A unos veinte minutos de San Cristóbal de las Casas se ubica un pequeño pueblo llamado San Juan Chamula. El sitio está habitado por una comunidad tzotzil, famosa por su bravura y por el fervor con que, sincréticamente, ejerce sus creencias religiosas. Aquí no entra la policía municipal, no se pagan impuestos ni se acostumbra el cambio de horario. Además, los foráneos deben dejar el lugar alrededor de las seis de la tarde.
Al llegar al lugar lo más probable es que termines conducido, ya sea por razones prácticas o metafísicas, hacia la plaza central, donde además de encontrarte con vistosas artesanías, hallarás la iglesia del pueblo, dedicada a San Juan Bautista. Pero a diferencia de la mayoría de iglesias que conoces, esta reboza en notables, inolvidables, particularidades.
Para empezar no hay bancas en su interior, ya que los locales acostumbran rezar hincados. En cambio, notarás hileras o cúmulos de velas encendidas, cuya luz contrasta con una semioscuridad omnipresente que impregna la atmósfera de misterio. En las paredes destaca la figura de distintos santos, solo que a diferencia de su atuendo tradicional algunos portan vestimenta indígena, y todos están adornados con espejos y cintas de colores.
Pero más allá de las peculiaridades arquitectónicas o decorativas de esta iglesia, lo verdaderamente hipnótico del recinto radica en las prácticas que ocurren en su interior. Empapadas de sincretismo hasta la efervescencia, las oraciones y ritos que aquí se practican implican la inmersión total del devoto –los murmullos se entretejen hasta adormecer el ambiente en una especie de manifiesto onírico. Aquellos que acuden a orar entran literalmente en un estado de trance, meciéndose rítmicamente sobre sus rodillas, envueltos en humo de copal u otras resinas, arrodillados frente a velas y, en algunos casos, bebiendo gaseosas, sobretodo Coca Cola, para entrelazar sus plegarias con eructos. Según la creencia local, este ayuda a expulsar los malos espíritus que habitan dentro de uno y, una vez acelerada la purificación, entonces se facilita la la comunicación con los santos a quienes se está encomendando.
También se conciertan en su interior consultas de chamanes o curanderos (en su mayoría mujeres) con pacientes que buscan sanar alguna dolencia física o espiritual. Así que es común atestiguar extrañas dinámicas entre dos o más personas. Además, con frecuencia se realizan rituales, generalmente asociados a limpias u ofrendas, durante los cuales incluso se registran sacrificios de gallinas como una ofrenda a los santos. Sobra decir que cualquier intento por describir la atmósfera que abraza este lugar está condenado a la insuficiencia.
La intensa mixtura de creencias que confluye en San Juan Chamula resulta de un influjo católico, producto de la evangelización durante la colonia, en coexistencia con un tenaz misticismo originario, en este caso maya. Y si bien la religión en México difícilmente escapa una cierta dosis de sincretismo, en este caso las raíces prehispánicas cedieron mucho menos terreno, lo que resulta en una surreal, y única, manifestación de la religiosidad de un pueblo.
* Imágenes: 3) Efecto Chiapas