Cuando una cosmovisión apunta a que todo está unido, cada célula de nosotros como humanos afecta al entorno, y este a cada una de ellas. Por ello, desde esta concepción, las enfermedades en el mundo nahua (y en general de las culturas mesoamericanas), eran consideradas como resultado de una serie de factores unidos; de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro.
Por ello, conocer el origen de la enfermedad era muy importante: por medio de la ubicación del punto de gestación de esta es que podía tratarse, aunque también a partir de la comprensión de la enfermedad como una pérdida de equilibrio energético y consecuencia de un suceso que podía ser tanto físico como metafísico.
Según narra el prestigiado investigador Alfredo López Austin, para los nahuas existían 3 entidades anímicas o centros energéticos primarios relacionados fuertemente con el cerebro, el corazón o el hígado. Según refiere:
Teyolía -vocabloque significa “lo que da vida a la gente” se vincula con el corazón y el acto de pensar. Las otras dos entidades, tonalli e ihíyotl, se ubican, respectivamente en la región cerebral y en el hígado. Tonalli -que significa calor, luz y destino- al relacionarse con la cabeza y, asociado a teyolía, participaba en las funciones intelectuales. Ihíyotl -voz cuyo significado es “aliento”- está en relación con el hígado, al que se atribuye la fuerza emocional.
Ahora, como sabemos, los antiguos mesoamericanos (y aún hoy muchas etnias) concebían que factores externos tenían la capacidad de afectar estas entidades anímicas, y especialmente al corazón (teyolía, “lo que da vida la gente”). Entender el funcionamiento de la energía de estas entidades anímicas es tan crucial como encontrar el motivo que la había afectado, pudiendo ser desde un castigo divino, hasta el haber pasado por un lugar donde a uno le dio un susto (se le salió el tonalli), o bien se le infringió un mal de ojo, o quizá un mal de aire. Los motivos podían ser diversos.
Lo frío y lo caliente
Como apuntábamos en un anterior texto, aún prevalece la idea en algunos grupos de la naturaleza caliente o fría de las cosas. Las enfermedades, llevan también alguna de esta naturaleza dual. Las enfermedades frías, causadas en su mayor parte por el agua, debían tratarse con remedios calientes, y viceversa.
Las partes del cuerpo asociadas a una deidad
Diversas partes del cuerpo humano y su relación con las deidades (Códice Vaticano-Ríos, lám. 54r).
La enfermedad, sobrevenía así, por motivos físicos (concebían también que podría haber sido por ingerir algo dañino, por ejemplo) y por motivos metafísicos (castigos de los dioses o por mal del susto, de ojo, del aire). Lo más profundo, sin embargo, es que todas las enfermedades inevitablemente causan un desajuste energético en las entidades anímicas anteriormente mencionadas.
Conocer el origen de la enfermedad, metafísico o no, ayudaba a conocer qué tipo de tratamiento aplicarían, y también a qué deidad debían dirigirse. Se sabe, por ejemplo, que cada parte del cuerpo estaba asociada a un dios, por ello al localizarse el tipo de enfermedad (su naturaleza fría o caliente), lo que la causó (castigo o situación externa), o bien, su lugar preciso de manifestación (parte del cuerpo), la arista religiosa se hacía presente a manera de invocaciones.
Quetzalcóatl era considerado el "abogado" de las bubas, del mal de ojo, de "romadizo" y de la tos, por lo que los individuos aquejados de estos males debían acudir al templo con ofrendas y oraciones ante la imagen de este dios para así ser curados A esta misma deidad se le invocaba para aliviar los dolores de cabeza. Creían que las afecciones de salpullidos, "empeines" o enfermedades que cunden (como el herpes) procedían del fuego y el calor, y para lograr su curación debían previamente invocar al fuego, "porque es mal de calor", conjurar al agua e implorar a Tlazolteotl (De la Serna 1953: 292, 293). Otros males de la piel, como ampollas, llagas, vejigas, sarna y algunos de tipo eruptivo, así como también infecciones oculares, se relacionaban específicamente con Xipe Tótec
Los tipos de médicos
La acepción más general para nombrar a un médico, el que curaba y trataba cualquier enfermedad, fue Ticitl Tlamatini. El Tlachixqui, sin embargo, además de ser un médico general, también era tomado y respetado como adivino, sabio y hechicero. Este último era capaz de determinar exactamente si una deidad específica estaba enojada con el enfermo. O si se trataba de entidades como el sol, la luna, un río. Como era considerado que todo lo existente conlleva un tonalli, se creía que de algún modo todas las cosas están animadas, y así, en un precioso mensaje, que de alguna manera también tienen sentimientos, y por ello podemos ofenderlas y recibir de ellas también sus oprobios.
El equilibrio entre las entidades anímicas
La cosmovisión nahua respecto a las enfermedades, sorprende por su similitud con otras tradiciones médicas muy lejanas, como el ayurveda, donde la energía es obstruida o desequilibrada. Es un hecho que los cronistas apuntaron a que la medicina nahua se trató de una avanzada, aunque creían que estaba ligada estrechamente a supersticiones. Lo curioso es que se sabe que muchos españoles recién llegados privilegiaron el tratamiento nahua por sobre el occidental “riguroso de la ciencia” que ellos conocían.
*Fuentes:
Esquivel, María Teresa Jaén y Rodríguez Murillo, Silvia. Las Enfermedades en la Cosmovisión Prehispánica. Revistas UNAM
León Portilla, Miguel. Significados del Corazón en el México Prehispánico. Estudios de Cultura Náhuatl.