Hablar de poesía náhuatl siempre nos remitirá a Nezahualcóyotl, tal vez el poeta más popular de la era prehispánica. Un guerrero que también fue un símbolo; de la temporalidad, de la muerte, del destino, del enigma y también de las realidades divinas. Nezahualcóyotl no era un dios, pero si un artista sensible cuya poesía y canto contenía proverbial sabiduría. Hubo quienes afirmaron, a través de elogios poéticos y crónicas, que Nezahualcóyotl era un inmanente conocedor de las "cosas ocultas" y que su existencia misma era una profecía.
El príncipe tezcocano (proveniente de lo que hoy es la zona de Texcoco, muy cerca a Teotihuacán) poseía una notable influencia de la cultura tolteca, misma que le permitió adquirir el interés por la escritura, que le fue enseñada por su abuelo Huitzilihuitzin, filósofo y "señor" de Tenochtitlán.
Gran parte de la influencia de los desaparecidos teotihuacanos marcó el desarrollo de una nueva era, incluso para los aztecas, que vivieron un sincretismo cultural y religioso a partir de los mitos sobre la misteriosa ciudad de los dioses. Esto nos remite en alguna medida a la obra de José Vasconcelos, La raza cósmica, que describe un interesante análisis sobre la importancia del sincretismo racial, el mestizaje, y nos proyecta un futuro en el que la síntesis de etnias dará lugar a una selección natural más exigente, que depure al espíritu y lo vuelva superior. Y Nezahualcóyotl es tal vez un ejemplo de este linaje ideológico/cósmico, que se sincretizó a través de mitos y creencia, y que sucedió mucho antes de la llegada de los españoles y del mestizaje como tal.
Traductores advierten que sus poemas bien podrían compararse con obras de poesía filosófica de gran valor universal. Entre sus temas más recalcados están la muerte y la región donde habitan los descarnados; lo inevitable, el destino; la posibilidad de vislumbrar el conocimiento de un "Dador" universal y más importante aún el tiempo; el tiempo que vislumbraba como un salto transitorio; su fugacidad cuando existe y su eternidad cuando muere. Las colecciones de cantares prehispánicos acogen alrededor de 30 poemas de Nezahualcóyotl.
A continuación algunos ejemplos de la obra de este fascinante personaje, extraídos del libro Nezahualcoyotl, poesía y pensamiento (1979), de Miguel León-Portilla:
1
Yo lo pregunto
Yo, Nezahualcóyotl, lo pregunto:
¿A caso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea de plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
2
¿A dónde iremos?
¿A dónde iremos
donde la muerte no existe?
Mas, ¿por esto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
Aquí nadie vivirá por siempre.
Aun los príncipes a morir vinieron,
Los bultos funerarios se queman.
Que tu corazón se enderece:
Aquí nadie vivirá para siempre.
3
¿Eres Tú Verdadero?
¿Eres tú verdadero (tienes raíz)?
Sólo quien todas las cosas domina,
El Dador de la vida.
¿Es esto verdad?
¿Acaso no lo es, como dicen?
¡Que nuestros corazones
no teman tormento!
Todo lo que es verdadero,
(lo que tiene raíz),
dicen que no es verdadero
(que no tiene raíz).
El Dador de la vida
Sólo se muestra arbitrario.
¡Que nuestros corazones
no tengan tormento!
4
Donde se extiende el agua de jade, aquí en México.
Tú, con sauces preciosos,
Verdes como jade,
Engalanas la ciudad,
La niebla sobre nosotros se extiende,
¡que broten flores preciosas!
¡que permanezcan en vuestras manos!
Son vuestro canto, vuestra palabra.
Haces vibrar tu abanico de plumas finas,
lo contempla la garza
lo contempla el quetzal.
¡Son amigos los príncipes!
La niebla sobre nosotros se extiende,
¡que broten flores preciosas!
¡Que permanezcan en vuestras manos!
Son vuestro canto, vuestra palabra.
Flores luminosas abren sus corolas,
donde se extiende el musgo acuático, aquí en México.
Sin violencia permanece y prospera en medio de sus libros y pinturas,
existe la ciudad de Tenochtitlan.
El la extiende y la hace florecer,
él tiene aquí fijos sus ojos,
los tiene fijos en medio del lago.
Se han levantado columnas de jade,
de en medio del lago se yerguen las columnas,
es el Dios que sustenta la tierra
y lleva sobre sí al Anáhuac
sobre el agua celeste.
Flores preciosas hay en vuestras manos,
con verdes sauces habéis matizado a la ciudad,
a todo aquello que las aguas rodean,
y en la plenitud del día.
Habéis hecho una pintura del agua celeste,
la tierra del Anáhuac habéis matizado,
¡Oh vosotros señores!
A ti, Nezahualcóyotl,
a ti, Motecuhzoma,
el dador de la vida os ha inventado,
os ha forjado,
nuestro padre, el Dios,
en el interior mismo del agua.
Es preciso observar también los poemas en náhuatl para admirar la estructura y armonía de sus versos.
Los libros pictoglíficos de la época prehispánica, contienen imágenes folclóricas en las que se relatan las fiestas, danzas y ritos de los antiguos. Un especie de códices que contienen el conocimiento empírico más importante de las culturas indígenas. En algunos de estos libros -redactados por frailes, cronistas españoles y nativos evangelizados que entremezclaban su lengua con el latín-, podemos observar escenas en las que aparecen personajes con curiosos grabados saliendo de sus labios, algunas veces pintados como volutas, otras como flores. Estos signos representan el canto o la "palabra florida", el símbolo de la poesía en la antigüedad.
*Imagen: 1) Tomás Filsinger