Poco antes de que en 2014 el prestigiado grupo de rock experimental Blonde Redhead terminara su cuarto álbum Barragán (luego de 4 años de no haber publicado uno nuevo), la agrupación visitó México en una gira.
La cantante del grupo, Kazu Makino, admiradora del icónico arquitecto mexicano Luis Barragán, decidió visitar la casa donde vivió este sensible artista. Luego del recorrido, que confirmó más aún su gusto por su trabajo abstracto, minimalista, e improbablemente rústico, Makino quedó encantada y se repitió el nombre de Barragán en numerosas ocasiones durante el viaje, finalmente, decidió dedicar este album al arquitecto. En una entrevista para The European, comparte:
Cuando estábamos por terminar el álbum, fuimos a tocar a México. Yo conocía el trabajo de Barragán pero realmente no conocía el hombre detrás de este, y de verdad no sabía por que me gustaba tanto. Él amaba los caballos, y todo lo que yo había visto de su trabajo tenía caballos en él, quizá era por eso. Pero luego, tuve la oportunidad de caminar a su casa, donde vivió y murió, y ahí entendí quien era él. Me encantó su trabajo, y también, el sonido que hace su nombre.
El resultado de la primera parte del álbum es minimalista (aunque con un algo rústico); la primera canción con guitarras nos recuerda lo desértico y elegante que hay en el trabajo de Barragán, así como sus espacios: lejanos, pero, a su vez, cálidos, e incluso lúdicos.
Luego vienen los clásicos ajustes de Blonde Redhead, como sonidos de tuercas, envueltas en la dulce voz de Makino. Luego regresa el minimalismo con sonidos de ecos- el disco recuerda también al trabajo de este arquitecto, que cambia según el ángulo donde uno se encuentra. En su fase final va poniéndose más experimental, y la última parte musical vuelve a bajar, muy tranquila, dulce, muy a lo Blonde Redhead.