Si las personas, en una sociedad individualista, aprendiésemos a hacer comunidad, quizás muchas situaciones adversas podrían mejorarse. Uno de estos casos es hoy visible como una gran lección y es protagonizado por Talea de Castro, un pueblo oaxaqueño situado a unas cinco horas de la ciudad capital del estado.
En el 2013, con la ayuda técnica de dos extranjeros, del estadounidense Peter Bloom y de un italiano, los habitantes de Talea de Castro instalaron una antena telefónica financiada por la propia comunidad a través de una cooperativa local.
Se trató de la primera comunidad en México en hacerse de su propio servicio telefónico. En un mundo como el actual, para miles resultaba increíble que una comunidad en Oaxaca estuviese aprovechando sus propios recursos sin una corporación de intermediaria. Lo más curioso es que la comunidad debió hacerse de su propia infraestructura pues las compañías comerciales consideraron demasiado costoso llevar el servicio a solo 2,500 habitantes.
Como afortunadamente ha sucedido en los últimos años con grupos minoritarios, estos hicieron uso de un recurso legal, que ahora, en julio de 2016, les ha resultado en una concesión para administrar su propia telefonía, por primera vez en todo el mundo manejada como un servicio, más que como un negocio. Esta red será administrada por Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias A.C por y para indígenas en 16 comunidades; el potencial a cubrir es de 356 localidades.
Este caso ha sido retomado internacionalmente pues no es uno aislado, representa una semilla de un cambio de paradigma urgente, la necesidad de volver a ver las cosas sin una mirada meramente mercantil, y la poderosa arma en que resulta el hacer comunidad para conseguir fines sociales.
Como apunta The Guardian, "El mes pasado Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias ganó una larga batalla con el gobierno para convertirse en el primer grupo sin fines de lucro en conseguir una concesión para telefonía móvil."