Hoy en día se cuándo se habla de Chihuahua, México, se escuchan historias relacionadas con la corrupción de sus gobernantes y el incremento de violencia como consecuencia del narcotráfico. Pero a pesar de esto hay miles de personas y comunidades con conforman ese estado que día con día construyen un mejor mundo con sus acciones cotidianas.
Hace unos días tuve el privilegio de compartir la vida con rarámuris que habitan la comunidad de Rowérachi enclavada en las barrancas del cobre, y que más allá de sus bellezas naturales e impactantes paisajes que anuncian en la televisión y la revistas, cuentan con unos seres humanos que aportan mucho a nuestro planeta y su forma de vida da esperanza para pensar que "otro mundo es posible".
Todo se remonta a que hace unos años acepté la pierna de la vaca para ser fiestero del día 12 de diciembre, esto quiere decir que literalmente se me entregó la pierna como símbolo de que me tocaba organizar la próxima fiesta. En dicha festividad se recuerda a la Virgen de Guadalupe desde el sentido cristiano pero en el mundo rarámuri también representa un festejo más que une a personas para pasar un tiempo juntos, en el que los símbolos, los rituales, la música, la danza, los alimentos, las bebidas y muchos elementos más son utilizados por ancianos, mujeres, jóvenes y niños para celebrar la vida desde lo comunitario y para lo comunitario.
La preparación de la fiesta inicia desde semanas antes del "mero día" cuando la noticia de la fiesta empieza recorrer las distintas travesías y esa voz viaja de casa en casa, cruzando barrancos, arroyos, laderas, cumbres y llega a oídos de las diferentes familias que habitan la comunidad, y que a pesar de que las casas se encuentran separadas por largas distancias, hay una comunicación distinta que construye su comunidad.
En las casas donde se va elaborar el "Sugiki", bebida de maíz, se humedecen los granos nativos para que echen raíz y pueda molerse, para posteriormente cocer en agua y poner a fermentar en ollas de barro acompañado de un trigo salvaje endémico de la sierra que se nombra "Baseahuari". En la víspera del día 12 se sacrifica la vaca ante una cruz que representa los cuatro puntos cardinales y su sangre es ofrecida en esas direcciones, toda acción tiene un simbolismo que ante los ojos de cualquier persona ajena podría representar algo simple pero en esa simplicidad se plasman cientos de años de comunidades y de historias que han logrado mantenerse vivos a pesar de los embates culturales que implica la cultura "mestiza" o como ellos nombran la cultura "chabochi", hombres barbados.
La fiesta inicia oficialmente cuando los "matachines", un grupo de danzantes que contiene ciertos rasgos de sincretismo con el cristianismo, se ponen su capas, coronas y toman sus sonajas para formar dos filas que se encuentran unidas por dos "monarcos" quienes lideran la danza lo largo de las distintas piezas que tocan los músicos acompañados de una guitarra y un violín. De la misma forma el grupo es acompañado por los "chapellones" quienes guían a los matachines a lo largo de la danza y son los encargados de atender a los danzantes a lo largo de los días, durante los distintos momentos ellos gritan para acompañar a los músicos y a su vez podría interpretarse como una forma de animar al grupo y a todos aquellos que acompañan.
Otra persona que tiene un papel importante es el "Wikarame" quien es el cantador que a lo largo de la fiesta canta frente a la cruz de los cuatro puntos cardinales acompañado de una sonaja y que es un ritual que prácticamente carece de elementos cristianos y que hace referencia a las ceremonias ancestrales del "Yumari", que se hacen en las diversas comunidades de la Sierra. Normalmente es una persona de edad quien con su canto acompaña la fiesta y ofrece los alimentos y el Sugiki a los cuatro puntos cardinales.
Durante estos días la temperatura bajó de manera importante llegando a los 10 grados bajo cero y también nos acompañaron algunos copos de nieve; pero a pesar del frío las personas de la comunidad estuvieron presentes e hicieron que la fiesta fluyera a su propio ritmo.
Sin duda alguna fueron momentos que se quedan guardados en el corazón y que le dan un significado distinto a la vida, momentos que muestran una parte del ser humano que construye comunidad con muchas de sus acciones y a su vez construye un mundo paralelo que pone en el centro de la vida la convivencia a partir de una celebración.
Quiero agradecer a la vida por esta oportunidad que fortaleció mi ser en muchos sentidos. Gracias Juan Manuel y Catalina por ser parte esencial de la fiesta; gracias Adriana, Juan Daniel y Eduardo por ayudarme a organizarla desde lejos. Gracias a Nicolás por ser un gran acompañante a lo largo de estos días, a Margarita y Andrea por ayudar hacer el Sugiki, a Francisco por matar la vaca. Gracias a los niños que entusiasmados bailaban como Matachines, gracias a Juan Francisco por acompañar como Wikarame, a Guadalupe Martin y Miguel por ser los monarcos a Candelario por aceptar la pierna para ser el próximo fiestero, gracias a Enrique y Maria Ignacia por ir a la fiesta desde Wajurana; pero principalmente gracias a toda la comunidad de Rowerachi por permitirme ser parte de ella y vivir la vida de otra forma durante estos días.
Matetera´ba Rowerachi
"Relato de un Fiestero Chabochi"
Diciembre 2015