Hace 400 años fue fundado en la parte más alta de la Sierra Gorda de Querétaro el pueblo de Pinal de Amoles. Su construcción se hizo, como muchas de la época, para estar cercano a una zona minera.
Aunque el municipio al que pertenece tiene más de 25 mil habitantes, este pequeño espacio ha quedado como suspendido en el tiempo, desafiante, estático: ha conservado su poca extensión, sus casas primigenias y su promedio de habitantes.
Visto desde las montañas asemeja mucho a los pueblos europeos construidos para resguardarse del frío, con una especie de asimetría extraña. Así, sus tejados rojos sobresalen dibujando patrones aparentemente desorganizados. Las fachadas de las casas son blancas y altas, y sobresale su colonial iglesia y un modesto monumento a los mineros.
Pinal de Amoles está rodeado de un bosque de pinos, de ahí su nombre, y Amoles, de origen del náhuatl amolli, alude a una raíz endémica de la zona. Es notable porque su estética pintoresca contrasta con el clima del lugar, frío prácticamente todo el año y donde la niebla cumple un papel protagónico.
Sobre todo el invierno y visto desde los cerros circundantes, es posible encontrar cómo la niebla cubre completamente al pueblo; y es un espectáculo popular, pues Pinal de Amoles es considerado como una base para los que buscan visitar la Sierra Gorda, catalogada como un Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Las casas del pueblo tienen balcones, y muchas llevan además parte de su fachada pintada de un simpático azul chillante. Las calles son angostas y su plaza está enmarcada por los edificios que parecen cubrirla del frío.
Si visitas este sitio tan especial no puedes dejar de pasar a El Chuvejé o El Salto, unas cascadas de una altura de más de 30 metros; también Puente de Dios sería una obligación para el afortunado viajero, una formación natural donde pasa el agua que viene de los arroyos cercanos que forman el Río Escanela.
Pinar de Amoles parece un lugar resguardado caprichosamente por la naturaleza, como celosa de que su belleza lo haga perder con el tiempo su magia. Quizá por ello lo cubre persistentemente; una sábana natural, un discreto truco.
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