"Este es un momento que demanda que los artistas se involucren. En los seis años con este presidente (Peña Nieto), la guerra contra las drogas ha empeorado. Nuestro tejido social ha sido cambiado. Pero eso no nos afectó en Zona Maco. Ha sido increíble para nosotros." El ríe, avergonzado. "Me siento mal al respecto. Culpable."
¿Se pueden enunciar (y celebrar) posibles ventajas del escenario violento al que se enfrenta hoy la sociedad mexicana? Quien lo haga está poniendo muchas cosas en riesgo. Tal vez, en primer lugar, su credibilidad. Cuando José Kuri —una de las figuras más relevantes en la boyante escena del arte contemporáneo en México— declaró para el Financial Times que los cambios al tejido social derivados de la guerra contra las drogas en México han beneficiado a su gremio, debió levantar por lo menos un par de cejas
Pero, hay que decirlo: las rupturas (como las muchas que nos continúa dejando la guerra contra el narcotráfico) siempre traen consigo oportunidades (en el sentido más amplio de la palabra), particularmente porque nos exigen innovar, ser creativos y también buscar formatos resilientes para no dejar que la fisura nos coma. Así, nos toca indagar más a fondo sobre la afirmación vertiginosa de Kuri. Afortunadamente de ella podemos desprender muchos asuntos problemáticos.
La escena del arte contemporáneo ¿mexicana?
No vale la pena en este momento detenerse a definir qué es y qué no es arte, porque en el mercado en donde se comercian los bienes que llevan ese título, la definición está demás. Así, se puede poner complicado discutir si en México "siempre ha habido arte" o si llegó a nosotros con la conquista (o tal vez después); que, por cierto, marcó para siempre nuestro ritmo al avanzar de estilo a estilo como tardío. Esto quiere decir que a México los grandes estilos europeos siempre llegan un poco tarde, pero llegan (y no solo en el arte).
Y, a pesar de que grandes figuras de la escena defiendan lo contrario, el arte en México siempre ha estado basado en modelos externos, no sólo técnicos, también conceptuales. Nuestro toque personal es que podemos darnos el lujo de ser relativamente críticos de dichos modelos. Si nos ponemos a pensarlo son estos los que han excluido a toda otra manifestación estética. Así, cuando los mexicanos hacemos arte contemporáneo, nos conviene hablar de México y de su fragmentada sociedad, porque ese es nuestro delicado diferenciador en el mercado global. La escena mexicana sigue siendo exótica y sigue valiendo en tanto al modelo original: el de la burguesía occidental; pero está aquí para corromperlo.
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Arte mexicano de aparador (y galería)
En 1985, después del temblor, la ciudadanía en México tuvo que auto-organizarse para sobrevivir. Esta sensación de que el Estado era incapaz de actuar, de "rescatar" a la sociedad se transformó en una fuerza enorme que, a lo largo de los años 90 llevó a los creadores mexicanos a tomar sus asuntos en sus propias manos. Fue entonces cuando comenzó a florecer la escena del arte contemporáneo, que, curiosamente, siempre ha estado parada sobre una situación política muy inestable.
Sin ganas de ofender, se podría decir que el arte mexicano siempre ha "lucrado con su desgracia"; con la de su contexto. En defensa de José Kuri, podría uno afirmar incluso que no hay por qué sentirse culpable al respecto: la labor que mucho del arte mexicano se ha auto impuesto tiene que ver con el acto de la "denuncia social". Incluso si las piezas y los artistas no se mezclan nunca con el violento contexto y se mantienen tranquilas en galerías, siendo observadas solo por ojos a los que los secretos de la escena ya le habían sido revelados.
Por otro lado, estamos preocupados. El Financial Times llamó a México un lugar "intoxicante para artistas", porque la escena no deja de crecer. Kurimanzutto, la mítica galería fundada por José Kuri y Mónica Manzutto, hace 20 años estaba compuesta de "sólo un departamento y un teléfono" dicen en el FT. Ahora es otra cosa; solo el nombre del espacio hace vibrar a cualquier artista y crítico mexicano: el nombre lleva la promesa de acontecer en la escena, no solo local, también internacional.
De la misma forma, los artistas internacionales quieren venir aquí. Y no solo a la Ciudad de México, también a Guadalajara y a Tijuana. Si no es para exponer o vender, es para encontrar un tema, es para abordar la violencia, es para hacer crítica del modelo. Basta con ir a cualquier pueblo y preguntar: siempre hay algo de qué hablar.
"Claro, hay mucho de qué hablar. México es especial para hablar de cosas porque hay mucha apertura. En México todo está roto: la ley, la nacionalidad, la moral. No se hacen cosas concretas, porque no hay nada concreto. Esa es la ventaja." dice Ian Benet, artista emergente.
