En alguna medida, la sociedad mexicana se ha distinguido históricamente por su espíritu revolucionario. No obstante, a principios del siglo XX, resultaba difícil romper con los prejuicios respecto a drogas como la marihuana y otras sustancias –fenómeno que lo mismo ocurría en casi cualquier otra geografía–.
Y es que la marihuana era vista ya desde el Santo Oficio de la Inquisición como una herejía, y a los criollos causaba espanto el efecto que esta planta tenía sobre los indígenas, quienes tuvieron contacto con el cáñamo cuando, en algún indeterminado momento, éste cruzó el Atlántico y llegó a América.
Esta planta era vista por los nativos tanto como una “hierba para tejer” (malli) como para “alterar la mente, el cuerpo o la percepción” (huana), palabras que forman la palabra marihuana, de origen náhuatl, y que define los usos que los indígenas le daban.
Y aunque en la primera década del siglo XX fue usada con fines medicinales, pronto su uso se vinculó con la clase baja, con indígenas, soldados, jóvenes y demás potenciales “viciosos y criminales”, siendo penalizado su consumo en 1920. No obstante, fue durante los fugaces días de febrero a julio de 1940 que algunos decidieron ir a contracorriente de esos prejuicios en México, abriendo con ello el debate sobre la necesidad de legalizar la marihuana y otras drogas.
La mente detrás de esto fue un genial médico duranguense nacido en 1898 de nombre Leopoldo Salazar Viniegra, quien fuera el Secretario de Salubridad durante el sexenio de Lázaro Cárdenas del Río y que por su actuación al frente de dicha secretaría es hoy considerado todo un gurú de la legalización en México.
El doctor Salazar Viniegra tenía ya experiencia antes de ocupar su puesto gubernamental, pues había dirigido el manicomio de la Castañeda, trabajando después en el anexo Hospital de Toxicómanos que estaba al lado del famoso manicomio. Este hombre instó desde entonces a sus compañeros para separar mitos y realidades en lo que concernía al uso de las drogas, viendo mucho de prejuicio en lo que se decía al respecto.
Se dice que Viniegra incluso experimentó con sus colegas, haciéndoles fumar marihuana para comprobar que ésta no prvocaba las reacciones sicóticas que le atribuían ni generaba la adicción que se decía. Ello le sirvió para escribir y publicar su artículo, El mito de la marihuana, mismo que permitiría abrir el debate de manera científica en el país.
La despenalización y el uso médico
Así, impulsado por Salazar Viniegra, y poco antes de que terminara su periodo presidencial, Lázaro Cárdenas firmó el decreto que permitió el uso y distribución de drogas para tratamientos médicos. La medida incluía que la dependencia a las drogas se tomara como un problema de salud pública, y que se ayudara profesionalmente a los toxicómanos en lugar de criminalizarlos.
De esta forma, todos aquellos quienes habían entrado en contacto con las drogas a partir de la fuerte distribución que hacían los traficantes como Lola la Chata, podrían optar por usar los curiosos y raros dispensarios para toxicómanos que se pusieron en marcha, en los cuales podían obtener dosis de droga que era inyectada por un médico. Uno de estos dispensarios se encontraba en la calle Sevilla número 22, y ahí acudían por dosis de morfina, heroína y marihuana más de 500 personas al día.
Otra medida fue la de usar drogas como el opio en la fabricación de medicinas. En las boticas se podían encontrar remedios para la depresión y anestésicos e incluso tónicos para la tos que incluían opio como ingrediente principal. Así, las drogas usadas bajo control médico marcarían el principio de un proceso en el cual se buscaba combatir, integralmente, el problema de salud que implicaba el uso irresponsable de las drogas y enervantes, así como la violencia que el tráfico ilegal estaba comenzando a representar, cuyo monopolio fue frenado por estas medidas que le echaron a perder su mercado.
El papel de la marihuana en el debate
La marihuana fue una de las sustancias despenalizadas durante este proceso, pero fue la injerencia norteamericana la que puso fin a esta radical política, misma que ya había comenzado a tener resultados palpables en los efímeros seis meses que duró. Y es que Estados Unidos vio a tal grado amenazado su mercado de drogas (sobre todo de morfina), que dejó de exportar fármacos a México, y amenazó al gobierno del “Tata” con dejar de comprarle plata y otras materias primas. Así, por Decreto Oficial del día 3 de julio se pospuso la medida, la cual ningún otro presidente volvió a retomar.
De un día para otro cerraron los dispensarios para toxicómanos y los doctores volvieron a las funciones que tenían antes, mientras que los negocios de traficantes como Lola la Chata volvieron a bullir en éxito tras este lapso en la historia de México que, visto en retrospectiva, es difícil de creer.
Queda a la imaginación pensar qué sería de México hoy si se hubiera seguido con las medidas que aconsejó el doctor Salazar Viniegra quien, no obstante, creía que el mejor destino que el hermoso árbol cannabico podía tener era el de ser "una rica fuente de abastecimiento de fibras textiles". Quizás porque le faltó tiempo para ver que se trata de una planta mágica con múltiples propiedades y cuyo consumo es incluso curativo, pero siendo el gran detective que era, curioso y crítico, seguramente hoy se dedicaría a develar las mentiras que odiaba más que a nada: aquellas que de tanto repetirse se han convertido en verdad.
*Referencias: Drogas fueron legales unos meses
Entrevista con el doctor Leopoldo Salazar Viniegra
*Bibliografía: Astorga, Luis, El Siglo de las Drogas, Debolsillo, 2016, México