Como seres emocionales que somos podemos reconocer la presencia de nuestros propios sentimientos (voces). Cuando buscamos los canales que han detonado esas emociones (aunque es un proceso generalmente inconsciente) entonces muchas veces surge la poesía.
En prácticamente todas las culturas ha habido esta práctica literaria, y en general sus detonantes son los mismos elementos: la belleza, el amor, la melancolía… Ahí reparamos en que los humanos siempre hemos llevado una condición hermosa de subordinación a la propia existencia y a la naturaleza, y ello nos iguala, nos hace más parecidos de lo que creemos.
En la cultura wixárica la poesía ha sido, naturalmente, una práctica común, aunque como en las civilizaciones meosamericanas, se ha expandido más desde un método oral que de otro modo.
En la actualidad los poemas de la wixárica Angélica Ortiz, oriunda de Santa Catarina Cuexcomatitlá en Jalisco, profesora e investigadora del Departamento de Estudios en Lenguas Indígenas de la Universidad de Guadalajara, han ido tomando más presencia.
Su lírica lleva algo de inocente, de muy puro y lúdico. Habla de cosas comunes para ella, pero no para el grueso de las personas. De conocimientos que le transmitían oralmente, de sus costumbres comunitarias, desde luego, del amor; habla desde un lugar que se siente más fresco y real: como más primigenio.
Hasta ahora textos suyos han sido incluidos en Relatos huicholes, Reflexiones sobre la identidad étnica, Libro de lecturas de 2º y 3º grados en lengua huichola y también publicados en diarios como Voz del Norte o Nayarit Opina:
Compartimos 4 poemas, en lengua wixárika y en español que fueron previamente publicados en La Jornada:
Nemutatsuaka
Nemutatsuaka ’ena tetetsie nehakaiti
’ena netsuariya ’aixi ma’ane, ’aixi mitiutsuani,
nehixite ri kwinie mitihatika.
Tanaiti temuyetsuari hipati kwinie hipati yaki,
ne hiki kwinie nemireutsuamiki ’aimieme ’ena nemaka
netsuariyatsie ne’uyeniereti.
Heiwa tsepa pemikareutsuamiki pemitatsuaritiarieni,
tsi tsuariya mitatsikuweiyane tanuiwaritsie tamiiyatsie,
Tuukari mikaxuawe tsuaritsie mieme xeikia.
’Aimieme hiki nemutatsuaka mexi neyiwe,
mexi nehamarike,
mexi nehixite katiwawe.
Tsuariya mikayutua,
maiweti mi’ane, meiti’enietiyeika xeikia kemi’ane mitatsuaka,
tsi ta’iyaritsiepaiti hatineikati mi’ane
’aimieme xei ’ukai ’aixi retsuarieti ’aixi yeme kana’aneni.
Estoy llorando
Estoy llorando sentada aquí en esta piedra.
El llorar aquí vale la pena, se llora bien:
mis ojos ya están hinchados.
Todos lloramos por algo; unos poco, otros mucho,
hoy, lloro sin dejar de mirar a través de mis lágrimas.
A veces no quieres llorar, pero te hacen llorar,
el llanto nos persigue y morimos con él.
No hay día especial para llorar.
Por eso, hoy lloro, mientras puedo,
mientras sé llorar,
mientras mis ojos no se han secado.
El llanto no se vende,
el llanto es sagrado para aquel que lo llora,
y una lágrima bien llorada merece respeto por aquel que no la llora.
NENausi
Atsi pepikahaineni nenetapani seikia,
kataku ’aniuki tau hanutahitiani,
hiki tikali pitatsanukanama.
Pepikahaumaka, nekulika ’eki ’aku Nenausi;
tikali li peukuyeika, ya kuta tepiyini, ¡’au pi’i!
Neneupitia taxukuri tepitamani,
muwa ne’imiali nepitanuiya,
muwa ne’iili nepitakenikeyu,
nehatiyilati ’aha nepa’iniatakeyu,
’awewiya netemawieti nepiyiane,
neneupitia, ’eki ’aku Nenausi, nekulika, ¡’au pi’i!
Hiki li, tahikiate ’ikalitia temisewi
Ta’iteili li muyunuiwitiane,
tatuukali meuhane temi’iwiyani,
pepikaumaka li, ’eki ’aku Nenausi.
Mi Nausi*
No digas nada, sólo abrázame,
no vaya a ser que tu voz despierte al sol,
ahora que la noche nos cobija.