Cuando se cansen de sentirse inseguros, pueden volver a la Ciudad; a las galerías y a los parques; a los cafés y las avenidas.
Pero ¿el arte le debe algo a "lo social"?
Si "la culpa" de Kuri molesta, es porque parece decir: le debemos algo a lo social, nosotros desde el mundo del arte; pero en lugar de dárselo, lucramos con sus desgracias. La frivolidad con la que se trata el asunto irrita un poco; pero, por otro lado ¿el arte le debe algo a lo social?
Gustavo Luna, profesor e investigador de la Universidad del Claustro de Sor Juana nos dice:
"…ni en México ni en ningún otro lugar es obligación del arte hablar de las condiciones políticas, sociales o económicas de su origen y menos aún si los espacios de consagración corresponden al extranjero (es decir, fuera de los lugares para los que supuestamente estaría hecho en términos de crítica o compromiso)."
Además explica que si el modelo occidental forzó a sus periferias, como a México, a ser crítico de lo social en lugar de permitirle hablar de temas como "la autosuficiencia de la forma, la reflexión sobre el medio, la definición del arte, etc." eso es otra manifestación de violencia.
Por otro lado, como explica el artista Ian Benet:
"El arte contemporáneo surgió aquí como corriente alterna en un contexto ardiente, de desconfianza hacia el estado. Artistas como Santiago Sierra (que no es mexicano, pero ha trabajado aquí en temas de violencia) y Teresa Margolles, localizaron la violencia en donde no se estaba señalando. El primer mundo está jodiendo todo y lo que se hizo fue una denuncia crítica, que se regocija en el dolor del cuerpo (en el asco, la incomodidad) porque está abriendo sus posibilidades, no porque está lucrando con él."
Pero después esto se transformó en un estilo, aceptable, vendible; también bello, a su manera. Ahora que la violencia se convirtió en un estilo, es prácticamente invisible. Y, mientras que el señalamiento parecía necesario, el compromiso entre arte y sociedad nunca debió ser fijado.
Y es que, tal vez, quien le debe algo a lo social no es el arte, somos todos. Dice Gustavo Luna:
"Los artistas tienen tanta responsabilidad como cualquiera, todos somos sujetos políticos y nuestras acciones forman parte de las acciones de otros, los compromisos políticos que pueda tener un artista pueden ser considerados por otros como políticamente correctos (cuando defienden el "estado de derecho", "las leyes", la justicia, la verdad, etc.) o como tendenciosos o irresponsables si defienden lo que a otros no les parece. En esto el artista no tiene ninguna posición de privilegio ni se puede presumir que su mirada sea más "honesta" que la de cualquiera que toma posición frente a las situaciones que nos comprometen políticamente. Cualquiera podría estar siendo cooptado por poderes fácticos que no comprende y pensar que está actuando honestamente o actuar intencionada y cínicamente movido por intereses que lo favorecen, pero no se le puede pedir al artista mayor o menor compromiso que el que se le pide a cualquier otro ciudadano. Si no lo pensamos así, somos nosotros quienes actuamos irresponsablemente concediéndoles a ellos la responsabilidad que nos corresponde."
Los espacios (mexicanos) que difieren
La explosión del arte contemporáneo en México es natural. Como explicaron Luna y Benet para Más de México tiene que ver con el crecimiento del mercado global y las ganas de este país de formar parte de él y con el aumento de la población que consume y produce arte. No tiene que ver con la "evolución" de los miembros de esta esfera. Lo que es cierto es que también ha aumentado (bajo las mismas condiciones) el interés por aprender en y sobre arte contemporáneo.
Como pasa con las galerías, existen espacios institucionales o independientes pero muy determinantes (como Kurimanzutto) y espacios diferentes. En los últimos, lo que importa es abrir espacios donde se pueda hablar desde otro lado; donde uno pueda darse lugar, más allá de la violencia.
Un sitio destacado en este sentido sin duda es Biquini Wax, colectivo artístico con sede en un pequeño departamento en la Ciudad de México. Su práctica es bastante radical. Viven, trabajan y exhiben su obra en el mismo espacio y de forma simultánea. Se han posicionado como un modelo efervescente, siempre cambiante, siempre en la ruptura, con un camino que no necesita terminar de quedar claro. Pero ¿la efervescencia es suficiente?
Ian Benet piensa que no: tenemos que poder hacer política. No basta montarse en la efervescencia o manifestarse permanentemente en contra; en sus palabras: "hay que ser crítico, incluso de la forma de hacer crítica. Todo lo que tiene que ver con arte siempre es social, sólo porque se despliega en las relaciones entre personas y ahí siempre hay una responsabilidad."
