¡Oh señor! Entre vuestro pueblo y vuestra gente debaxo de vuestra sombra, porque sois un árbol que se llama púchotl o ahuéhuetl, que tiene gran sombra y gran rueda, donde muchos están puestos a su sombra y a su amparo, que para eso os ha puesto en este cargo.
Códice Florentino
Los árboles son pieza esencial del equilibrio natural; ellos nos brindan de muchas y diferentes maneras las posibilidades de vivir. En el México antiguo, el árbol no era solamente un ser verde, una pieza clave en la armonía de la naturaleza con abundancia en sus dones; también formaba parte muy importante en el desarrollo de las culturas. Ambos elementos, el natural y el cultural, interactuaban y se complementaban, se determinaban. Dentro de la mitología y la religión mesoamericanas, los árboles terrestres eran imagen y semejanza de sus contrapartes cósmicas, unos y otros fueron venerados y respetados. Árbol tierra, árbol sagrado, árbol comunicador, árbol puente… son realmente "árboles de la vida", como los apreciamos en los famosos elaborados en Metepec, Edo Mex.
Los árboles son parte del universo de las creencias prehispánicas; sus representaciones y sus historias (escritas u orales) son producto y muestra de las diferentes regiones y culturas de Mesoamérica. Numerosos testimonios y su interpretación refieren la existencia de un plano de la superficie terrestre dividida en cuatro partes con un centro, representado por una piedra verde preciosa, tal como lo explica el historiador Alfredo López Austin (1980). En cada uno de los extremos de ese plano horizontal, había un soporte o columna del cielo, que por lo común se representaba como un árbol cósmico. Estos cuatro árboles-columna correspondían y se orientaban a los rumbos del universo (variaciones equivalentes al norte, sur, este y oeste), no sólo conformaban los soportes del cielo sino que también fueron vínculos con los dioses, los seres sobrenaturales, los antepasados y los seres humanos.
En su papel de eje central del cosmos, llamado axis mundi, los árboles sirvieron de caminos por los que transitaban los dioses y sus influencias hacia la superficie de la tierra. Funcionaban como umbrales mediante los cuales viajaban los "mensajes divinos" al mundo de los mortales. También formaban dobles vías de comunicación porque permitían los ascensos de las deidades y fuerzas de niveles inferiores, así como los descensos de las fuerzas celestes a través de los 22 pisos o niveles del cosmos, es decir, los 13 cielos y los nueve inframundos. En el centro, de color verde y representado por la tierra, se reunían los principios duales de la cosmovisión antigua: oscuridad-luz, femenino-masculino, muerte-vida, humedad-sequedad, abajo-arriba, entre otros. Los hoy llamados "voladores de Papantla" nos remontan al pasado como se ve en diferentes piezas cerámicas del Occidente de México, la representación de la ceremonia de los voladores, cuyo poste (muy probablemente fuera el tronco de ceiba) puede ser la figura metafórica del axis mundi que surge del centro del universo.
En las dos páginas del Códice Vaticano A se ven primero los nueve inframundos y luego los 13 cielos en la imagen siguiente.
Entre los antiguos mayas, la ceiba o yaxché en maya yucateco, era el árbol sagrado. El árbol primero, el de color originario y central, el verde, fue el árbol mítico que levantó al cielo durante la creación. También fue concebido como el eje del mundo que conectaba los tres planos del cosmos: sus raíces se hundían en los niveles del frío y oscuro inframundo, su tronco correspondía a la tierra, donde los hombres desarrollaban su vida, y sus ramas alcanzaban a los diferentes niveles de los cielos. De igual manera y en su función comunicadora, los árboles representaban umbrales que conectaban a dioses con seres terrestres o podían ser los conductores de almas de los antepasados que buscaban ascender a niveles más altos del cosmos. Es interesante conocer, gracias a estudios recientes de Mary Miller (2008) sobre las fantásticas imágenes esculpidas en la lápida de Pakal en Palenque, Chis. que muestran a sus ancestros convertidos en ciertos árboles con frutos como símbolo de la posibilidad de vivir después de la muerte.
No podían faltar pasajes con importantes menciones y sucesos relacionados a los árboles míticos en el gran libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh (Libro del Consejo). En otros documentos mayas del siglo XVI, como el Chilam Balam de Chumayel, se registran ritos curativos-mágicos conocidos como el ritual de los bacabes, dioses de los cuatro rumbos en la cosmovisión maya, en cuyas esquinas del cerco sagrado se encontraban, además de la deidad o bacab, cuatro ceibas con sus colores correspondientes (amarillo, blanco, rojo y negro). Para el rito de curación, en el centro del cerco sagrado había un quinto punto, con el color verde que representa a la primera ceiba sagrada en los mitos mayas sobre el origen del mundo.
En la actualidad, con ciertos cambios en los usos y costumbres, la ceiba conserva un fuerte significado y simbolismo mítico entre grupos mayas. Diferentes poblaciones de la península de Yucatán, Tabasco y Chiapas, en el sur de México, así como en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, este árbol ha ocupado un lugar central en las plazas y se convertía en el techo y cobijo de los mercados y ferias; en algunos lugares fue incluso el recinto donde se celebraba el cambio de poderes o "cambio de varas" en la población.
