Sin importar a dónde se vaya, la marca de México está en nuestra piel. Recuerdo que en un curso en Europa, mis compañeros se sorprendían de mi procedencia. La mayoría decían que adoraban México porque alguna vez habían visitado Playa del Carmen o Cancún; otros, después de recordar ese lugar paradisíaco para los extranjeros, preguntaban, entre morbo y preocupación, si era verdad lo que las noticias decían sobre la tasa de criminalidad.
Yo quise romper todos los estereotipos que desgarran a mi país, que dejaran de mirar a México con desconcierto, lástima e inclusive miedo. Sentí como si nos colocaran en un papel de víctimas que necesitan ser salvados –otra vez– por "una sociedad más civilizada".
Mientras hablaba, no podía negar que México sufre por sus guerras e injusticias. El gobierno, la corrupción, los cárteles de droga, el abuso a comunidades rurales, la violencia de género, discriminación, la hambruna, pobreza extrema y la ignorancia. Son varios factores los desarrollan detrimento de un país tan rico y poderoso. Sin embargo, para este grupo de psicólogos europeos, México era un país que no puede cuidarse por sí solo. Y yo estaba dispuesta a cambiar esa perspectiva, porque México dejó de "ser la chingada", aquella que está abierta, que se deja violentar, que se deja someter.
De acuerdo con la teoría, ante un abuso constante y prolongado en donde nadie ayudó y nadie hizo nada, un individuo internaliza la vergüenza y la culpa. Él o ella se encarga de reproducir lo que vivió pues no conoce que existen otros modos de relacionarse, de vivirse ni de liberarse. Supongamos en el caso de los niños que nacen en las cárceles mexicanas. La ley mexicana permite que los niños vivan con sus madres en la prisión hasta sus seis años de edad, lo cual genera que haya más de 300 pequeños en las prisiones de todo el país. ¿Qué realidad van a internalizar esos niños si no es a través de la normalización de la criminalidad y el abuso de poder? En la mayoría de los casos, salen de la cárcel para regresar a la misma. Es un círculo vicioso sin fin.
Sin embargo, basta una una persona que muestre empatía, que valide sus emociones, que le facilite el aprendizaje, que le brinde una sensación de protección interna y externa, que favorezca la motivación, para que ese círculo comience a romperse… Y ese es el trabajo de Saskia Niño de Rivera, directora de la organización no-gubernamental Reinserta un Mexicano y directora de la Conexión Penitenciaria para la Comisión Nacional Antisecuestro.
Niño de Rivera tiene 27 años, y ha logrado ganarse el respeto de los guardias y oficiales de la prisión, del gobierno y sus abogados. Ella, con su sensibilidad y fortaleza se ha convertido en una autoridad entre el sistema penitenciario mexicano y la inseguridad que alberga en el país. Su objetivo es educar tanto a los niños como a las madres en las cárceles, y así prevenir que los pequeños regresen a prisión en un futuro.
Para ella, el verdadero problema de México es la inseguridad, derivado de un sistema penitenciario ineficiente. Esto ha hecho que ella luche por un espacio reeducativo dentro de las prisiones, haciendo consciencia sobre los efectos del secuestro, asesinatos y tráfico de drogas, creando posibilidades de reintegración a la sociedad, brindando herramientas para mejores oportunidades de vida. Al brindar este recurso empático, los niños de las mujeres en prisión abren sus caminos, minimizan el riesgo de convertir el crimen como único estilo de vida. Por ejemplo, cuando se trata de adolescentes que están a punto de salir de la prisión, los ayuda a reintegrarlos en las escuelas y a comenzar sus propios negocios; como es el caso de Felipe, quien cumplió tres años de prisión por robo, ahora cuenta con un pequeño negocio de frutos secos y una beca para estudiar en una escuela privada. En sus palabras, Niño de Rivera y su equipo salvaron su vida pues "el mundo del crimen sólo tiene dos caminos: el de la cárcel o el de la muerte."
Los resultados son evidentes. Hazael Ruiz, la secretaria del sistema penitenciario en la ciudad de México, explica que los cambios son intensos: "Los niños muestran un mejoramiento en su conducta, y las mujeres se han convertido en mejores figuras de crianza." Niño de Rivera está convirtiendo la crianza en las prisiones de algo siniestro a proactivo, educativo, seguro.
Y esto es lo que quise transmitirle a ese grupo de psicólogos del Viejo continente: esta admirable lucha de los mexicanos por crear cultura de proactividad, resiliencia y cuidado. Es algo que necesita saber el mundo, que no somos víctimas ni victimarios. Somos fuertes, y con personas como Niño de Rivera y su equipo, nos volveremos más fuertes.