Cuando uno se decide a seguir una dieta, muchas veces está respondiendo a los argumentos clásicos, relacionados con la salud y el peso; recuperar la identidad nacional no suele ser una razón común para modificar la forma en que comemos. Además, en la contemporaneidad, ese argumento se nos podría quedar un poco corto, porque de alguna manera, comemos apegándonos a los hábitos ligados a nuestro estilo de vida y estos responden a nuestras identidades. Pero la forma en que comemos no es siempre la más sustentable.
Ante el alza de la popularidad de dietas que se consideran amistosas con el medio ambiente (como la vegana, vegetariana y crudivegana) vale la pena preguntarse si la forma en la que comemos y los productos que consumimos tienen alguna correspondencia con el entorno que habitamos.
Si lo pensamos un poco, mucha de nuestra gastronomía tradicional sí está pensada para aprovechar los deliciosos recursos que nos ofrecen las tierras mexicanas. En este sentido, vale la pena recuperar las recetas que conforman el amplio repertorio de la comida mexicana y, por qué no, darle un sentido amplio al ejercicio de consumir lo que ha alimentado a los mexicanos por muchísimas generaciones.
La dieta de la milpa se propone en esa tensión entre volver a utilizar el saber local sobre la comida, procurar un consumo que se equilibra con el entorno y alimentarnos sanamente. En este libro (que puedes descargar gratis aquí) se propone que la dieta de la milpa se adapte a las características culturales y naturales de las diferentes regiones del país. A diferencia de otras dietas que se dicen sustentables, esta es muy flexible; sin embargo, al centro está la milpa.
La milpa es una parcela de siembra, pero no se trata sólo de maíz, la idea de la milpa es ser un policultivo y estar rotando los productos que se van a cosechar. Esto responde a no sobreexplotar el terreno, respetar las estacionalidad de los cultivos y variar el consumo. El maíz, el frijol, el chile y la calabaza, son los cuatro productos centrales en la milpa. Pero lo más interesante de esta dieta es que se propone como un estilo de vida. Así que la vida sustentable se despliega no sólo en lo culinario y la alimentación, la intención es que lo lleves a muchas acciones de tu día a día.
Estas son algunas de las recomendaciones curiosas que propone la dieta de la milpa y son una buena forma de empezar a seguirla:
Alimentar a los infantes menores de dos años con leche materna.
Hacer ejercicio todos los días y limitar el consumo de aguacate, tortillas, frutas y tubérculos si no gastas mucha energía durante el día.
Consumir bebidas alcohólicas locales y saludables, en poca cantidad.
No limitarse a la milpa y consumir productos derivados de actividades asociadas, como la ganadería de monte, los insectos y las plantas medicinales.
No comer cosas industrializadas, como algunos lácteos o aceite. En otras palabras: olvídate de las fritangas.
Comprar productos locales y de temporada en mercados.
Sembrar tú mismo.
Ser flexible con tu alimentación, comer cosas de otros lados a veces, para que sea realmente sustentable.
Si quieres comer más sano, en conexión con el medio ambiente y disfrutando de las riquezas que te regala la tradición, no necesitas comprar super alimentos importados. Se trata de darle crédito a los sabores que alimentan algunas de tus memorias más íntimas y familiares: los de la comida mexicana.
*Imagen: xiroro – flickr