La naturaleza tiene lenguaje y el artista mexicano Ariel Guzik lo sabe. Este hombre consiguió quizá su obra maestra con Cordiox, elegida para representar a México en el 2014 en la 55 Bienal de Venecia. Desde hace muchos años este artista, pero también inventor y estudioso de las vibraciones emanadas de diversos fenómenos, ha indagado en el mundo natural, desea descubrir su lenguaje y nos lo hace presente a través de magnéticos sonidos.
En 1995, por ejemplo, creó Espejo Plasmaht, un instrumento de cuerda que entra en resonancia con las vibraciones de los seres que se aproximan a él, produciendo melodías naturales. Por su parte, Cordiox, es un asombroso instrumento de 180 cuerdas que lleva un "corazón" de cuarzo; este capta las vibraciones del sitio y la manera como la energía está distribuida en el lugar. Así, va creando sinfonías espontáneas producidas por el mismo ambiente del espacio donde se encuentra.
Guzik ha hecho audibles también las ondas cerebrales, la luz solar y el crecimiento de la vegetación. En 2007 creó Nereida, un cilindro de cuarzo que sumergió en el Mar de Cortés, con el que buscó establecer una comunicación directa con delfines y ballenas grises.
Este mexicano es un artista y quizá sobre todo un humano asombrado por el mundo inmaterial, al cual nos acerca de una hermosa manera: con la música.
En 2011 presentó en Guanajuato Concierto para Plantas, una instalación donde una planta, por medio de electrodos, está conectada a un laud (un instrumento de la Edad Media) traduciendo las vibraciones de la planta en música que va dirigida a un grupo botánico: música hecha de plantas para las plantas.
*Imagen:archive.aec.at