganas, suena rico y sabe mejor.