Toda tradición tiene su historia. En las culturas indígenas, las tradiciones son milenarias y en lugar de debilitarse con el tiempo se hacen más fuertes. Es el caso de los rarámuri (o tarahumaras) y su irreal pero admirable capacidad para correr kilómetros todos los días.
Se sabe que este linaje mexicano, oriundo de la Sierra Madre Occidental –la Tarahumara– en el Norte del país, es capaz de correr hasta 100 kilómetros en tan solo 9 horas. En su juego de pelota, por ejemplo, corren al rededor de 200 kilómetros para llegar al aro. Correr es una tradición entre los rarámuri, un transporte mediante el cual tanto hombres como mujeres utilizan para hacer sus actividades diarias, tales como conseguir alimento, ir a la escuela o buscar agua potable.
En la Tarahumara correr es sinónimo de supervivencia. Incluso desde épocas de conquista, cuando se atrevieron a arriesgarlo todo para no ser evangelizados, escondiéndose de los españoles en la montaña. Y desde entonces, conviviendo con las formas caprichosas de la montaña, se han visto obligados a evolucionar sus formas de transporte, no con autos o caballos, sino a pie.
Existe un curioso episodio en la historia de los juegos olímpicos, uno que sin lugar a duda involucra a México y sus modos surreales de manejar las cartas en la mesa. En el año de 1928 se llevaron a cabo las Olimpiadas en Ámsterdam, mismas donde México incluyó a dos indígenas rarámuri para la gran carrera. Sabiendo que éstos podían correr 200 kilómetros en día y medio, y que incluso podían correr hasta 700 kilómetros durante varios días, estaba dado por sentado que México ganaría ese par de medallas en una competencia con tan solo 42 kilómetros.
México no había tenido mucho éxito en los juegos desde hacía 1900, y dado que estos hombres de la sierra corrían bastante, no había falla en dicho plan. Fue en este año que los indignas rarámuri se dieron a conocer a nivel internacional como aquél linaje de supercorredores que, como su nombre lo indica –rarámuri que quiere decir “los de los pies alados”– corrían como nadie (incluso se sabe que han matado venados de cansancio).
Incluso unos años atrás habían sido invitados a correr un maratón con esa distancia, misma a la que de menos, hombres corredores se negaron, advirtiendo que "solamente mandarían mujeres pues ningún hombre digno de decirse tal, correría tan poquito". Sin embargo –y a pesar de todas esta impresionantes capacidades–, los rarámuri no ganaron en aquellos juegos olímpicos. Esto porque existían una serie de detalles que al gobierno mexicano no le ocurrió contemplar, como el hecho de que los rarámuri corrían descalzos y en la carrera fueron obligados a usar tenis, incómodos para su recorrido. Además, se sabe que los tarahumaras se alimentan de pinole o tesgüino, bebidas fermentadas a base de maíz, para hidratarse y mantenerse enérgicos durante sus carreras. Esto y que, en algunas ocasiones, utilizan al peyote para mantener su resistencia.
Los hombres quedaron en los lugares 32 y 35 de aquellas olimpiadas, mismas donde pudieron mostrar que, aunque es altamente probable que corran muy rápido, éste no es el objetivo del porqué corren, sino el correr distancias muy largas para disfrutar. Para los rarámuri correr grandes trayectos es sinónimo de felicidad.