En los tiempos más recientes, de las comunicaciones digitales, uno de los estados mexicanos que siguen causando una gran inquietud para el viajero, es la península de Baja California; sigue siendo una tierra por explorar. Es una tierra y una cultura distinta al México continental.
Después de la Conquista de México, el mismo Hernán Cortés ya retirado y nombrado Marquéz del Valle de Oaxaca, no se aguantó el deseo por encontrar la mítica Isla carolina, de explorar esa tierra gobernada por mujeres, el mito de una riqueza en oro y perlas gigantes, una tierra de la cual se hablaba en libros de caballería, en los libros que causaron locura en Don Quijote, Las sergas de Esplandián, y La canción de Roldán, entre otras. Así, exploró Fortún Álvarez, hace casi 500 años, y encontró lo que hoy es la península, más tarde el mismo Cortés exploró las costas de Sinaloa y Sonora, hasta el Río Colorado y bajó por las costas peninsulares, hasta fundar lo que ahora es la ciudad de La Paz.
En el presente, explorar la tierra mítica, significa recorrer 1,653 kilómetros de distancia, desde San José del Cabo a Tijuana. Significa desierto, oasis, playas solitarias, parques nacionales, cielos nocturnos que fascinaron al cosmógrafo real, a Eusebio Kino, unos cielos que merecieron el observatorio de San Pedro Mártir; venados, borregos cimarrones, sus ballenas y sus islas en el mar Pacífico, pero además la costumbre de la gente, la que ya existía en cada zona y cultura que se ha ido creando en ensamble, en mestizaje producto de distintas migraciones, de distintos tiempos y de distintos grupos étnicos y sociales. La riqueza culinaria va desde las recetas prehispánicas, como el atole de bellota, hasta los platillos que le han dado fama a la langosta de Puerto Nuevo, a los vinos del Valle de Guadalupe.
La frontera norte es la zona más poblada de Baja California, una franja que tiene a Mexicali como capital, a Tijuana con una urbe moderna y progresista, al Pueblo Mágico de Tecate, a Rosarito que es una comunidad multicultural y multiétnica, y a Ensenada, en su puerto y en sus 26 delegaciones.
Entre todas sus bellezas, en un territorio desde San Diego, California, Tijuana y la parte norte de Ensenada, con Rosarito y Tecate, y antes de bajar el macizo montañoso conocido como la Rumorosa, toda esta zona es conocida como la Nación Kumiai, corresponde a la comunidad indígena kumiai, un grupo humano que al decir de Barry M. Pritzker2, en A Native American Encyclopedia: History, Culture, and Peoples, desde hace más de 20,000años, aproximadamente, algunas personas ya vivían en los territorios ancestrales de los indígenas kumiai, y que hace aproximadamente unos 5,000 años, antes de nuestra era, se comenzó a desarrollar la cultura que es reconocida por sus vestigios antropológicos, por algunas pinturas rupestres y por algunos lugares en la costa del Pacífico, conocidos como concheros, por la gran cantidad de conchas de abulón que se pueden encontrar semienterradas y que presumiblemente fueron parte de su alimentación.
Así, en unos días de abril (2016), salimos de la costa del Pacífico, tierra adentro, a las montañas, íbamos a las pinturas rupestres de Vallecitos, pasamos Tecate y llegamos a La Rumorosa, nos dirigimos al centro arqueológico, e increíblemente cuando ya caminábamos por los sitios sagrados de los kumiai, entonces comenzó a caer nieve, es cierto que hacía frío y que es zona de nevadas, pero la tormenta comenzó de la nada, y no donde correr a resguardarse, nos refugiamos en la cueva conocida como del Tiburón, por su forma, e increíblemente vivimos la experiencia de los kumiai, podíamos sacar la mano y agarrar la nieve y al interior de la cueva se sentía tibio, agradable.
Fotos de Erick Guerrero, guía senderista de Baja California.
Por Bernardo Saldaña.