Apenas en 1998, el ingeniero en acústica David Lubman oficializó el que, al frente de la Pirámide de Kukulkán, cuando uno aplaude, se escucha hermosamente el sonido de un quetzal.
Luego de este episodio, comenzaron a estudiarse con mayor ahínco las cualidades acústicas en Chichén Itzá y otras ciudades mayas. Se sabe que esta cultura desarrolló hasta 600 rangos sonoros y que, como casi todo en su cosmovisión, esta gama estuvo vinculada a la ritualidad y a entablar vínculos con la divinidad.
Además de los ecos en la pirámide conocida como el El Castillo, o del impresionante sonido del quetzal que se genera al aplaudir al frente de esta pirámide, Chichén Itzá alberga estrategias de ingeniería sonora que sorprenden enormemente hasta la fecha. Por ejemplo, hay un episodio memorable de 1931, en el que el director de orquesta Leopold Stokowski, fascinado por la acústica que se hacía en el famoso Juego de la Pelota, pasó horas colocando un fonógrafo para encontrar el secreto acústico del espacio, y continuó siendo un misterio para él.
Así, estas cualidades auditivas van sumándose, conforme avanzan los estudios, y el mundo maya sonoro no deja de sorprender. Investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia y de la Escuela de Ingeniería Mecánica y Eléctrica de la Ciudad de México, recientemente confirmaron que en las escaleras del edificio El Castillo de Chichén Itzá, verdaderamente se escuchan sonidos parecidos a gotas de agua cayendo cuando una persona asciende las escalinatas de la Pirámide (un efecto conocido, coloquialmente, como Gota de Agua). Lo más sorprendente, es que estos sonidos se disciernen mucho mejor estando parado ¡en la base de la pirámide!
Los investigadores creen que tanto los sonidos de la lluvia como el del quetzal se hicieron con fines rituales y con el propósito de que el pueblo asistente, desde la base de la pirámide, fuese testigo auditivo de estos efectos para honrar a los dioses. Una ingeniería increíble, fascinante.
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