Mientras en Cannes se desprende glamour, fama, y quizá los medios cubren más la farándula que el contenido del cine presentado en el festival cada año, el cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu desentonó gratamente este año con una instalación de realidad virtual instalada en el aeropuerto de esta ciudad, creado, lujosamente, para avionetas.
La instalación de Iñárritu, así, contrasta con una parafernalia de lujo y "alta sociedad". El nombre de esta pieza es Carne y Arena y fue acoplado en un hangar del aeropuerto que muestra un lado más profundo, real y que incita a la reflexión y "concientización" de lo que muchos viven en este mundo. Este cortometraje está actuado por inmigrantes reales que vivieron la historia del corto, y manifiesta las emociones que bien conocieron cuando cruzaron el desierto.
En la historia, durante 6 minutos y medio, un grupo de inmigrantes mexicanos y centroamericanos, a mitad del desierto, atraviesan arduas circunstancias climáticas, luego consiguen atravesar la frontera, pero, finalmente, y con la desesperación que conlleva, son aprehendidos por la policía fronteriza. El que los actores hayan vivido estas circunstancias, le imprime un toque de acercamiento muy importante. Iñárritu para El País comparte:
La inmigración la llevo dentro, yo mismo lo soy. Ya en Babel y, en menor grado, en Biutiful, traté el tema. Pero quería ir más allá, recordar que esta gente no es una amenaza, sino una oportunidad. Para México, son la segunda fuerza económica, tras los ingresos que genera el petróleo”. (…)Hablé con varios inmigrantes y de sus experiencias en la travesía y de los detalles que me expecificaron escribí, rodé -con la ayuda de Emmanuel Lubezki, mi director de fotografía- y monté esta secuencia. Para cada visitante la experiencia es única, creo que catártica y emotiva”.
Como parte de la instalación, en la tercera habitación aparecen retratos y un relato de la vida de las personas que forman parte del corto. También hace uso de una valla metálica que el ejército estadounidense usó en la guerra de Vietnam, luego la desmontaron y emplearon como parte del muro fronterizo, entonces Iñárritu decidió usarla para esta instalación.
También está conformada por un cuarto donde yacen desplegados decenas de zapatos que pertenecieron a migrantes que murieron en el desierto. A la entrada los visitantes deben quitarse los zapatos y calcetines, al llegar al “mar” de zapatos la emoción es desconcertante y conmovedora.
Necesitaba hacer algo que fuera acorde con lo vivido con ellos, que su realidad fuera relevante. Y que, a pesar de todo el aparataje, en la pieza la humanidad eclipsara la tecnología. Hoy, toda realidad es tergiversada, hablamos de inmigrantes cuando son refugiados. Como no quería cerrar mi visión, el momento onírico recuerda que para unos hay océanos y para otros, desiertos.
Carne y arena (2017) se presentará en el Centro Cultural Tlatelolco de la Ciudad de México, a partir de agosto de 2017.