No tengas miedo, hermanita grande; sí, tú, mi Nausi.
La noche se desvanece pronto, hagámoslo ahora, ¡di que sí!
Deja que coloquemos el mismo xukuri,**
que ahí quiero tener mi semilla,
ahí mismo quiero también poner mi flecha,
que creciendo probará de tu agua.
Busco y persigo lo que tú sabes hacer,
tú, mi Nausi, mi hermanita grande, ¡di que sí!
Ahora ya somos uno bajo la noche,
nuestra semilla está creciendo,
en los días venideros lo habremos de cuidar,
ya no tengas miedo, tú, mi Nausi.
’Aniuki
’Aniuki nemaye’erietiyeika
Tatewarí aurie ne’utikaiti.
’Eki ’auwenitsie
neta ne’itsitsie.
Nemikaramate ketipaimexia titi
nemireuku nemetsita’enieti,
ya titi ’a’ixatsika
neheinitsita paiti nemetima.
Nunutsi yu’iyarita pai
’a’imiari mukaxei.
Hiki miki ’emutewi, mitikema ri.
’Ahepai ’uwenitsie mitiutiyeixa.
Yutiiriyama mitiwaruti’ixatsitiwa,
me’ita’enieti memeukukutsu.
Miki mi’ane mikawaranutahitiwa,
tsi miramate kename ’ixatsikaya
wareukutiwati waheinitsita paiti
’ukateteke ’u’iwieximeti.
Tus palabras
Recuerdo tus palabras,
sentados junto a Tatewarí.***
Tú, en tu equipal,
yo en mi petate.
No recuerdo cuántas veces
me dormí escuchándote,
tus palabras
se seguían grabando en mis sueños.
Como semillas
las dejabas caer
sobre mi corazón de niña.
Ahora ha crecido y tiene sus propios poderes.
Igual que tú se sienta en su equipal.
A sus hijos entrega su palabra,
y éstos se duermen escuchándolas.
Jamás los despierta,
sabe que sus palabras
penetran en los sueños
como semillas.
Kenaniukani
Pemikanetseuyeiwa pemaine,
’ahixite yiki pita haitikaikaku titi.
’Ahixite meri mutiniuxia,
neheki ma’ukaiyataxi.
Tanaiti temite’itawa;
tsepa aniuki kemaine mikatiyuritini.
’Ahixite pita xeikia nemixeiyani,
kepauka pemineti’itaiyani.
Xika ke ’ahixite ’aniuki pai ’utiyuani,
’ana ke yuri nemitita’eriekaxiani.
¡Meriki tsepa! Kenaniukani, kenaniukani…
Sigue hablando
Dices que ya no me quieres,
cuando tus ojos dicen lo contrario.
Fueron tus ojos los que hablaron primero,
por mí derramaron sus lágrimas.
Todos mentimos.
Cuando habla tu boca nada es cierto.
Mi vista se fija bien en tus ojos
cuando tratas de engañarme.
Hasta que tus ojos logren decir lo que tu boca,
empezaré a creerte.
¡Qué importa! Sigue hablando, sigue hablando…
Tuaxa xawari
’Ahixie nemutinuiwaxi,
netsuari pemu’eni tikariki
’axawari ne’itari matia
mexi metseri tanierekai.
’Aheima tuukari neukakikani ke ti
yaxeikia petitse’iti takwa pemuwe.
Ta’ukitsiema wa’iyari pe’anumaiti pemitiwe
’ahetia nuiwakate temi’ane.
Ketipaimexia ne’utatsuakame peminetiuxei,
’ana nunutsi tsuarieya pemitiu’eni,
hiki ’ukaratsi tsuarieya maniuka, neu’eni.
’Eki tuaxa, ta’ukitsiema wananá pemihiki,
’axawari neuxatia.
Hojas de roble
Nací bajo tu mirada,
escuchaste mi llanto en la noche,
tus hojas fueron mi estera
mientras la luna observaba.
Aunque los años pasan sobre ti,
sigues parado igual de fuerte en el patio.
Conoces el pensar de Nuestros Padres,
nacimos bajo tu follaje espeso.
Cuántas veces me habrás visto
llorar bajo tus ramas;
entonces era un simple llanto de niña,
ahora el llanto es de una mujer que habla.
Tú, roble frondoso, raíz de mis antepasados,
ofréceles tu nutrida sabia.
*Imagen:elagora.com.mx