El periodismo ha estado ligado a la lucha por el respeto de los derechos humanos desde siempre por ser un contrapeso del poder. Ahí donde este mete sus manos investigadoras las capas de la realidad en algún punto muestrarán a los actores de poder inmiscuidos, y sus roles.
Hacer por ello un periodismo de profundidad es siempre peligroso, y como lo decía el periodista por excelencia Richard Kapu?ci?ski, el periodismo no puede ser hecho por cínicos. El verdadero periodismo es siempre alcanzado por personas comprometidas, involucradas en una persecución ética (incluso inconsciente) de una mejor realidad.
En México Lydia Cacho ha sido en las últimas décadas un personaje crucial en el periodismo de este país. Nos ha dado pistas, por ejemplo, de cómo funciona la red de trata de mujeres mundial, y cómo está ligada al poder político.
Cacho nos ha develado cómo algunos actores de poder "caciquiles" tan arraigados en los estados tejen alianzas cómplices en los más intrincados y oscuros negocios como la trata de mujeres, e incluso la pederastia.
No necesita más presentación, es un personaje involucrado desde lo más hondo de su búsqueda personal en una mejora de la realidad social y ahora ha ganado uno más de los reconocimientos sumados a su carrera. Y de algún modo a todos este galardón nos dignifica, pues es una manera de otorgarle más prestigio, con ello más poder, y de algún modo protección para continuar siendo un contrapeso del poder desde el periodismo.
El próximo 9 de mayo a Cacho le será entregado el Premio ALBA/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos, otorgado por los Archivos de la Brigada Abraham Lincoln (ALBA), y que este año también reconoce también al periodista Jeremy Scahill.
El comunicado retomado (que es una increíble noticia) apunta:
En ambos lados de la volátil frontera entre México y Estados Unidos, Lydia Cacho y Jeremy Scahill han dedicado sus carreras a exponer la corrupción, violencia y abuso de poder que es omitido en los medios de comunicación dominantes. El trabajo de Cacho y Scahill ejemplifica la intersección del periodismo expositivo y el activismo por los derechos humanos; el compromiso de los dos a romper los silencios más profundos que han incitado investigaciones sobre las guerras fantasma de Estados Unidos en Oriente Medio y en Africa y también sobre el uso de la censura, tortura y corrupción por la parte del gobierno de México.