Recientemente el prestigioso periódico The Guardian publicó una lista de los 25 edificios más increíbles de nuestra época, para mostrarle al mundo cómo se ve lo mejor de la arquitectura en lo que va del siglo XXI.
En la lista figura un increíble recinto mexicano, diseñado por el brillante Alberto Kalach. Se trata de la hermosa Biblioteca Vasconcelos (incluyendo su jardín botánico). Y, aunque definitivamente esta noticia es para celebrar, nos urge entender qué cualidades tiene este espacio y por qué toda la nueva arquitectura de nuestro país debe aspirar a parecérsele. No por nada en The Guardian lo llamaron "uno de los interiores más emocionantes del siglo."
¿Cómo debería ser la arquitectura de nuestro tiempo?
Nuestro tiempo es, posiblemente, uno de los más complejos en la historia de la humanidad. Nunca habíamos tenido a disposición tantas técnicas y herramientas para materializar casi cualquier objeto imaginable. Al mismo tiempo, el acceso a estos recursos es bastante limitado o se reduce a sólo algunos grupos sociales.
Por otro lado, aunque estamos más conectados que nunca, también estamos ultra polarizados y nuestros medios nos invitan a con-vivir cada vez un poco menos. Y claro, sabemos más que en cualquier otra época sobre nuestro entorno (pues llevamos milenios acumulando saberes); y, a pesar de esto, cada día estamos más cerca de destruir la vida en el planeta, como la conocemos.
La arquitectura del siglo XXI debería tener todas estas consideraciones presentes. El diseño de esta "nueva era" debe ser resiliente, estar preparado para los embates del clima y las sacudidas impredecibles de la tierra.
Además, debe ser adaptativo: debe saber resonar con su entorno social, económico y geográfico. Evidentemente, cualquier edificio de nuestro tiempo tiene que ser sustentable: usar materiales ecológicos, incluso locales, resistentes y duraderos; también, debe incluir esquemas para dañar el entorno lo menos posible.
Si es posible, la arquitectura contemporánea es recíproca con su localidad: le regresa algo al entorno que la recibe. Tal vez siembra un jardín para polinizadores; recupera canales naturales de agua o limpia el aire.
Sobre todo, nos urge una arquitectura que modele el espacio para propiciar relaciones humanas, que invoque el intercambio; que sea pública, sobre todo, que nos reúna y que nos contenga. Todo esto (y más) sin duda está en la mente de Alberto Kalach.
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La Biblioteca Vasconcelos
Este, uno de los más importantes edificios del mexicano, recupera todas las grandes preocupaciones de la arquitectura contemporánea. Este espacio, ubicado en la capital del país, invoca un tipo de ciudad muy distinto.
En muchos sentidos, es un oasis. El planteamiento central podría ser la transparencia: visualmente el usuario podría conectar todo el edificio sin importar dónde se encuentre. La luz que importa es la natural y la vista siempre es agradable. Es un mensaje apropiado, hablando de conocimiento, de libros y de relaciones humanas.
El espacio es funcional y contiene; pero al mismo tiempo está abierto, invita a ser explorado. Además incluye un encantador y necesario jardín botánico y es atravesado por un canal de agua, que sirve como recordatorio de que la CDMX se erige sobre las entrañas lacustres de la antigua Tenochtitlán y, si quiere sobrevivir, necesita volver a acomodarse a ellas.
A muchos les parecerá que esta biblioteca irrumpe en su entorno y que, en lugar de ser un oasis, es un monumento extravagante, innecesario, que se alza entre barrios de dinámicas complejas y recursos insuficientes. A otros les urge que espacios como este se aparezcan más donde se necesitan y menos donde solo cumplen funciones decorativas.
La edificación contrasta, pero no con violencia, sino como promesa de que otra ciudad es posible, si las políticas de desarrollo urbano cambian; si las prioridades se vuelcan hacia el bienestar de las personas, en lugar de seguir trazando el camino pavimentado de un progreso que tal vez, pertenece a la era anterior y ahora, finalmente, ha colapsado.