Como Tenochtitlán estaba tan bien organizada, trazada con maestría y bajo una ingeniería y sistema agrícola loables; con servicios de limpieza eficientes y con métodos de limpieza tan sorprendentes, no es ajeno imaginar que su funcionamiento colectivo eran también muy ordenado.
Y fue así, una ciudad tan meticulosamente organizada que su despertar y dormir se hacía de una manera tan general y armónica, que en sus memorias el cronista español Diego Durán apuntó sobre el anochecer en la urbe:
Se ponía la ciudad en tanto silencio que parecía que no había hombre en ella, desbaratándose los mercados, recogiéndose la gente, quedando todo en tanta quietud y sosiego que era extraña cosa.
La nobleza, integrada por sacerdotes, guerreros y funcionarios, y familiares del tlatoani, también debía cumplir con los llamados de tiempo y orden de la ciudad. La vida de la urbe iniciaba con el sonido de tambores, y así terminaba.
A continuación te compartimos un día en la vida de la nobleza mexica según una investigación de National Geographic, basada, a su vez, en La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista de Jaques Soustelle:
Inicio del Día
A lo alto de los templos los sacerdotes tocaban los tambores anunciando el inicio del día. Todos debían levantarse, nobles y hombres comunes. Describió Durán:
Los caminantes y forasteros se aprestaban para sus viajes, los labradores iban a sus labranzas, los mercaderes y tratantes a sus mercados y se levantaban las mujeres a barrer.
Hace poco publicamos un texto sobre cómo la ciudad estuvo tremendamente cuidada en su limpieza. Así, un ejército de barrenderos se despertaba a comenzar el día con una urbe limpísima.
El baño y el arreglo
Cada mañana los nobles se bañaban con una especie de jabón hecho con copalxocotl o de la raíz de la saponaria y se secaban con suaves paños de algodón. Cabe apuntar que esta práctica (la de bañarse una vez al día) fue generalizada entre la población. Los nobles se colocaban una especie de paño rojo en la cabeza y le agregaban plumas de aves tropicales que fungían como símbolo de su status. Su vestimenta estaba integrada por un maxtlatl o taparrabos que se ataba bajo el ombligo, también se colocaban un tilmatli, una manta que se anudaba sobre el hombro izquierdo.
Por su parte, las mujeres se hacían un partido en medio y dos trenzas, y luego subían las puntas de las mismas a la parte superior de la cabeza (cuando estaban casadas). Tenían cosméticos, pero más bien llevaban la cara lavada, ya que las mujeres muy maquilladas solían ser las ahuianime, las mujeres del placer para los guerreros o víctimas del sacrificio, o las prostitutas.
El desayuno
Luego de bañarse y vestirse, el desayuno de los nobles solía incluir una jícara de chocolate y tortillas de maíz recién tostadas con algún relleno de carne o pescado. La gente del pueblo no comía esta primera comida del día, sino a las 9 de la mañana, cuando los tambores marcaban la segunda hora del día.
Vestimenta de la nobleza mexica/ Códice Mendoza
Al trabajo
Luego de su primera comida del día, los nobles, todos, se dirigían al trabajo. Todos tenían labores, mayormente en el centro de la ciudad, en el centro ceremonial donde se hallaban los palacios reales, dependencias administrativas y las principales escuelas. Algunos funcionarios asesoraban al tlatoani, otros hacían labores de jueces, otros hacían labores administrativas, etc.,
De regreso a casa, al temazcal
Los nobles tenían temazcales en una estancia en sus propios aposentos que tenía una pared pegada al fuego de la cocina, siempre encendido, por lo que el temazcal podía usarse en cualquier momento. Entre plantas aromáticas recibían masajes (generalmente por enanos que no tenían qué agacharse).
La cena
Luego de salir del baño de vapor la nobleza se sentaba a la mesa y comía carne, pescado y verduras "cuchareados" por tortillas. De bebidas, lo común que ingirieran agua, aguamiel o zumos, ya que el alcohol estaba solo permitido a los mayores de 52 años.
Antes de acostarse
Solían tomar chocolate espumoso y fresco (endulzado con miel y vainilla o condimentado con chile) en el patio principal de sus aposentos, entre fuentes y cojines, fumando alguna pipa de tabaco.
La noche
Los sonidos de los tambores volvían a sonar, era la hora de dormir para toda la ciudad. Los nobles dormían en una estera o petate con suaves mantas de algodón que servían como colchón.