Atestado de símbolos y universos geométricos, México se desprende desde una vasta antología de bocetos, patrones y códigos matemáticos sugerentes. A diferencia de otros lugares del mundo, esta simetría proviene paradójicamente de su ingobernable caos. Porque quien ha vivido en territorios mexicanos sabrá que de entre el caos, el mexicano ha venido renaciendo incontables veces.
A lo largo de la historia, culturas como la maya, egipcia, celta, griega, romana, india y china, nos han mostrado con bellos ejemplos, el concepto de geometría, como una ciencia universal que impera en todo lo aparente y conocido. Una matemática secreta en todos las cosas.
Hay geometría en la naturaleza, en el cuerpo humano y en cada cosa erigida por el hombre. La hay intangible: en la luz, la música y también en el cerebro. En los modos de actuar –que a veces se convierten en un patrón de conductas– en los rituales, o en las secuencias naturales como lo es el ritmo de una ola. Las ciudades mismas son geometría y muy probablemente tu vida también lo sea.
México vislumbra geometría esencialmente en su cultura eterna; en las formas de carácter sagrado o mágico reproducidas a mano desde el orden de la naturaleza. Meros trazos al ritmo que el tiempo ha escogido para cincelar sus mundos y desplegar el universo. “Los tarahumaras tienen como base de su pensamiento extrañas figuras y la sierra igualmente las lleva”, escribía Antonin Artaud, a propósito de esta matemática secreta.
La práctica de dibujar lo visto en el cielo y el mundo, no es sino la manera en que culturas ancestrales e indígenas actuales acceden al lenguaje de la naturaleza. Y si a este acto, ya de por sí sagrado por su carácter primitivo, se agrega la formidable apología del hombre por reproducirle infinitamente, entonces obtenemos, por consecuente, una hermosa colección de escenarios geométricos, ocultos u orgullosamente exhibidos, en la cotidianidad de nuestra geografía.
Pero esta leyes geométricas –que entendiblemente definen prácticamente el todo de nuestras vidas– se dibujan a ritmos diferentes, según sea el lienzo y el ojo del creador. En el caso de los escenarios mexicanos, es difícil no encontrar la fructífera relación entre orden y caos que permea el paisaje natural, pero también lo construido por la voluntad mexicana.
Para atisbar esta geometría es necesario mirarla en su carácter de musa. Tal vez porque no se acostumbra mirar detalles, es que pocas veces nos referimos a los cuerpos geométricos como un lienzo perfecto para ejercer el acto de la contemplación. En seguida compartimos algunos para fascinarnos: