La cultura maya fue una comunidad saciada de metáforas. Una de las más bellas, curiosamente, tiene que ver con los sonidos que resuenan entre sus basamentos piramidales, incluso en lo que queda de ellos hoy en día.
Se escucha decir por doquier, que las antiguas ciudades mayas fueron sagradas en su totalidad de ideas, y que sus constantes relaciones cosmogónicas les dan un grado de comunidades altamente avanzadas. Lo anterior puede concluirse desde los hallazgos de la arqueología en esta zona que no cesan. Pero también desde los descubrimientos metafóricos, como el hecho de que lo sagrado se haya, simbólica y poéticamente, hasta en sus más pequeños detalles.
Una de estas atracciones fascinantes, promovidas principalmente por su arquitectura, es la acústica de sus espacios, con la que se mimetizaron bellos sonidos de la naturaleza gracias a su efecto de eco.
Como bien se sabe, la arquitectura maya estuvo estrechamente ligada a eventos cósmicos; la orientación de sus construcciones con respecto a los cuerpos celestes, la posición del Sol y su relación principalmente con Venus. Inclusive se destinaron algunos de estos basamentos a la observación de los cielos.
Pero de un siglo a la fecha, se descubrió la importancia casi inasible de su sonido.
Sitios como Uxmal, la ciudad invisible, o inclusive Chichen Itzá, nos han permitido escuchar, cuando uno aplaude frente a las escalinatas de sus pirámides, el sonido del canto de un quetzal. Ambas ciudades nos develan también la importancia poética de su acústica, que si bien, alude a la numinosa figura del quetzal (Kukulkán en maya, su dios creador y padre de los cielos) y al canto de las aves, no deja de recordarnos la inevitable correlación de una ciudad con sus ciencias; su astronomía y sus matemáticas.
Además de este bello encuentro sonoro con los quetzales del pasado –por cierto un ave que, entre otras cosas más, simbolizaba libertad–, Chichen Itzá reproduce varios ejemplos acústicos muy hermosos. Se encuentran, por ejemplo, el desbordante “eco flotante” o reverberación creada entre los muros de la cancha del juego de pelota (producido al generar sonido entre dos muros paralelos) que hace escuchar casi infinitas veces el sonido producido; la amplificación de sonido en las plazas de Palenque que sugieren la importancia de generar una especie de “alta voz” en la dimensión espacial de hasta 100 metros de alcance y, uno de los más bellos, el efecto “Gota de Agua”, también en la pirámide de Kukulkán, en Chichen Itzá, un sonido producido por una persona mientras sube las escalinatas, y que claramente alguien sentado en ellas puede distinguir como la caída de gotas de agua. Por cierto que la figura de la serpiente está estrechamente ligada con el agua y curiosamente, esta pirámide aguarda muchos elementos serpentinos.
Algunos dirían que se tratan de ecos del pasado que vagabundean la zona a manera de revoloteantes reminiscencias. Otros dirán que se trata de los dioses, transformados, por ejemplo, en aves como el Quetzal o las serpientes, que velan por el espíritu de una cultura estridente que no merece olvidarse, al contrario.
/Fuentes:
*Anthony F. Aveni, “Astronomía en la America Antigua”, editorial Siglo Veintiuno, primera edición en español, México, 1980.
*CRUZ Calleja Jorge Antonio, “Fenómenos acústicos en Chichen Itzá”, Instituto Politécnico Nacional, Coyoacán, Ciudad de México.
*Imágenes 1) cancunday.com; 2)wikimedia commons