En el centro de la Ciudad de México, muy cerca del épico monumento a la Revolución se está ensamblando una comunidad de la que nos urge aprender un par de lecciones. Little L.A. le llaman de cariño al par de cuadras de la colonia Tabacalera que han sido tomadas por un grupo enorme de sujetos "repatriados" desde Estados Unidos.
Las historias de cada uno son particulares, pero casi todas están ligadas al creciente fenómeno de la deportación, incentivado especialmente por la administración actual del gobierno de nuestro vecino del norte. Lo que sin duda comparten es el título de migrantes, concepto inmensamente complejo, que tristemente ha adquirido una carga muy negativa, pues está asociado con la necesidad de huir de las condiciones presentes, no con el simple hecho de desplazarse por el mundo.
Al mismo tiempo, de la migración resultan fenómenos sociales muy interesantes. Así, cuando nos enteramos de la existencia de este increíble sitio, no pudimos aguantar la curiosidad de visitarlo. La experiencia es incomparable, pero nos recordó que lo más increíble de un espacio no es el sitio en sí, sino quienes lo habitan, quienes lo hacen significar.
Little L.A. aparenta ser un barrio como cualquier otro, pero basta poner un poco de atención para notar que un gran movimiento cultural se está gestando. Como en la zona se encuentran dos importantes "call centers" (empresas de atención y servicio al cliente que suelen contratar gente bilingüe), muchos migrantes deportados son llamados por la oportunidad de trabajar. Además, las rentas en la Tabacalera, son relativamente accesibles.
Por si fuera poco, este sitio es hogar de New Comienzos, una organización increíble dirigida por Israel Concha (también deportado), dedicada a apoyar a sus paisanos binacionales en la reintegración a la sociedad mexicana. Fueron ellos quienes nos dieron una vuelta por su barrio, nos presentaron a muchos migrantes repatriados que compartieron con nosotros sus historias y que nos dejaron, tal vez sin saberlo, un par de lecciones indelebles que contigo compartimos.
Ser migrante es ser humano
La frase ahora en boga que bien dice "Todos somos migrantes", no nació a la ligera. De alguna u otra forma, en mayor o menor escala, todos nos desplazamos en la búsqueda de mejores condiciones.
Algunos tenemos la fortuna de solo movernos de la casa a la chamba o a la escuela, para conocer y hacer más de lo que amamos. Otros, se cambian de estado para encontrar trabajo. Unos más, huyen de toda clase de injusticias y violencias. Para muchos migrar de país, es absolutamente imprescindible, si quieren mantenerse con vida. El asunto no se puede tomar a la ligera y urge entender a la migración como un fenómeno con cientos de vértices. No hay manera de juzgar a un migrante y mucho menos sin tener información sobre su historia.
Como bien nos dijo Jeimmy, una de las voluntarias que trabaja en New Comienzos y un miembro clave en la comunidad de Little L.A. "Si se discrimina a un migrante, es por falta de madurez."
El migrante es un sujeto, no solo una figura política
No es extraño: cuando hay crisis sociales, instituciones, gobiernos, organizaciones y demás se aprovechan de las personas para convertirlas en figuras politizadas, en "logros de sus administraciones". Pasa con los "damnificados" de los fenómenos naturales, por ejemplo.
Pero los migrantes no son sólo causas sociales, son personas. Tienen historias de vida, personales, completamente particulares, tienen que vivir con miedos relativamente colectivos, pero que en cada uno de ellos se manifiesta distinto. Dejemos de tratar a la situación como una amalgama extraña de políticas fallidas o exitosas (pero injustas e insuficientes) de la cual nos quejamos en Twitter o criticamos en Facebook y después olvidamos.
Bajemos un poco la guardia. La materia prima de los problemas sociales son las personas, gente cualquiera, pero con vidas privadas, exactamente como tú. Empecemos a entender estos asuntos así, como asuntos de personas, asuntos de vida.
La identidad es algo que se construye todos los días
Los que regresan lo saben, porque no son de aquí, ni son de allá. Son sujetos que ensamblan identidad como pueden. Casi todos nacieron aquí y se van con costumbres y creencias que encuentran raíz acá y que allá son suspendidas. Pero cuando vuelven, muchos no hablan español, no se identifican con las formas de vida en lo cotidiano y, aunque también son mexicanos sufren discriminación.
Por otro lado, la legalidad del asunto no ayuda. Hay quienes ni siquiera tienen papeles o reconocimiento de este lado de la frontera. Así, parece como que no existen o no gozan de los mismos derechos. Jessica, otra voluntaria de New Comienzos nos contó que al volver de EEUU sufrió mucha discriminación, sobre todo en la escuela y que aún mantiene sus lazos más potentes con miembros de la comunidad binacional.
Pero la identidad se construye todos los días, lo mínimo que podemos ofrecerle a los paisanos es una sensación real de que no están solos. De la misma forma, deberíamos comprender, abrazar y apoyar a cualquier migrante.
"No andes chillando y quejándote… El mundo es lo que tú haces con él"
Eso nos dijo Chico, otro chavo deportado desde Chicago, pero nos lo dijo en su perfecto inglés. Su historia fue una que nos dejó con la boca abierta, no solo las razones por las que lo deportaron, también porque nos hizo saber que los procesos de deportación rayan en lo inhumano. Con un poco de remordimiento, mientras lo entrevistamos, no pudimos decir más "es una brutalidad". Su respuesta: “no sirve de nada estar chillando y quejándose, esta es la vida, el mundo es lo que tú haces con él."
Chico e Israel nos enseñaron que la mentalidad migrante es muy especial. El que se va es un auténtico valiente. El que se va quiere estar mejor, quiere vivir y chambear y cambiar. Le duele dejar cosas atrás, pero lo hace, porque es necesario. El migrante siempre ve para adelante, es un sujeto determinado a no ser la "víctima de sus circunstancias" y está dispuesto a pagar el precio, a chambear duro, a modificarlo todo. Urge aprender de esta forma de mirar el mundo.
Cuestiona tus actos, pero, en general procura ser siempre solidario
Y hospitalario. La llegada de migrantes a México despierta un tremendo clasismo (porque en este país el mestizaje es tan denso que sería un poco absurdo llamarle racismo). Pero es el colmo que ni con estos mexicanos, por ser binacionales, podemos ejercer un poco de solidaridad y profunda hospitalidad, de esa deliciosa y muy mexicana que nos encanta presumir.
En Little L.A. está pasando lo contrario. Son muchas las personas que se suman al esfuerzo de gente como Israel, Jessica, Jeimmy y Chico. Algunos negocios, incluso unos bastante humildes, dan información, apoyo, sitios de espera, agua, dulces y descuentos a los migrantes que andan de paso o que habitan en la zona.
Este es el México que nos gustaría ensamblar, ese por el que unos cuantos miles están luchando en un rinconcito de la Tabacalera.
*Fotografías: Ian Benet.