Las piñatas son esos peculiares objetos mexicanísimos que en realidad surgieron en otra parte del mundo. Se dice que Marco Polo llevó las coloridas figuras bovinas de papel policromado, características de China, a su natal Italia tras sus viajes por el país asiático. Posteriormente las "ollas" (pignatas, en italiano, que significa olla) eran rellenas de regalos para dárselas los trabajadores feudales agrícolas al terminar el año.
De Italia pasó la práctica a España y llegó a México con la Conquista. En 1587, en Acolman (ahora municipio del Estado de México) se elaboraron en el Convento de San Agustín las primeras piñatas, "ollas" de barro pero más pintorescas hechas con papel y engrudo, y cuyos colores representaban los placeres triviales, mientras que sus ahora característicos picos simbolizaban los siete pecados capitales. Lo que fue la pignata italiana se fue arraigando después en la tradición festiva mexicana, al punto que hoy es común pensar en ésta como algo muy nuestro que nos llena de orgullo nacional.
Lo que sí es un orgullo es que sea en México donde se vio a este curioso objeto festivo como una excusa para la creación artística, lo cual se sigue viendo cada año en la Feria de las Piñatas en Acolman. Inspirado en esto, el escultor texano Roberto Benavidez ha encontrado una forma de expresión en las piñatas, creando figuras que bien podrían retroalimentar a los creadores mexicanos.
La particularidad de Benavidez reside en que no limita el mundo de la piñata a lo autóctono, sino que también crea animales fantásticos; de hecho, le ha quitado algo de "festividad" a las figuras de papel maché, confiriéndoles más bien un aura lóbrega, pues parte de su inspiración gráfica proviene del artista medieval El Bosco, en cuyo cuadro El jardín de las delicias los principales protagonistas son criaturas —aves, reptiles y mamiferos como jirafas y ratones— de colores y formas extravagantes.
Como él propio Benavidez aseguró en entrevista para Hyperallergic, lo que le gusta de su trabajo es que "mezcla formas de arte mexicanas y europeas"; una perfecta simbiosis que, por cierto, podría convivir con las criaturas surrealistas de otros artistas como Leonora Carrington, una escultora que tal vez nunca se imaginó el alcance estético del papel maché y a quien seguro sorprenderían las creaciones del artista texano.
*Imágenes 1)Atzimba Flickr 2)Roberto Benavidez Instagram