Al norte de México, en la región de Sonora, habita una etnia cuya existencia, desde épocas prehispánicas hasta hoy, se debe a su extraordinaria supervivencia a pesar de los cataclismos sociales que han enfrentado. Se trata de los Conca’ac (que se traduce como “la gente”), también conocidos como seris, una tribu con peculiaridades que sorprenderían a cualquier pensamiento y lógica modernas debido a su idílica forma de regirse por la armonía de la naturaleza.
Los conca’ac, son un de los pocos pueblos que en la antigüedad mantuvieron un orden donde la figura de líder en la tribu no existía. Han logrado mantenerse a pesar de sequías, exilios e incluso la conquista, tiempos en donde no fueron evangelizados por la iglesia católica –tal vez sea por ello que hoy son una de las razas más prístinas que habitan México. Es una tribu que lo arriesga todo para vivir lo más apegado posible a sus costumbres primigenias, ligadas en todo momento a la armonía y culto a la naturaleza, y esto de cierto modo, los sitúa en una especie de utopía real.
Pero los seris no sólo ejemplifican una forma virtuosa de vivir en armonía, también evidencian esa armonía por medio de sus cantos. Ya de por sí esta etnia es la autora de una “lengua aislada”; su origen aún no ha sido comprobado y, según se cree, ha permanecido genuina desde su existencia. De hecho, a pesar de que muchos de sus pobladores son bilingües, es más común encontrarse con nuevas palabras adheridas a su lenguaje –el cmiique iitom– que la incorporación de modismos del español a su léxico.
Los cantos seris son muy variados, los hay casi para cualquier tipo de eventualidad: para las victorias, para el luto, para el baile, como elogio a la mujer y también hacia la naturaleza. Sin embargo, los más extraordinarios son si duda los creados para sanar: hacáatol cöicoos. Estos cantos sólo pueden ser realizados por chamanes que han pasado primero por un rito de iniciación. Los poderes curativos de dichos cantos, son objeto de investigación de academias como la del Departamento de Psicología y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora. Otila Caballero Quevedo, investigadora del mismo, nos hace un estudio a detalles fundado en la etnomusicologia, la musicoterapia y la antropología lingüística, ramas en las que se desarrolla su trabajo titulado El poder del canto: formas de curación entre los conca’ac” (seris).
Para estos cantos no hay un ritual en una fecha especial, se realizan cuando alguien lo solicita y el curandero y el paciente se aíslan a un lugar o espacio liminal, o espacio que enmarca otras dimensiones, como la orilla del mar, el monte en el atardecer o amanecer, advierte.
Pero, como en casi cualquier otro rito chamánico que involucra la presencia de espíritus, resulta arriesgado llevar a cabo las sesiones, puesto que se atraen fuerzas que pueden curar o también pueden hacer daño, según los campos energéticos de las personas. Y por ello es que a estas armonías se les ha llamado entre la tribu los “cantos de peligro”.
En el mundo existen numerosas formas de sanar a través del sonido, y una de las más ancestrales es la del canto, el sonido producido a través de las cuerdas vocales que, según los ritmos, tonos o variaciones de éste, propician estados diferentes en la mente, el cuerpo y el espíritu. La evocación y la invocación son factores igualmente importantes para una sesión sanadora consagrada a base de canto, y en el caso de los cantos seris, se acostumbra repetirlos cuatro veces (el número sagrado de la tribu).