La falta de agua es un problema cada vez más preocupante, y que no se está atendiendo con la debida premura. Las sequías prolongadas, el desabasto en el servicio y el cambio climático no hacen sino empeorarlo. Se está llegando al punto en que el agua se convierte en un bien escaso y codiciado. Quiltepec, una pequeña localidad en Tlalpan, Ciudad de México, sufrió de ello durante mucho tiempo hasta que se ofreció una solución.
Los vecinos de la comunidad tenían que ir a casas alejadas de familiares, acarrear garrafones y hasta atravesar una manguera por otras casas, con el riesgo de que alguien más les robara el agua. Además, no hay suficiente transporte público, por la falta de asfaltado y el carácter periférico de Quiltepec. Bajo estas condiciones es difícil subsistir con un solo tinaco con una capacidad de mil litros, aproximadamente.
Afortunadamente, Isla Urbana, un colectivo formado en 2009 por diseñadores, urbanistas, antropólogos, ingenieros, educadores y artistas instaló varios sistemas de captación de agua de lluvia en la comunidad. Los miembros de Isla Urbana saben que la escasez hídrica es un problema grave que tiene que atenderse a la voz de ya. Su equipo multidisciplinario se ha enfocado en abastecer de agua a comunidades marginadas.
Fieles a su lema, "lluvia para todos", trabajan incansablemente para concientizar a la población acerca del uso responsable y sustentable de este vital recurso, además de intentar llegar a los rincones más apartados del país para instalar esta importante tecnología. Ahora, los habitantes de Quiltepec sienten que su vida ha cambiado. Mientras que antes tenían que racionar el agua para su uso en lo más indispensable, ahora la subsistencia es más fácil.
El sistema, además de barato, es sencillo. Cada sistema de recolecta tiene un costo de 6,700 pesos, y se adapta a las necesidades de cada hogar: desde una casa en Quiltepec hasta un departamento en Coyoacán. En el caso de Quiltepec, la captación empieza desde el techo, donde hay tres agujeros situados en los puntos de inclinación que llevan el agua a un solo conducto. Acto seguido, el agua pasa por un primer filtro y, con los sólidos ya retenidos, entra al tlaloque, un recipiente cuadrado que separa la parte más sucia de la lluvia para que no entre a la cisterna.
Después, el líquido sigue su camino hacia un tanque rotomoldeado de 5 mil litros de capacidad (en caso de que no se cuente con una cisterna). Aquí es donde entra el agua de lluvia, para ser almacenada sin revolver los sedimentos que se acumulan en el fondo. Finalmente, el agua sale por otro tubo que lo lleva a una bomba de agua, y pasa por una manguera con dos filtros más antes de llegar al tinaco.
El trabajo de Isla Urbana, aunado a la resistencia y organización ejemplares de Quiltepec, son la muestra de que, a pesar de las dificultades y retos, que pueden parecer abrumadores, sí hay maneras de salvar un futuro que parece oscuro e incierto. Sin embargo, antes de hacerlo, hay que darnos cuenta de nuestros privilegios, para salir de nuestra zona de confort y no hacer la vista gorda ante una situación insostenible.
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