Si la responsabilidad con lo social es de todos, nos toca apostarle a espacios que se presten a construir con eso en mente. En la visión de Benet, el arte contemporáneo, su estudio y su crítica debería darse en sitios que no sean doctrinarios, sino que ofrezcan herramientas a quienes están comprometidos; que se manifiesten como potencias, no instituciones; que se atrevan a hacer política, y, especialmente, que organicen sus relaciones de forma explícita; sin culpa, pues.
Como ejemplo de este modelo menciona a Zona de Desgaste, espacio donde se ensamblan de forma peculiar seminarios de "teoría crítica" y que se mantiene cerca de la escena del arte contemporáneo en la CDMX. Sobre el trabajo que realizan, Sandra Sánchez, miembro del equipo, dijo para La tempestad:
"Revisamos los textos a profundidad. Con una obsesión no por desempolvar sus verdades, sino por abrir un campo de juego en el que se de una comunión. Entonces el texto es lo de menos, es el anfitrión de una fiesta que convoca a derivas que se reconfiguran en cada sesión y que para quienes quieran se convierten (en) investigaciones largas. En Zona hay gente que lleva dos meses y otra que lleva dos años. Somos amigos. Van brotando conceptos, los pisamos o los cuidamos. Es una fiesta amarga. Estudiar entristece. Le exigimos al mundo mucho más de su simpleza pusilánime. Pero estar juntos nos da fuerza".
Las lecciones aprendidas
Nos dijo Gustavo Luna:
"Mi tarea es siempre tomar distancia crítica frente a cualquier cosa que se produzca, no importa qué intenciones parezca tener, siempre se debe sospechar de las intenciones que persiguen los productos culturales y controlar hasta donde sea posible las formas de su consumo. No hay que facilitarle la tarea al consumidor, sino todo lo contrario."
Empezamos por esta lección. Si hoy nos damos a la tarea de cuestionar a la rebosante escena del arte contemporáneo en México es precisamente porque nos preocupan los eventos que la llevaron a florecer. ¿Cómo ocurrió? ¿Quiénes la sostienen? ¿Por qué? ¿Qué es lo que ganan? Y, especialmente ¿qué es lo que se pierde? Aunque celebramos, claro, que la producción artística en México crezca, nos preocupa lo que se va quedando de lado. Bueno, no nos preocupa, nos ocupa y lo estamos trabajando.
Por otro lado sí hay que anunciar las ventajas de nuestro contexto: está claro que México es un país dislocado y como dice Ian Benet esto "da cabida a la posibilidad de crear en un contexto que no está construido sobre unos cuantos signos, como se nos había hecho creer. México está fundado en la contradicción, no podemos dar una respuesta simple." Como sucede con cualquier otra nacionalidad ser mexicano es una afirmación institucional concreta, pero, en palabras de Benet: "Afortunadamente para todo mundo, cualquiera puede ser humano" y el arte, constantemente, nos lo está recordando.
Epílogo: Lo que ya viene
La violencia está que arde. Somos muchos los que preferimos renunciar a sus insinuaciones creativas y verla frenar ya. A pesar de la transición seguimos sin tener claridad sobre cómo el Estado planea abordarla, sobre cómo podemos ayudar sin salir heridos y sobre las características del papel que nos toca asumir. Todo es incierto y, también, cuando escuchamos declaraciones como las de José Kuri, un poco "esquizofrénico".
Para Gustavo Luna lo que cambiará es el tipo de productos culturales y artísticos que se permitan exhibir y que se apoyen; pero eso poco tiene que ver con el mercado general. Para Ian Benet lo más grave para la escena del arte contemporáneo sería que el nuevo régimen abandone la necesidad de consolidar a México como potencia mundial, porque habría un "retorno a las bases, la autorreferencia; un círculo vicioso de producción de nacionalismo. Mientras no exista una identidad tan clara, hay apertura para lo emergente, para lo creativo". Sin duda las fallas tienen sus ventajas…
*Agradecimientos:
A Ian Benet y Gustavo Luna por ofrecer una extensa entrevista con respecto a los temas aquí tratados.
**Referencias:
FINANCIAL TIMES: "Mexico: an intoxicating place for artists", Richard Holledge
The Telegraph: "Why art lovers are flocking to Mexico City", Alastair Smart
The New York Times: "Art Scene Thrives on the Edges in Mexico City", Elisabeth Malkin
LA TEMPESTAD: "El giro educativo en las artes", Guillermo Nuñez Jáuregui
***Imagen destacada: Ian Benet.