A lo largo de las montañas, lagos y haciendas coloniales, los llanos de Apan, Hidalgo, resaltan los vestigios de épocas ancestrales desde la colonia de Teotihuacán hasta la reivindicación de la Revolución Mexicana. Sólo a través de recorrer sus calles y montañas, platicar con los residentes y conocer sus tradiciones, logré descubrir la emoción que hacía llorar a mi abuela al recordar su lugar de nacimiento.
La particularidad de Apan, que viene del náhuatl y quiere decir "sobre/en el agua", es la mezcla de su cultura, la adaptación que ha elaborado a través de los tiempos: desde los vestigios de los toltecas de Tula, la evolución con las prácticas colombinas hasta la formación de un nuevo pueblo durante la época revolucionaria. Es curioso que inclusive su nombre represente el poder de resistencia del lugar, pues se ha llegado a decir que se le llamó así desde que los lagos de los alrededores solían inundarlo constantemente.
Aún en la carretera para Apan se deslumbran ruinas de épocas toltecas o hermosas haciendas que datan de la época de la colonia. Incluso, en las calles del pueblo se ven reflejados los homenajes a los magueyales del pulque –a lo largo de los haciendas, kioscos y monumentos–; sin mencionar los relieves de las cuencas de México, que fueron anteriormente ocupados por los lagos de la cercanía.
Mientras que la zona apenense del centro, posee los primeros lugares que fueron sometidos al dominio español, cuando Hernán Cortés intentó huir del ejército mexica la Noche Triste el 7 de junio de 1520. Esta conquista duró tan sólo un mes, pues el 8 de julio de ese mismo año los españoles salieron de Apan y del territorio azteca.
Durante los años venideros, sino que siglos después, el Alcalde Mayor de Tepeapulco, Tlanalapa y Almoloya habitó en Apan. Desde entonces, la comarca se convirtió en uno de los principales puntos de producción agrícola y ganadera, lo cual provocó el incremento de haciendas de señoríos, la reconstrucción de templos y conventos, y la formación de numerosos ranchos. Fue así que a finales del virreinato, Apan se constituyó como una de las poblaciones más importantes de la región, siendo el surtidor de los mercados más importantes, el productor de ganado en gran escala, el poseedor de 35 haciendas y medio centenar de ranchos de españoles, criollos y mestizos; tales como Ocotepec, San Isidro, Tetlapayac, Tepozán, Tlalayote, Coyuca, San Jerónimo, Pozo Mota, etcétera.
Entre las construcciones más importantes de la época se encuentra la Parroquia de La Asunción, la cual se realizó entre los siglos XVII y XVIII. Actualmente se le reconoce como una joya del barroco mexicano, cuyos tres medallones –con el escudo y dos emblemas de la orden– representan la continuidad del esplendor del pueblo sobre los llanos.
Eventualmente, cuando la guerra de la Revolución Mexicana explotó, los dueños de las haciendas cambiaron su residencia hacia la ciudad de México, Puebla, Tulancingo y Pachuca, y los grupos revolucionarios que cruzaban por la zona impusieron préstamos forzosos. Esto logró que los mercados para los productos se redujeran, salvo el del pulque –lo cual hizo que Apan se convirtiera en el nido de esta bebida prehispánica–. Al grado inclusive que una de las fiestas tradicionales más importantes del municipio, la Feria del Maguey y la Cebada, que coincide con la Semana Santa. Es en esta bestia que se muestran artículos de fibra de maguey, expendios de pulque y alimentos elaborados con base de cebada, antojitos y numerosas bebidas; mientras que se realizan eventos de charrería, así como la venta de vestuarios y elementos típicos de estos cowboys mexicanos.
Además de recorrer la zona hacendaria, una de las opciones es visitar el mercado. Ahí, además de encontrar comida deliciosa y típica de la zona, como tamal de charal y huachinango relleno, hay paneras, canastas, aventadores, corbatas de articela, chapetones para sombrero de cerda, maceteros de fibra de nopal deshidratado, etcétera. Sin mencionar que, al incursionar en el interior, se encuentra una mercadería cuya estructura es la misma de la época revolucionaria, en donde se venden productos derivados del maguey y nopal, gusanos blancos, chinicuiles, escamoles, gualumbos, huitlacoche, quelites, pan de pulque y pan de nuez, dulces de acitrón, calabaza y nuez…
Aún en la actualidad, hay momentos en que la dimensión del tiempo se expande hasta jugar con la memoria, principalmente cuando se está recorriendo el campo y comienza a escucharse, a lo lejos, un tren que atraviesa el pueblo. Llegar corriendo hasta las vías del tren, y comprender la razón por la que mi abuela, a sus 15 años, corría para ver el tren como manera de vivir un poco de emoción.
*Imágenes: María José CA; 3) WikiCommons; 6)apan-hgo-mex.blogspot.mx