“Quitaos vuestras ropas,
desatad vuestras cabelleras;
quedaos como llegasteis aquí sobre el mundo,
virgenes, mujeres mozas”
Cantares de Dzitbalché, de Kay Nicté
Deseo y erotismo, dos nociones que invaden de emociones encontradas: por un lado, la inflamación del cuerpo que exige la liberación placentera de la tensión; por otro, el arrebatador torbellino de pensamientos que descargan gotas de culpa en los momentos de pasión. Dos fuerzas entre la naturaleza y lo social.
Desde la fundamentación de las premisas judeocristianas, nuestras sociedades se han caracterizado por las marcas de la culpa y la vergüenza de lo natural. Al cuerpo se le ha adaptado a lo artificial; y al erotismo, vulgarizado, empobrecido y maldecido. Sin embargo, ¿cómo era antes de la dominación judeocristiana sobre nuestros espíritus?
En México prehispánico, la conexión con la naturaleza humana era indispensable: era aquello que lograba mantenerse con lo divino. Por lo que el deseo y el erotismo eran regalos de los dioses para aminorar las penas de lo terrenal.
Xochiquétzal, Tlazoltéotl y Xochipilli eran dioses que encarnaban al erotismo a través del placer sexual seguro, protegido, balanceado. Si bien se castigaban las transgresiones –como el adulterio–, los dioses perdonaban los excesos:
“Oye bien hija mía, niña mia:
no es un lugar agradable la tierra…
Pero para que no estemos
viviendo en lloros por siempre,
para que no fenezcamos de tristeza los hombres,
él, Nuestro Señor,
se dignó a darnos la risa, el sueño y
nuestro sustento, nuestra fuerza,
nuestro brio.
Y esto más: lo terrenal, el sexo,
para que sea la reproducción.
Todo esto embriaga la vida sobre la tierra
para que nadie ande llorando”
Huehuetlatolli
Xochiquétzal, por ejemplo, era la diosa de las flores y plumas preciosas. Se cree que fue la deidad patrona de los tlahuicas, un pueblo náhuatl que vivió en las tierras del actual estado de Morelos. Desde entonces, se le identificó con un "plumaje de rosas", quien protegía a las sacerdotisas dedicadas a la prostitución ritual para los guerreros solteros. Se cree que las mujeres protegidas por la diosa Xochiquétzal se presentaban adornadas, proporcionando al hombre alucinógenos y afrodisiacos para estimular el apetito sexual, y así liberar de la tensión a los guerreros que partirían a la batalla.
“Yo te vine a dar placer, florida vulva mía
paladarcito inferior mío.
Tengo gran deseo del Rey Axayacatito.
Mira por favor mis cantaritos floridos,
Mira por favor mis cantaritos floridos:
¡son mis pechos!”.
Cantares de las mujeres de Chalco, poema de Aquiauhtzin de Ayapanco
Podría decirse que la sexualidad en épocas prehispánicas de Mesoamérica, es un matrimonio sagrado cósmico entre el Cielo y la Madre Tierra –siempre y cuando fuera consensuado, respetando los valores culturales–; una libertad por y para el amor hacia la naturaleza humana y su trascendencia…
Twitter de la autora: @deixismj
*1) BBC Mundo, 2) Pedro Tzontemoc, 3) PetiteMort