Entre las doctrinas indígenas, se dice que la capacidad que un individuo tiene para curarse de una enfermedad es proporcional a su fuerza de voluntad. Y en ese combate de fuerzas que aureolan el cuerpo, la mente y el espíritu, que irrumpen su equilibrio, ciertos instrumentos y rituales ayudan a labrar el camino de regreso a la salud.
En el mundo prehispánico se creía que los espíritus del aire (ehecatl) eran quienes enfermaban a las personas, aunque no precisamente se consideraban espíritus negativos. Estos númenes que habitan en las nubes, en los ríos y montañas y entre los vientos azarosos, arremeten a quienes han sido irrespetuosos con los elementos naturales; quienes se han olvidado de sacrificar, de empaparse de vitalidad con rituales o letanías de época en agradecimiento, y de contribuir al espacio que habitan con un suspiro. Acorde a la cosmovisión prehispánica, el enfermo debe ser limpiado de toda falta cometida por medio de una serie de conjuros mágicos que van de la mano con la herbolaria y poco más.
Como bien se sabe, el poder de la curación prehispánica (hoy chamánica) ha sabido ocultarse de la pluma de la historia y permanecer, hasta nuestros días, mediante la transmisión de un conocimiento oral. Y aunque desafortunadamente no muchos mexicanos han tenido la experiencia de encontrarse con estas valiosas prácticas, gracias a internet ahora es posible encontrarse con una prueba escrita verídica: se trata del Tratado sobre hierbas medicinales indígenas, también conocido como Códice De La Cruz-Badiano.
Tratado sobre hierbas medicinales indígenas
Al igual que otras muestras de mestizaje durante la conquista española, en 1536 apareció el Colegio Santa Cruz de Tlatelolco, una de las mejores escuelas novohispanas jamás creadas.
Imaginemos lo que fue para entonces lograr la comunicación entre hombres de habla castellana y hombres del náhuatl. El choque de interpretaciones tardó algunos años y fue necesaria la creación de más colegios. Como en otras escuelas de la época, frailes enseñaban a los indígenas la historia occidental, la religión católica y las lenguas latín y castellano, sin embargo, el colegio de Santa Cruz se pronunció con cierto poder subversivo, ya que los frailes que ahí enseñaban se volcaron a la tarea de aprender el náhuatl para escribir la astronómica historia del pueblo mexicano. Con el tiempo, de esta escuela surgieron avezados en la materia como Fray Bernardino de Sahagún y, en su otra parte, indígenas que aprendieron el latín tan rápido que el colegio llegó a adquirir el destacado nombre de "colegio de los gramáticos indios".
El Santa Cruz adquirió una notoriedad que llegaría a trascender más de 500 años debido a su grado de intelectualidad y desarrollo científico, este último gracias a las prácticas medicinales y mágicas del médico indígena Martín de la Cruz. A este hombre se le atribuye la autoría de métodos basados en conocimientos herbolarios de alto nivel, que llegaron a controlar enfermedades incluso como la viruela.
Oriundo de Xochimilco, Martín de la Cruz fue el ejemplo vivo de que, a pesar de la conquista, la medicina prehispánica se mantendría vigente durante siglos. Los conocimientos de aquel viejo indígena se lograron consolidar en un compendio único en su tipo: el Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis o Tratado sobre hierbas medicinales indígenas, escrito en náhuatl por de la Cruz y traducido al latín por el estudiante Juan Badiano, de ahí que también sea conocido como Códice Badiano.
Con toda la enseñanza –aún latente– que tenían por enseñar los indígenas de aquél tiempo, este códice dio a conocer el conocimiento americano milenario bajo un solo tomo. El libro funciona como un catálogo herbario donde se concentran la mayoría de plantas endémicas con su nombre en náhuatl. Presentan ellas, una serie prácticas, recetas y demás instrucciones escritas en latín para su uso medicinal (para conocer a detalle algunas de estas plantas dirígete a este link).
Las enfermedades que se acatan en el tratado van desde inflamaciones, quemaduras e infecciones, hasta enfermedades de época como la epilepsia, la gota de los pies o artritis y la peculiar enfermedad de la “locura” atribuida a los españoles. En el tratado se miran, también, dibujos de especies vegetales elaboradas por estudiantes indígenas del colegio.
Si bien el Libellus se considera un herbolario, en él figuran también elementos de origen animal y mineral que evidencian la riqueza de conocimientos de los sabios náhuas dedicados a la sanación. A continuación algunos breves ejemplos de ingredientes no vegetales y prácticas mágicas que se utilizaron para curar:
*El nervio del cuello de un águila: como símbolo de fuerza, valor y agresividad, el águila fue utilizada como elemento medicinal, una vez que su nervio (fuente transmisora de su fortaleza) era colocado en el cuello del paciente.
*Cerebro de comadreja o de zorra cocido: estos dos animales fueron acreedores de metáforas en relación a la inteligencia, la astucia y la seguridad. Dar de comer al paciente de su cerebro implicaba la transmisión de dichas cualidades para resolver enfermedades ligadas a la debilidad de la mente.
*Conejo y liebre: la carne de estos animales funcionaba para andar con ligereza por el mundo (lo que dependía del buen estado en que se encontraban las patas del animal).
*Sangre de océlotl: para curar la fatiga de quienes ostentaban cargos públicos.
*Cuerno de venado: administrado a las mujeres que tenían dificultad para dar a luz, ya que estos animales fueron considerados audaces en esta labor.
*Ceniza, cabellos y dientes de cadáver, entre otros ingredientes que podían ser o no humanos.
*Insectos: como el ciempiés, para tratar las articulaciones.
*Minerales: en este tratado se incluye la utilización de minerales como el oro para tratar dolores del corazón (ambos elementos dignos de ofrendarse a los dioses), el ambar y otras resinas como el copal para diversos fines, entre las más destacadas, su portentosa penetrabilidad, y ella uso de tierra, llamada también “tierra blanca” para mitigar enfermedades diversas relacionadas al calor en exceso. Algunas otras piedras preciosas son nombradas para aliviar la fatiga.
El tratado fue presentado hasta 1552 a la corona española, con el fin de que se permitiese avanzar en el estudio de cada una de estas plantas y métodos aunque, sin mayor éxito –y recalcado el prejuicio y el temor a lo desconocido de los forasteros–, acabó por señalarse como una obra que propiciaba costumbres oscuras.
Después de un largo rato de estar oculto entre las sombras, el Libellus finalmente llegó a manos de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, en 1990 donde a la fecha se mantiene como un legado prístino.
La curación prehispánica debe ser una de las inquietudes más populares de los últimos dos siglos, pues fue en el transcurso del siglo XX que se dio a conocer a nivel mundial la sabiduría de los chamanes americanos y sus métodos de sanación con alto fervor. ¿Cómo ha sido posible que la curación mágica del antiguo imperio prehispánico haya logrado sobrevivir hasta nuestros días?
*Fuentes de consulta:
Carlos Viesca Treviño e Ignacio de la Peña Páez, “La magia en el Códice Badiano“, Instituto de investigaciones históricas, UNAM.
Guillermo Turner, “El Códice de la Cruz-Badiano y su extensa familia herbaria“, Estudios Históricos INAH
Eduardo Williams, “La Medicina Tradicional Entre los Nahuas: Plantas Medicinales Contemporáneas y Antiguas”, México, 2005.
*Imágenes: 1) Institute for Research in Art; 2) Burke Museum; 3) Javier Romero – limulus.mx