México fue para Aldous Huxley y otro muchos escritores que exploraron con psicodélicos, un libro abierto sobre el misticismo de las sustancias que contenían algunas plantas sagradas, así como su uso para buscar percepciones "puramente estéticas". Sin embargo, la inquietud que lo trajo a visitar tierras mexicanas en los años 30 estuvo cargada de más.
Influenciado por la teoría de su entrañable amigo, el escritor D. H. Lawrence, Huxley viajó a Oaxaca, y a otras ciudades del sur mexicano y de Centroamérica para corroborar si la solución a la decadente moral europea de la época, estaba en regresar a las costumbres primarias del hombre, con valores alternativos como los que profesaban los pueblos indígenas. Desconcertado por la Gran Depresión de occidente, se acogió en los brazos de las sierras oaxaqueñas para estudiar la identidad fisiológica de la cultura. Beyond the mexique bay (1934), fue el resultado de su experiencia, un libro que compila las reflexiones e impresiones del autor en calidad de viajero y extranjero en el país.
En 1961 el incendio de su hogar en California lo obligó, quizá por maniobra del destino, a regresar a México. Se instaló durante un año en el pueblo mágico de Tecate, en Baja California, en un sitio sugerido a su esposa por amigos cineastas que lo habían visitado: el rancho La Puerta. Posado al pie del cerro Cuchumá –un punto ceremonial para la comunidad kumiai donde se practicaba la iniciación chamánica–, La Puerta figuraba como una finca lujosamente privilegiada. Ahí intelectuales pasaban el rato en el centro de sanación "oculta", fundado por el propietario Edmond Szekely, filósofo y psicólogo rumano.
Para Huxley, su estancia en una pequeña cabaña de Tecate consistió en practicar meditación, escritura y "experimentos controlados" con LSD, sustancia que todavía no eran ilegal y que dos años más tarde utilizaría para recibir radicalmente a la muerte. Lo acompañaron también distintas personalidades en materias alucinantes, como el neurólogo y cibernético estadounidense Warren Sturgis McCulloch, con quién estudió los efectos de los aparatos electrónicos en el cerebro humano y el políglota lingüista Michel Thomas, a quién invitó a experimentar con LSD y a grabar sus impresiones en la inmanente belleza de la montaña tecateña. Se cree que incluso pudo haber escrito durante este periodo su último libro, Literature and Science (1963), ya que el incendio de su casa en California sólo le permitió rescatar el manuscrito de su obra Island (1962).
Aldous Huxley frente a su casa en el pueblo de Tecate
Desde 2012, Tecate es un pueblo mágico, denominación que comprende a zonas prestigiadas del país y las reconoce, sobre todo, por el esfuerzo de sus habitantes al preservar la riqueza natural y cultural. Tal vez lo que a Huxley le interesaba al hallar un sitio como Tecate no fue el encontrarse en un espacio que exudara fastuosidad, sino como alguna vez pensó de Oaxaca, encontrarse con un "inmenso e indefinido no-estar-allí del paisaje mexicano", con la nulidad de los horizontes –caminos que cruzan montañas y campos desnudos–, o con el viaje al inconsciente de la cultura mexicana, que le proyectó justamente la ese estilo de vida dotado con primaria sencillez. A su vez, Tecate resultó para el lúcido escritor un lugar de sosiego, que lo facultaría para lo que un cáncer desataría un par de años más tarde. Y el cerro de Cuchumá –un sitio donde los kumiai incineraban a sus muertos a través de ceremonias chamánicas, pensando en que los cobijaría el Sol–, sonaba como un sitio perfecto para atravesar ese rito iniciático.
*Con información del artículo Tecate, la magia que sedujo a Aldous Huxley, publicado en La Jornada Baja California el 3 de agoto de 2015.
*Imagen: 4) Panoramio