Todas las mañanas, al tomar una taza de café, un espumoso jugo de naranja o un pan con miel – sin darnos cuenta- disfrutamos de un ecosistema llamado polinización del cual dependen tres de cada cuatro plantas comestibles. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la contribución económica de la polinización se estima que puede ser hasta de 170,000 millones de dólares anualmente que equivalen al 10% del valor global de los alimentos.
De manera específica, se ha determinado que la polinización es de suma importancia para 100 especies vegetales entre las cuales destacan las frutas y las hortalizas –con una tercera parte del valor económico- seguidas de cerca por las leguminosas y los cereales. Aunque existen varios agentes o vectores como el viento, el agua, insectos, mamíferos, aves y reptiles, se reconoce que las abejas son el polinizador universal.
Incluso la historia, refiere la importancia de las abejas al utilizar su imagen para representar el poder de personajes como Napoleón Bonaparte, Julio César o Ramses II. Sin embargo, los mayas fueron los primeros en reconocer su poder y dejaron su constancia pictórica en los códices o libros secretos que se utilizaron desde el siglo VI a. C. hasta el siglo XVI.
Damas de la miel
Ante la evidente importancia de las abejas como agentes polinizadores, la misma FAO reporta que existen registros de más de 20,000 especies de abejas, entre las cuales sobresalen 3,500 como responsables de aumentar los rendimientos agrícolas.
Aunque en el mundo sobresale la Apis melífera o abeja europea, existen en México y Guatemala una gran variedad de abejas nativas, conocidas como abejas mayas (xumman kaab y ko ólel kaab), cuyas colmenas se encuentran en regiones intertropicales de la península de Yucatán –una inmensa planicie caliza de 140,000 km2 donde predominan las selvas bajas caducifolias, con enredaderas, bejucos, plantas trepadoras, barbascos (makal kuch, xtabentun); árboles y arbustos y diversas floraciones como la sak katsim (Mimosa bahamensis) y sak piksoy (Trema micrantha).
Abejas mayas en el Códice Tro Cortesiano o Código Madrid
En este paraíso de plantas, flores y cenotes de aguas cristalinas, existen comunidades mayas como Tixkacalpupul cerca de Valladolid, donde aún se pueden encontrar las colmenas de tipo prehispánico, las cuales se cultivan en troncos ahuecados muy cerca del sitio arqueológico de Chichén Itza.
Seres eusociales con elevada organización
Los apicultores mayas, les llaman jobones a sus colmenas, y son parte de un ritual que utiliza una serie de marcas para identificar la parte superior de los trocos ahuecados por donde entran y salen las abejas. Estas marcas que suelen ser cruces, círculos o cuadrados, representan el universo por el cual las abejas tienen la posibilidad de recorrer el cielo y la tierra. Los actuales melinoponicultores mayas, guiados por los sacerdotes de su comunidad, indican que las abejas suben al cielo, donde los chaques (dioses de la lluvia) resguardan las artesas llenas de miel, que las abejas se encargan de bajar en forma de gotas para deleitar a los hombres.
Gracias a su dedicación y costumbres, los apicultores mayas son los principales productores de miel en México, ya que obtienen casi el 60% del total de la producción, la cual llego a 56,907 toneladas en 2015, según los reportes del Sistema de Información Agroalimentaria (SIAP) de SAGARPA. Gracias a su calidad, la miel maya – nueve de cada diez kilos que se obtienen de las colmenas de Yucatán, Campeche y Quintana Roo– se exportan principalmente a los países europeos donde es muy apreciada por sus valores alimenticios y energéticos.
Tipos de miel
Destacan la miel de la selva de Quintana Roo, conocida como miel de tajonal; la miel de bejuco de Chan Cenote; miel de enredadera de Mococha, Yucatán, y las que se obtienen de diversas floraciones en Dzindazantún y Sinanche, Yucatán y en Ich Ek, Campeche. En Belice y Guatemala, también se han encontrado vestigios de colmenas en Altun ha, Uaxactun, y San Agustín Acasaguastlán. Cabe mencionar que la producción de estas abejas silvestres, llamadas abejas sagradas, difiere bastante de las abejas domesticadas, ya que en principio las abejas no tienen aguijón y no anidan en estructuras hexagonales, sino en pequeñas cazuelitas o anforitas de cera.
Floraciones de la miel de Yucatán. Chicorium y Mimosas
Un aspecto que resulta doblemente curioso, es que la información de las abejas sagradas, conocida como ¨La sección de las abejas¨ está inscrita en el Código Tro Cortesiano (Código Madrid) que está formado por una serie de documentos de formato pequeño de 10 x 20 cms (parecidos a una revista) que utilizaban los sacerdotes mayas para documentar aspectos sagrados y secretos. Los códices mayas más conocidos están en Dresde, París y Madrid. También existen códices arqueológicos que se encuentran en sitios resguardados y las transcripciones populares de estos códices llamados Chilam Balam y Popol Vuh.
Finalmente uno de los aspectos más interesantes, es que para los mayas, las abejas y la gente no solo comparten un territorio que puede ser el monte o los campos donde se produce la miel, sino también el territorio doméstico o urbano llamado alak. Para los sacerdotes mayas, no hay duda de que el destino de los hombres y las abejas está unido y por ello llaman a las abejas “gente”. Esta dualidad o paralelismo es quizá lo que une a los hombres con el futuro de las abejas y por ello los apicultores mayas demostraron que las abejas son las reinas del universo, ganando recientemente la batalla contra los cultivos transgénicos en Yucatán.
*Fuente:
Basado en las investigaciones de la Dra. Laura Elena Sotelo Santo del Centro de Estudios Mayas. Instituto de Investigaciones Filológicas. Universidad Nacional Autónoma de México.