México es un país que desborda misticismo. Y uno de los cauces que esa pulsión ha tomado es, evidentemente, el de las prácticas asociadas a la brujería y la magia. Desde el Mercado de Sonora y el linaje oaxaqueño de curanderos y hechiceros, pasando por las sesiones espiritistas de Francisco I. Madero, Elías Calles y muchos otros, el amplio catálogo de magos prehispánicos, la meca brujo-selvática de Catémaco y la meta-ficción de Carlos Castaneda y Don Juan Matus, la magia en México ocupa prácticamente todos los rincones –a veces de forma vistosa y otras, muchas, con elusiva discreción–.
Considerando lo anterior no debiera sorprendernos que en este país también se ha forjado una estrecha relación entre política y brujería. Incontables políticos mexicanos han recurrido a hechiceros, brujos y otras figuras similares, en busca de protección, de apoyo metafísico para sus causas y, ocasionalmente, por simple curiosidad.
Magia negra VS Magia blanca
Recordemos que a fin de cuentas las artes ocultas apuntan a ejercer una modificación de la realidad mediante la voluntad dirigida, por medio de conjuros, rituales y otras herramientas; también, es importante distinguir entre lo que popularmente se conoce como magia blanca y magia negra, cuya diferencia fundamental depende del fin con que se ejerce: si se usan estos conocimientos sin un interés personal de por medio, entra en la primera categoría; mientras que si lo que se busca es el beneficio o, aún más allá, el poder, entonces se estaría practicando magia negra. Sobra decir que en el caso de la política, cuando esta recurre a la magia o la brujería, generalmente resuena con una franca ambición de poder, y por lo tanto caería en el más oscuro de los cuadrantes.
Los brujos y el poder
Si quisiéramos hacer un recuento de política y brujería en México seguramente tendríamos que comenzar por los tlatoanis mexicas y líderes políticos del resto de las culturas originarias del país. En ese contexto el poder político y la magia eran fuerzas indisociables y explícitamente unidas. Pero pasemos a los vínculos posteriores, aquellos cultivados en momentos donde esta relación no era intrínseca.
Tras la etapa colonial, durante la cual estaban prohibidas este tipo de prácticas, poco se sabe, al menos hasta el siglo XX. Es luego de la Revolución Mexicana, cuando las alusiones metafísicas comienzan a poblar el imaginario político de México. Quizá por eso el recuento de asociaciones entre brujería y política que hizo Jesús Gil Olmos, en su libro Los brujos y el poder (2009), comienza precisamente en esta etapa, con el capítulo “Los espiritistas de la Revolución”.
El espiritismo en México
En él se cita la afición espiritista de presidentes mexicanos, incluido Francisco I Madero –quien además era estudioso del Bhagavad-Gita–, Plutarco Elías Calles –que también se apoyaba en curanderos, entre ellos el Niño Fidencio–, y Miguel Alemán. Todo apunta a que estos tres mandatarios, y muchos de sus subordinados, tomaron decisiones importantes aconsejados por los espíritus a los que contactaban en las sesiones.
Es decir, podríamos afirmar que el rumbo del país estuvo influenciado por los mandatos de entidades etéreas. El espiritismo seguiría siendo popular al menos durante el medio siglo posterior a la Revolución, periodo en el cual tuvo incontables adeptos, en México y el mundo, entre políticos y figuras públicas.
Catemaco, la capital metafísica del PRI
Hace 25 años, un niño tuvo la oportunidad de visitar Catemaco, Veracruz. Este sitio se hizo mundialmente famoso por la cantidad de brujos que lo habitan y ofrecen “consultas”. Cuando el niño entró al recinto descansó su mirada –quizá tomando algo de aire antes de mirar al “gran brujo” a los ojos–, en una gran mesa que recibía a los visitantes. Ahí, entre la superficie de madera y un grueso vidrio, se encontraban “enmarcadas” varias fotografías. Al centro estaba una especialmente llamativa: aparecía el presidente Carlos Salinas tomado del brazo del brujo.
