Muchos mexicanos, ya sea por malinchismo o ignorancia, creen que el encontrar un genio creativo del jazz en México es algo improbable. Nada podría estar más lejos de la verdad. Hubo y hay grandes artistas nacionales –por ejemplo, estas propuestas contemporáneas de jazz que recomendamos–. Pero por ahora queremos hablar del caso de Rafael Mendez (1906-1981), el trompetista cuya destreza y gracia podrían equipararse con músicos de la talla de Charles Parker o John Coltrane.
El virtuoso de la trompeta nació en el pueblo michoacano de Jiquilpan, y desde niño su madre observó que tenía la habilidad de soplar más fuerte que todos sus hermanos. El continuo estímulo de esta habilidad hizo que Rafael soñara a lo grande; hasta que un día, subió a la montaña más alta de su pueblo para tocar su corneta de juguete. El sonido, gracias a los inmensos pulmones del niño, recorrió toda la población de Jiquilpan e inclusive, algunos dicen, sus inmediaciones. Desde ese día, Rafael supo lo que quería ser de grande: músico. Los años siguientes prosiguió con su veta artística, por lo que se unió a la orquesta familiar de su padre: un grupo de mariachis que tocaba en plazas de toros y fiestas del pueblo.
El impulso de su carrera continuó cuando Lázaro Cárdenas, otro oriundo de Jiquilpan, se lo llevó a la División de Norte, como músico de la banda del Estado Mayor de Pancho Villa. Allí se ganó la admiración del centauro del norte, con quien compartiría amistad y gustos musicales. Al término de la Revolución, el artista participó en la orquesta de diferentes circos.
Su oportunidad de oro llegó cuando se trasladó a Estados Unidos, donde al principio tuvo que lavar platos para ganarse la vida. Tras debutar en el Teatro Fox de Detroit como trompetista, estudió con el cornetista Herbert L. Clarke. Luego recorrió ese país hasta consagrarse como un virtuoso de su instrumento y vender millones de vinilos.
Entre sus aportes más relevantes destacan sus versiones en trompeta de música mexicana; las interpretaciones de Moto perpetuo de Niccolò Paganini y el arreglo que elaboró para la pieza Jesusita en Chihuahua en la película Holiday in Mexico (1964). Además, fue el primer intérprete en tocar durante todo un programa completo con solos de trompeta en el Carnegie Hall de Nueva York, y acompañó diversas películas de Disney con sus piezas. Sin embargo, el cariño con el que hablaba de México tras su éxito internacional y hasta su muerte, reveló que nunca dejó de ser ese niño que tocó la corneta en Jiquilpan.