Sego (también llamado Ovbal), grafitero mexicano, afirma que sus piezas no están hablando de política. Aunque sería difícil negar que intervenir en el espacio público siempre implica administrarlo y, por supuesto, modificar el día a día de las comunidades que lo utilizan. ¿Y esto no es lo que hacen, al fin y al cabo, los políticos? Claro que la obra de este artista urbano es mucho más sutil, amable y, sin duda, fantástica que la política.
Filtrando a las paredes de México (y otras partes) del mundo sus criaturas extrañas y monumentales, Sego está cambiando las calles y también a quienes las habitan. Pero no es tan raro, el joven artista vivió desde muy pequeño en la costa de Oaxaca, tierra bien conocida por impulsar el neomuralismo.
Esta corriente de arte callejero imita hasta cierto punto las intenciones del muralismo mexicano de principios del siglo XX, que buscaba consolidar una identidad nacional donde cupieran todas las voces del pueblo, los revolucionarios, intelectuales y las comunidades indígenas. Hay diversos colectivos y grafiteros mexicanos que lo practican; retomando símbolos indígenas, personajes de antiguas mitologías y también a héroes contemporáneos como Emiliano Zapata.
Pero para Sego no se trata solo de eso. Dice que la gente está cansada de la política y él prefiere atravesar la calle con creaciones que retoman otro lado de Oaxaca: su increíble naturaleza y un delicioso halo de surrealismo. Así, lo que genera es mucho más abstracto: personajes imaginarios inspirados en la hermosa fauna oaxaqueña, llenos de colores y texturas que, curiosamente, también recuerdan a las creaciones artísticas y artesanales del estado.
En ese sentido, hay una dimensión espiritual deliciosamente ligada a la obra de Sego; tal vez a un evidente amor por la naturaleza y al arte, claro, que se expande enormemente en sus murales. Sin duda lo que nos hace sentir cruzarnos con estas piezas, la suspensión que eso propone, nos invita a pensar en algo más, en abordar lo personal y colectivo desde lo imaginativo y no lo fijado.
Se podría decir que el muralismo de este grafitero mexicano habla desde una política del sueño y la creación, que, evidentemente, nos hace mucha falta.
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