Aldous Huxley recorrió México en 1933 durante todo un mes. De dicha experiencia extrajo un libro más empirista que científico—aunque con mucho valor literario—. Titulado Más allá del Golfo de México, se trata de una obra que sale a relucir una visión limitada por preconcepciones del hombre blanco típico de primera mitad del siglo XX, pero que no deja de exponer una franca admiración por un país, siempre asombroso, como lo es México.
No se debe olvidar que en Huxley aflora siempre una crítica al sistema económico y a los totalitarismos políticos, esa que también, atinadamente, está presente en sus comentarios sobre el gobierno mexicano en este libro de viaje. Por otro lado, llama la atención comprobar que en nuestro lúcido escritor también afloran chispazos de racismo, o por lo menos de una primeriza incomprensión sobre la vida en México, y una mirada de occidente, casi pueril, frente a un territorio de franca diversidad. Por lo que Huxley, al menos en esta obra, incurre en aproximaciones al mundo indígena que parecieran hechas desde un sentimiento de superioridad.
Pero, lo que resulta sumamente interesante es cómo este Huxley, pese a su sorpresa, relata su encuentro con la ciudad de Oaxaca, a la cual llegó desde Puerto Ángel, donde por primera vez puso un pie en México.
A pesar de tres terremotos importantes, a pesar de haber soportado siete asedios, incluyendo uno por el ejército francés al mando de Bazaine, a pesar, sobre todo, de cuatro siglos de existencia mexicana, Oaxaca es aún una ciudad majestuosa, llena de edificios imponentes. […] La catedral ha sido sacudida y resquebrajada, sin embargo, se yergue todavía, enorme, en el centro de la ciudad.
Resulta todavía más asombroso que poco antes de llegar a la ciudad de Oaxaca se expresara con estas palabras de Pochutla (que a pesar de su dureza constituyen una bella narración):
El camino serpenteaba a través de una densa selva, toda plateada y rosa-tostado en esta estación seca, como un bosque de robles en Inglaterra a fines de otoño. En algo menos de una hora estuvimos en Pochutla, la capital administrativa y comercial del distrito, uno de los pueblos más espantosos que haya visto, hundida en el polvo que llegaba hasta los tobillos, bajo el sol ardiente, irrevocablemente perdida.
Pero finalmente Huxley llegó a la capital, y así lo describe:
[…] caminando por las calles uno se encuentra ante los portales de los que fueron alguna vez monasterios magníficos, ahora transformados en almacenes y talleres y viviendas de indios; se encuentra uno ante hermosas iglesias en las que los santos barrocos aún gesticulan en los altares y el yeso dorado todavía se retuerce con lujuria intestinal sobre las bóvedas y los cielos rasos. Sí, Oaxaca es un bello lugar. Bello y, tal como se mide la alegría en las provincias de México, positivamente alegre.
El discurso de Huxley en muchos de los pasajes de Más allá del Golfo de México puede ocasionar enfado e indignación a quien no comprenda los sentires finiseculares de la época. De entrada, él era un hombre que aún hablaba de colonias, y no de países, como muchos de sus contemporáneos, y que se aproximaba a la cultura centroamericana a partir de intuiciones y una curiosidad un tanto ingenua. Eso es lo que hace todavía más increíble el hecho de que, a pesar de su estrecha visión sobre México y Centroamérica, la ciudad de Oaxaca encantara tanto al autor, como cuando rememora que en Puerto Ángel escuchó estas sencillas palabras, que, al parecer, le calaron profundamente:
—Cuando fui a Oaxaca el año pasado —dijo una de las mujeres, el rostro iluminado por el recuerdo de tan fabuloso acontecimiento— cuando fui a Oaxaca…
El inglés cierra su narración sobre ese territorio trayendo a colación su admiración por el sitio arqueológico de Monte Albán:
Pero por más grande que fuera la suerte que tuvieron con su religión, también debemos reconocer a los antiguos americanos un volumen asombroso de buena administración estética. Monte Albán es la obra de hombres que conocían consumadamente bien su oficio de arquitectos.
No cabe duda que los libros de este autor han ayudado a que proliferen los espíritus críticos. Y en Más allá del Golfo de México, —que en ocasiones da más la impresión de ser una especie de ensayo al vuelo—, hay pasajes de esta naturaleza que son valiosos por su agudeza argumentativa y reflexiva. Para Huxley, este viaje corroboró lo que él se temía: que era imposible la simbiosis del mundo “moderno” con mundos como el nuestro:
Alguna vez creí que se podía evitar el pago o, por lo menos, que podía ser muy rebajado, y que era posible obtener casi lo mejor de ambos mundos. Pero esto, creo, era ilusión.
Sea como sea, Huxley nos ayudó a comprobar, quizás sin quererlo, que ni el más prejuicioso de los espíritus puede pasar por Oaxaca sin ser afectado por su grandilocuencia y magnificencia, misma que se asienta en el temple de sus habitantes, herederos de tradiciones que ya el propio Huxley pudo constatar y por las cuales no pudo resistirse y se arrojó a la maravilla de sus encantos.
*Bibliografía:
Huxley Aldous, “Más allá del Golfo de México”, Fondo de Cultura Económica, México, 1934
En busca del Paraíso económico: Huxley en México
*Imágenes: 2) BooksActually; 3, 4 y 5) México en fotos, AA. originales desconocidos