Una bola a la vez, las Diablillas Mestizas desafían problemas estructurales de la sociedad.
Las mejores cosas en la vida, pocas veces se planean. Así, con la simple intención de querer refrescar la rutina, surgió el equipo de las Diablillas Mestizas, conformado por un grupo de mujeres que quería divertirse un rato. Estas mujeres maya-hablantes que, en su mayoría, se dedican a ser amas de casa o bordadoras, jamás imaginaron que jugar sóftbol sería una forma de luchar con contrincantes mucho más agresivos y perjudiciales que los equipos que enfrentaban en la cancha, como el machismo.
La resistencia que irradian las Diablillas Mestizas inició con la selección del nombre para su equipo. Enojonas, mandonas y rebeldes eran algunos de los adjetivos con los que calificaban a las 18 integrantes. Y no hay como el sentido del humor para darle la vuelta a prácticas cotidianas, que como muchas otras, esconden de forma sutil (porque los hemos normalizado) distintivos que fomentan las discriminación y desigualdad.
Hasta la fecha otro elemento que hace único al equipo (haciendo política desde la cancha) es que las integrantes juegan descalzas y con Huipil. El ayuntamiento les dio unos uniformes, pero optaron por no usarlos. Sin zapatos sienten que corren más rápido y las remite a estar en el campo. El porte del equipo es una absoluta belleza.
En 2019 nacieron las Diablillas Mestizas en Hondzonot, Tulum. Su primer partido fue, en realidad, de baseball y lo ganaron; se usó una pelota de tenis. Después de su victoria, les sugirieron mejor practicar sóftbol, porque era "más para mujeres".
Aunque cambiaron de deporte, ellas han demostrado que su identidad trasciende los sustantivos que usamos para definir a las personas: mamá, trabajadora del hogar, bordadora o, incluso, mujer. Porque, al final, ellas y nosotros somos más que la suma de nuestras representaciones.
*Imagen de portada: Elizabeth Ruiz @elizabethfotocancun
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