Cuando buscamos lecciones de civismo; auténticos consejos para mejorar nuestra relación con el entorno y con quienes nos rodean, no lo hacemos en el arte. A ese campo misterioso nos acercamos por otro tipo de experiencias, tal vez más "personales", que nos hacen reflexionar sobre nosotros mismos y no sobre la forma en que hacemos comunidad. Pero vale la pena replantear esta perspectiva, sobre todo frente a la obra de un artista preocupado por trabajar desde su práctica la forma en que nos relacionamos con los con-ciudadanos y con este país.
Hablamos de Mario Zarza, un artista mexicano emergente que se ofreció a darnos su visión sobre la forma en la que el arte puede convocar a lo comunitario, a lo diverso y ser una invitación explícita a reapropiarse de este inmenso y complejo espacio que es México, para cuidarlo y, por qué no, hacerlo más agradable para todos.
Mario lleva 6 años trabajando como artista plástico, específicamente como pintor y escultor. En su obra resuelve las pasiones que emanan sus entrañas, pero también trata de generar vínculos con su exterioridad. Un dato curioso es que después de licenciarse en Negocios Internacionales por el Anderson National College, terminó por dedicarse a un campo con un sabor muy distinto. Afortunadamente, la decisión ha rendido buenos frutos, probando que ser creativo no es un trabajo "de segunda", todo lo contrario.
Desde el Columpio
Como evidencia nos ofrece su más reciente exposición, Desde el Columpio, que estará abierta en las instalaciones de la Galería Arte XXI en la Ciudad de México hasta el 4 de agosto. Lo que encontrarás ahí son piezas ligadas al proceso que implicó el diseño, producción y montaje de "El Hombre de los Columpios", un proyecto escultórico monumental y dinámico, instalado en el Parque la Mexicana en Santa Fé.
"El Hombre de los Columpios" es un fantástico personaje metálico de una tonelada que sostiene tres columpios. Sin duda es una invitación a que los niños que visitan el parque se acerquen al arte de una manera muy especial. No solo porque la pieza, a estos espectadores tan peculiares, no les acontece como arte, sino como juego; también porque encarna la manera en la que Mario entiende lo que significa ser artista.
Lecciones de civismo, cortesía de Mario Zarza
Lo rico de platicar con un artista es que, como espectador de su obra, puedes pedirle mucho más que explicaciones técnicas sobre lo que hace. Pocos campos se abren a preguntas sobre cosas más humildes: las sensaciones (físicas y emocionales) que provoca el hacer; la justificación personal para trabajar de cierta forma y, claro, el compromiso que impulsa a cada creador a invertir sudor y tiempo es estos curiosos productos.
Así, de las palabras de Mario sobre su obra se pueden extraer valiosas lecciones para la vida cotidiana.
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El artista es un obrero
Citando a Diego Rivera, Mario Zarza nos recuerda que el artista es un obrero y para rematar nos dice que "como obrero, debe sudar su obra". Así, todo lo que hagamos (aunque no seamos artistas) debería venir del esfuerzo, del enfoque, de las ganas de generar cambios. En cierto sentido, todos le debemos este "sudor" a nuestros paisanos.
Hay que luchar por las convicciones
El compromiso con la práctica es vital; sin este, no podemos construir nada que dure o que implique una auténtica diferencia en la paisaje. Mario Zarza dice: "hay que luchar por las las convicciones. No hay de otra." También nos recuerda que a los mexicanos nos sobran cualidades para emprender esta pelea, empezando por una riqueza cultural inmensa y una resiliencia palpitante. Pero como bien dice, "tenemos que empezar por limpiar nuestra casa, estar bien conscientes de dónde venimos, de por qué nos comportamos históricamente de las maneras en que lo hacemos." Lo que queda es tomar posición, crear un discurso y actuar con convicción.
El peor enemigo es la (propia) ignorancia
Por otro lado, frente a la pregunta de los retos a los que se enfrenta como creador, Mario afirma que "Mi peor enemigo es la ignorancia. La ignorancia, será mi batalla hasta la muerte. Especialmente mi propia ignorancia." Así, luchar por las convicciones es vital, pero siempre hay que asumir los propios límites, no dar nada por hecho, hacer(se) preguntas y buscar a los demás para aprender más y más.
Tus prácticas deben convocar a lo comunitario
"El Hombre de los Columpios" es el ejemplo perfecto. La pieza convoca a la diversidad y, al mismo tiempo, a volver a ocupar los espacios comunitarios y respetarlos. En sus palabras "a cuidar lo nuestro".
"México es nuestro y tenemos que tomarlo de esa manera y hacernos responsables de él."
El trabajo en equipo es vital
El asunto de la diversidad es básico. En cierto sentido la cara negativa de esta cualidad se traduce en discriminación. Pero eso en México tiene que parar. Tenemos que aprender a trabajar en equipo, desde los pequeños proyectos, hasta las grandes transformaciones sociales.
"Lo que nos toca en este momento histórico es trabajar en crear un sentido de pertenencia, volvernos a reivindicar con nuestras raíces… La diversidad tiene que existir per sé."
Como dice Mario, todo empieza por la tolerancia y la empatía: "Tenemos que dejar de pensar únicamente en nosotros mismos y empezar a vernos en unidad". Como ejemplo, vuelve a "El Hombre de los Columpios", un proyecto en el que colaboran personas muy distintas y que además tuvo que superar toda clase de inequidades y asuntos burocráticos. Si se logró esto, dice Mario, ¿qué no podríamos lograr todos juntos?
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El civismo está en las pequeñas cosas
Dice Mario: "Empecemos por nuestra casa, antes de señalar al vecino. Cuando señalamos, tres dedos nos apuntan a nosotros. No destruir, no tirar basura. Plantar un árbol. Suena a cliché, pero es verdad. Ser amables, ser cordiales, ceder el asiento. En una palabra: civismo."
*Imágenes: 1, 3, 4, 5 y 6) Mario Zarza; 2) Secretaría de Cultura