También se encontraban en pueblos de Chiapas, los cuatro árboles situados como referencia y símbolo en los caminos de entrada o salida, vista ahora modificada por las nuevas trazas y necesidades de los tiempos modernos.
En la imagen se aprecia en el centro la gran ceiba cósmica, un símbolo maya del centro del mundo, y a sus lados está representada la gran pareja divina. Páginas 76-75 del Códice Madrid.
UNA LECTURA: Los cuatro árboles cósmicos y la página 1 del Códice Fejérváry-Mayer
Página 1 del Códice Fejérváry Mayer o Tonalámatl de los pochtecas con los cuatro árboles cósmicos y su explicación en el texto.
Se han encontrado diversas representaciones de árboles cósmicos o sagrados tanto en vestigios arqueológicos como en los códices prehispánicos. Pinturas murales que datan del periodo Preclásico en Guatemala (país donde la ceiba es reconocida como el árbol nacional); las antiguas estelas de Izapa números 5 y 25; los tableros de los templos de la Cruz y de la Cruz Foliada, así como la lápida del gobernante Pakal, en Palenque, Chis; las delicadas vasijas y platos de barro con diseños excéntricos de diversas imágenes y glifos relacionados con los árboles del área maya, forman parte del grupo de testimonios materiales de esta flora sagrada en la región. En los libros de los antiguos mexicanos, los códices, también encontramos ejemplos de árboles cósmicos, relevantes muestras de ellos las tenemos en cuatro códices prehispánicos de contenido calendárico ritual, ellos son dos códices mayas: el Dresden y el Madrid, y otros dos del llamado Grupo Borgia: el Fejérváry-Mayer y el Borgia. Estos árboles cósmicos representados, imbuidos de múltiples simbolismos echaron tan hondas raíces en el pensamiento indígena que los volvemos a encontrar en la páginas de otro códice ya de manufactura colonial, el Tudela, preservado en Madrid.
Entre todos estos testimonios destaca la estética y la riqueza de elementos de la página 1 del Códice Fejérváry-Mayer, también llamado en justicia a su contenido Tonalámatl de los pochtecas (la cuenta de los destinos para los comerciantes), que se conserva en el Museo de Liverpool, Inglaterra, y que alude a la concepción simbólica del universo con los cuatro árboles míticos. Gracias a la autorización del doctor Miguel León-Portilla (2005), sabio investigador de los códices, reproducimos algunas partes de su interpretación del estudio del manuscrito prehispánico.
Dentro de la compleja iconografía de toda la pintura, nos centraremos en las figuras de los cuatro árboles cósmicos dispuestos en el diseño cruciforme de la lámina, así como en algunos de los elementos asociados: dioses, aves, colores, y los cuatro rumbos del universo a los que apuntan estos árboles.
La imagen central de la página, símbolo del ombligo del universo, corresponde a Xiuhtecuhtli, dios del fuego y del tiempo, en un espacio cuadrangular.
En la parte superior del cuadrante tenemos el rumbo oriente o Este, y en esa dirección se levanta un árbol florido con tronco y ramas azules que podría designarse como quetzalquáhuitl, "árbol quetzal"; sobre él se posa un ave quetzal. El árbol está sobre una representación del Sol, la que a su vez se halla encima de la plataforma de un templo. El color asociado es el rojo y la pareja de dioses relacionada son Itztli, "Cuchillo de pedernal", y Tonatiuh-Piltzintecuhtli, "Sol joven".
Seguimos hacia el rumbo Norte, visto de frente a mano izquierda, nos encontramos otro árbol azul con espinas y dos ramas horizontales que rematan en brotes de flores. Al parecer es un mezquite, y el ave que descansa sobre él, un águila. El árbol se yergue sobre un recipiente con ofrendas de sacrificio: una bola de hule, un hueso y una púa de maguey. El color asociado es el negro y la pareja de dioses relacionada son Tláloc, dios de la lluvia (izquierda), y Tepeyolotli, "Corazón del monte" (derecha).
En la parte inferior que representa al poniente u Oeste, se ve un árbol de tronco blanco, posiblemente un quetzalpóchotl o ceiba preciosa, con brotes y dos largas ramas horizontales que terminan en bolas de plumas. Sobre él se posa un colibrí o huitzitzilin. El árbol cósmico se encuentra sobre lo que al parecer es una olla con rasgos de una deidad nocturna. El color asociado es el blanco y la pareja de dioses son Tlazoltéotl, "diosa de las inmundicias", y Chalchiuhtlicue, "la de la falda de jade".
Por último, tenemos el rumbo del Sur con un árbol cósmico de cacao, que brota de las fauces del Monstruo de la Tierra. Sobre el árbol se posa un loro, posiblemente un cocho. El color asociado es el azul y la pareja de dioses son Centéotl, "dios del maíz", y Mictlantecuhtli, "dios de la muerte". Cabe señalar que puede haber variaciones en los colores asociados a los rumbos cósmicos encontrados en otros códices, y aun dentro de un mismo códice.
* Imagen principal: Póchotl o ceiba representada en el Códice Florentino, Libro XI, capítulo VI.