Estas finas esculturas de cerámica cierran el círculo de la representación. De la tierra nace el maíz y con el barro se fija, eternamente, en una figura que captura una escena profundamente mexicana.
Son tan geniales como fantásticas; despiertan los sentidos. Estas piezas fueron hechas por Mónica A. Barajas (49 años) con barro pintado del taller familiar “Arzolike Barro Urbano”. Este taller está conformado por un equipo de personas que se dedica a diseñar y producir objetos de barro. Fusionan técnicas ancestrales y contemporáneas con la intención de hacer homenaje a la cultura popular. Según explican:
Trabajamos con barro y arcillas de baja y alta temperatura, decorando las piezas con técnicas prehispánicas como el engobe (pinturas de arcilla y óxidos minerales) y el bruñido o pulido, que consiste en frotar la pieza con cuarzo para cerrar el poro y obtener brillo natural. Utilizamos también materiales cerámicos libres de plomo y algunos productos los combinamos con fibras naturales, alpaca y papel.
Estas pequeñas esculturas de cerámica despiertan reminiscencias inesperadas. Estas representaciones nos recuerdan el origen del cuerpo mexicano y las aspiraciones del mito a lo largo de la historia. Se dice que, para muchas culturas mesoamericanas, el humano provino del maíz, como la sustancia prima de la carne, la piel y los sentidos. Sin embargo, con la llegada del cristianismo se empieza a incorporar la noción de que, en realidad, estamos hechos de barro. Pero incluso bajo esta nueva acepción, no se descarta la importancia del maíz. Como explica Noemí Cruz Cortés:
el maíz transforma a los hombres de barro en hombres verdaderos, les da el entendimiento, la existencia y la vida, pues como dicen los otomís: el maíz vivo pertenece a los hombres actuales porque son los hombres vivos.
Así, estas esculturas de cerámica de pronto encarnan los visones de origen en una misma figura, que alimenta, desde imágenes cotidianas, a los elementos más básicos y sutiles de nuestra existencia.
Quizá te pueda interesar: