"Un pedazo de luna en el bolsillo es mejor amuleto que la pata de conejo."
– Jaime Sabines
Consagrar un objeto es, en cierto modo, una forma de impregnarle energía. Ya no es la imagen, o el objeto mismo lo que advierte propiedades mágicas, sino la afluencia de la creencia humana. Desde que se tiene memoria el hombre consagra cosas: imágenes, efigies, objetos heredados, piedras preciosas, yerbas, símbolos, sellos, días, momentos, palabras; en suma, símbolos. O bien, les hemos llamado talismanes y amuletos.
Algo particularmente interesante ocurre con estos últimos, y es que se trata de objetos “escudo”; protectores de las malas auras y emblemas de la buena suerte. Se dice que el amuleto es uno de los objetos sagrados más antiguos que se conoce. Que su carácter guardián proviene de los amuletos naturales concebidos así por el hombre; una concha o una cáscara, por ejemplo, que protegen al animal o al fruto de la causa exterior.
La creencia en su efecto mágico se basa en el sentimiento universal de que un energía misteriosa es inherente a los objetos inanimados. Una especie de fuerza natural que viene a poseer al objeto, una vez que se le conjura (consiente o inconscientemente) para una labor. De ahí que se le confiera poder según los hechos que le permean, el material del que está hecho o incluso la forma. Consagrar un objeto como amuleto bien podría similar un proceso alquímico, en el que su composición y destino le atribuyen una misión del todo mágica, o una especie de numen.
Con cierta frecuencia, los amuletos acompañan al mexicano en el inadvertido reto de la vida. Y no como pensaríamos, recientemente, sino que ha venido haciéndolo como un don desde épocas remotas. En la cultura mexica (azteca), se sabe que existían numerosos objetos a los que se atribuían virtudes mágicas protectoras. Algunos de estos eran navajas de obsidiana, plumajes preciosos, minerales, colibríes, patas de venado, crótalos de serpiente de cascabel, colmillos de ocelote y otros más.
En esta figura –el amuleto–, el mexicano ha encontrado una suerte de cobijo desde hace miles de años. Algunos de estos objetos:
Copal
El Copal es el nombre común de la resina aromática del Bursera, una familia de arboles sagrados, endémicos de México. El aroma del copal –el "incienso de la tierra"–, ha sido por centurias un bálsamo universal para purificar y potencializar la abundancia. Se percibía con gran frecuencia en las casas, templos y ofrendas de prácticamente todas la civilizaciones prehispánicas. Se ha visto usado en conjuros de protección y de manera más común en rituales mágicos realizados por sacerdotes.
Un frijol rojo
Oficialmente el frijol rojo, proveniente del árbol del colorín, es una semilla de la abundancia. En México y algunos otros países de Latinoamérica se suele tener la creencia de que llevar estas semillas con nosotros es símbolo de fortuna, aunque también de protección. En casa fungen como limpiadores de malas auras. Es un portentoso escudo contra el mal de ojo, especialmente en niños pequeños.
Obsidiana
La obsidiana o vidrio volcánico, es uno de los objetos más sagrados que posee el territorio mexicano. Su composición es tan compleja que se dice que es mineraloide y no mineral, porque posee más de uno solo. La obsidiana se produce cuando un volcán emite lava félsica y entonces se enfría rápidamente pero no da tiempo para su cristalización. Esta relación directa con lo volcánico es probablemente una de las razones por las que el mexicano, desde siempre, la ha tenido presente en su vida. A esta piedra se le relacionaba en antiguos tiempos con la práctica de la adivinación y también con fines medicinales. Se escucha decir también, desde tiempos antiguos, que es una especie de escudo protector.
Niérika
El Niérika de la cosmogonia wixárika advierte varios significados, sin embargo, el más universal es el de su carácter de amuleto protector. El Niérika es el escudo por excelencia de los huicholes; un “escudo frontal” que sirve como instrumento de defensa contra las tentaciones que aparecen en nuestra trayectoria de vida, y es asimismo un portal hacia otras dimensiones.
Veladoras
Pocos recordamos hoy en día que la Virgen de Guadalupe viene a ser la Tonantzin de los prehispánicos. Que su presencia luminosa va mucho más allá de una conquista y que quien fervorosamente cree en ella y otros santos, se han arropado con un fervor nativo de la tierra mexicana. Por ello es que fuego y la imagen de estas deidades, en suma, son escudos protectores muy mexicanos.
Colibríes
El colibrí es un ser sagrado en México desde siempre. Gracias a estos “rayos de sol” el antiguo mexica encontró un lugar para asentarse –la Tenochtitlán–. Su profundo valor no se destinó al olvido, y más adelante, con la llegada de todo tipo de ideas brujas desde España, se comenzó a utilizar como un amuleto. El cuerpo disecado de un colibrí es, hasta nuestros días un amuleto protector, aunque también se ha utilizado para ciertos conjuros de amor y magia erótica.
*Fuentes de consulta:
Juan-Eduardo Cirlot, “Diccionario de símbolos“, Editorial Labor, S.A., novena edición, Barcelona, España, 1992.
Sepúlveda y Herrera María Teresa, “La brujería en el México antiguo: comentario crítico“, comentario crítico", en Dimensión Antropológica, vol. 4, 1995, pp. 7-36.
*Imágenes: 1) Más de MX; 2) Revista Vía México 3) mineral-s.com; 4) esotericoestrellasol.blogspot.mx; 5) ladivinaprovidencia.com; 6) nierika.com.mx; 7) elquesiembracosecha.wordpress.com; 8) José Lozano – flickr; 9) Colibri Center for Human Rights