Al parecer, y por lo menos desde el propio Alemán, hasta Ernesto Zedillo, los presidentes mexicanos, todos provenientes del PRI, acostumbraban visitar Catemaco y, según Gil Olmos, tenían sus respectivos brujos de cabecera –a quienes por cierto se les conocía como los “asesores presidenciales”–.
New Age, vudú y política a la mexicana
A finales del siglo XX y durante las décadas posteriores, la asociación entre brujería-magia y política adquirió una diversidad espectacular. En esta etapa los casos han sido tan variados que optaremos por enlistar brevemente algunos, todos citados en Los brujos y el poder, con el afán de evidenciar este extraño mosaico que protagonizan figuras políticas de distintas procedencias y años:
El Maharishi en Tamaulipas (1993)
El entonces Gobernador de Tamaulipas, Manuel Cavazos Lerma, seguía fanáticamente el “pensamiento” del famoso líder espiritual de la India, Maharishi Mahesh Yogi –creador de la Meditación Trascendental, y guía de celebridades como los Beatles y David Lynch. Cavazos Lerma implementó en su gobierno, incluso en programas de educación pública, un sistema misticoide de autosuperación inspirado en las enseñanzas del indio.
Elba Ester Gordillo, vudú, santería y otras (1994)
Uno de los episodios más sombríos de brujería en la política mexicana es protagonizado por Elba Esther, la líder sindical. De acuerdo con el libro citado, su sed de poder y afición por las artes ocultas la llevaron a Nigeria, donde realizó un conjuro con un gran brujo de vudú –que consistió en un ritual donde se mató a un león y “la maestra” se bañó en la sangre del mismo. Lo anterior como un protocolo de protección luego de que su enemigo político, Ernesto Zedillo, asumiera la presidencia.
“La Paca” (1996)
Para sopresa de miles, la PGR de entonces, encabezada por el panista Lozano Gracia, recurrió a una vidente para tratar de resolver el asesinato del diputado Manuel Muñoz Rocha. Muchos recordamos el embrollo que se hizo, cuando supuestamente encontraron el cadaver en el rancho de Raúl Salinas auxiliados por “La Paca” –quien por cierto era consejera metafísica del hermano del ex-presidente. La historia fue un fiasco, y terminó con la ridiculización de la justicia en México.
Vicente Fox, el nuevo despertar que terminó en amarre (2000)
Estrenando el siglo XXI y con bríos renovados por la posible alternancia histórica, la campaña de Vicente Fox se rodeó de un grupo que percibía en su potencial triunfo la señal de un despertar de la conciencia en México. Estos personajes se encargaron de confeccionar rituales e imprimir un espíritu esperanzador a la campaña. Tras el triunfo del panista no solo no se confirmó este despertar masivo, sino que la línea metafísica de su gobierno terminaría dictada por Martha Sahagún.
Gil Olmos asegura en su libro que Sahagún, quien fungió primero como vocera y luego como Primera Dama, habría hecho varios “trabajos” a Fox para que se casara con ella y, posteriormente, para que obedeciera buena parte de sus ocurrencias. Desde pastillas y brebajes hasta conjuros puntuales, proceso en el cual estuvo asesorada por Elba Esther Gordillo, Sahagún habría recurrido a lo que fuera para conquistar al mandatario –incluidos los tradicionales “amarres”–. Su origen híper católico, combinado con brujería y new age. se combinarían para servir a la ambición de una figura esencialmente desagradable pero que, aunque no sabemos a qué costo, termino consiguiendo lo que buscaba.
Políticas públicas embrujadas
Aunque para muchos parezca inverosímil, la brujería ha estado y probablemente seguirá estando francamente presente en la política mexicana. Sin importar si reconocemos o no en estas prácticas algo de poder fáctico, lo cierto es que dicha fuerzas o creencias han influido, históricamente, en decisiones políticas e incluso filosofías de gobierno, en México. Es decir, este fenómeno tiene un valor histórico en nuestro país y, aunque te sorprenda, parte de tu vida cotidiana está, por ende, influidas por ellas. Además, repasar dicho binomio, brujería y política, nos recuerda lo que mencionábamos al principio: la magia y la metafísica están presentes en la esencia de México, y esto se manifiesta en absolutamente todos los campos.