En la cultura maya, el agua que provenía de cuevas o ríos subterráneos era considerada agua virgen. Esto porque en casi todas las culturas prehispánicas, las cuevas o los túneles rocosos simbolizaban una puerta al inframundo, un acceso al vientre de la tierra; origen de la creación, tanto de los alimentos, de la luna y el sol y de comunidades enteras (como es el caso de las herméticas tribus de Chicomóztoc, de donde provienen los aztecas). Para los mayas, las cuevas con manantiales (a las que algunas veces llamamos cenote) eran la casa de los espíritus del agua, de ahí que este tipo de recipientes naturales fueran objeto de numerosas ceremonias de inmolación para elogiar la fertilidad.
En Yucatán –hogar de más de 6 mil cenotes de los cuales sólo se ha indagado en la mitad de ellos–, encontramos un peculiar sótano geológico cuyo trabajo en la antigüedad era el de velar por el descanso eterno de numerales líderes mayas; el cenote “Las Calaveras” o Calavera, como se ha hecho llamar, es el mayor cementerio maya subacuático que se ha encontrado en México. Arqueólogos subacuáticos del INAH han encontrado en este basamento al rededor de 120 cuerpos humanos, cuya antigüedad se calcula entre los años 125 y 236 de nuestra era. Atendiendo a las características del cenote –con 30 metros de diámetro– y al número de esqueletos encontrados, es altamente probable que esta cueva acuosa arroje hasta unas 200 osamentas más en los siguientes años.
Para la antigua cultura maya, los cenotes –como conductores acuosos y portentosas entradas al inframundo (el Mitlan o Xibalba)–, fungían también como cámaras funerarias donde se veneraba a sus muertos ofrendándoles con flores y copal. Siguiendo los estudios de la Dra. Mary Pohl, quien estudió los antiguos escritos de fray Francisco Núñez de la Vega, los huesos de los fundadores de algunos linajes importantes como los que introdujeron el calendario maya, eran colocados, a su muerte, en este tipo de cementerios acuáticos.
La oscuridad y las condiciones alcalinas de agua dulce y salada que fluyen en el cenote Las Calaveras, han logrado el perfecto estado de conservación de las osamentas encontradas. Y gracias a ello, es posible estudiar más a fondo a los mayas y su trascendencia filosófica, que más allá de mostrarnos su profundo sentido de la muerte como un renacer, devela la sacralidad del agua de los cenotes yucatecos, cuyo cauce desemboca, como sus muertos, en lo incalculable del océano.
*Imágenes: 1, 4 y 5) National Geographic; 3) en-yucatan.com.mx; 2, y 8) Instituto Nacional de Antropología e Historia; 9) xibalbadivecenter.com