México desborda creatividad. Esto puede comprobarse en sus tradiciones, sus técnicas y colores, su historia. Pero por suerte en la actualidad existe, además, una generación de jóvenes mexicanos dispuestos a navegar este linaje creativo y aprovecharlo no solo para dar vida a una boyante industria local, también a llevarlo más allá de nuestras fronteras.
En un mundo globalizado los discursos creativos que surgen de distintos países y culturas se topan inevitablemente en un mercado e imaginario internacionales. Aquí, además de competir, también interactúan y enriquecen mutuamente. Pero, si consideramos que las iniciativas creativas que nacen en México tendrán que medirse con las del resto del mundo, ¿cómo podemos generar diferenciadores que nos permitan sobresalir ?
Douglas Rushkoff tiene una respuesta a lo anterior. Se trata de una de las mentes más agudas de la actualidad: es autor de algunos de los libros más influyentes en la formación de nuevos paradigmas dentro de los medios y las industrias creativas, y además de ser consultor de numerosas empresas e iniciativas, es sin duda una de las personas que entiende con mayor claridad de qué se trata el actual escenario mediático y creativo.
Hace tiempo, cuando Rushkoff visitó México como ponente en un evento de innovación e industrias creativas, y ante la pregunta de un joven ¿Qué ventaja podemos explotar los mexicanos para competir internacionalmente en el campo de la creatividad?, el neoyorquino fue tajante: lo que los jóvenes mexicanos, y en general los creativos de este país, tienen que aprovechar, es el enorme, y único, bagaje cultural que tienen. Es decir, tienen que voltear a ver sus raíces y particularidades culturales, esas que ningún alemán, japonés o estadounidense tienen, y a partir de ahí, combinar esos insumos con innovación y compartirlos con el resto del mundo.
Aunque la respuesta pudiera parecer un tanto obvia, es importante recalcar este recordatorio y tratar de realmente imprimir en nuestros procesos creativos esa esencia cultural mexicana. A fin de cuentas tenemos sublimes técnicas artesanales, modelos milenarios de colaboración, hipnóticos usos y costumbres, y en general una inagotable fuente de inspiración que, por cierto, cientos de artistas extranjeros han aprovechado, y muchos de forma brillante, a lo largo de la historia –por ejemplo estos 10 escritores–.
La globalización es una danza fascinante, casi una orgía de estímulos e insumos. Y que mejor que todos los participantes se tomen la molestia de, antes de asistir a la fiesta, sumergirse en sus respectivas identidades y raíces culturales para así garantizar un intercambio verdaderamente excitante, que enriquezca a todos y que genere unidad a partir de la diversidad. En esta escenario, por cierto, México, sus jóvenes y su creatividad, tienen muchísimo que aportar.