Así como en la ciencia, en la muerte, la materia no se destruye, sólo se transforma. Esta es la enseñanza que nos deja un físico mexicano, Ernesto Mata Plata, tras la muerte de su abuela materna. Aquí, lo sacro y etéreo se unen con la ciencia, algo inesperado para muchos, pero tal vez fortuito a la hora de la muerte.
Acorde a las reflexiones de este hombre de ciencia, cuya voz sólo puede escucharse en el video, la progresión de la vida es un devenir que encuentra su punto álgido en la muerte, cuando todas las partículas del cuerpo implosionan y estallan como una luminiscencia en el cielo o como luces de bengala. Sólo es en este momento en el que la materia da un paso más allá y, en lugar de desaparecer, muta en transcendencia.
Pronto, cada visión del fallecido se vuelve una, el principio de la conservación se rige con la vitalidad de quien parece haberse ido, pero no es así. Todos los fotones de cada cuerpo, los cientos de trillones de partículas, se disparan en el cielo y pueden ser recogidos en el detector de partículas que todos tienen: los ojos.
Y ese calor, que tanto se extraña en la ausencia de vida, será un acontecimiento que la Física muestra que no se ha ido; sino que se transmite entre los que sufren la perdida de un ser querido, para después proseguir con el ciclo de la muerte, la vida y su ritual. De esta manera, y con esta reflexión, la Física vuelve a dar razones para la creencia de la trascendencia del alma, como una energía que no se eclipsa, sólo se transforma.
Referencias de imágenes: 1) Irene Neno Díaz y 2)J@M€S