Respirar es el primer acto de comunión que tenemos con las plantas; esa señal de vida condensa la relación simbiótica e indisoluble que tenemos con el mundo vegetal, manifiesta en todo momento. Dígase la alimentación o incluso la contemplación labrada en jardines. Pero, quizá la muestra más profunda –que nimba tanto al plano físico como al espiritual– podemos encontrarla en la medicina tradicional.
Se sabe que los neandertales ya usaban plantas medicinales hace 60 mil años. En el plano ritual hay evidencias de hace 10 mil años a.C. en Australia y 4 mil años a.C. en Río Grande, entre la frontera de México y Estados Unidos. Esta antigüedad ayuda a poner en perspectiva los milenios de conocimiento y experiencia que hay detrás de la medicina tradicional.
Esta bella historia, la que emerge del vínculo humano-vegetal-fungi, ha inspirado hipótesis periféricas como la del etnobotánico Terrence McKenna, quien en su libro Food of the Gods propuso que la conciencia humana evolucionó gracias al consumo accidental de pscilocibina por parte del ancestro del homo sapiens. (Y así nació también una cultura capaz de pensarse a sí misma).
Pero más allá de datos contextuales, parece un hecho que el pulso de sanar el cuerpo y el espíritu es tan viejo como la humanidad. Y México es, sin duda, uno de los lugares más ricos para explorarlo.
La riqueza de la medicina tradicional mexicana
El país cuenta actualmente con 3 mil 352 especies de uso medicinal registradas en el herbario medicinal (IMSS), pero se estima que puede ascender a 4 mil 500 o 5 mil tomando en cuenta familia, género y especie de cada planta. Pocos lugares en el mundo pueden jactarse de tal diversidad de especies, así como de métodos de preparación y rituales propios a las culturas que habitan el territorio.
Pero bien dicen que la mala hierba no existe. Una planta se considera medicinal porque se usa de esa manera, aunque es posible que muchas otras tengan cualidades curativas. Algunas simplemente no están registradas por el olvido que aflora en una transmisión oral que narra a contra corriente y se evapora.
Por fortuna existen documentos que guardan la magia, ciencia y arte detrás de la medicina tradicional. Ese es el caso del Códice de la Cruz Badiano, también conocido como Libellus de medicinalibus indorum herbis, escrito en náhuatl por el médico indígena Martín de la Cruz y traducido al Latín por Juan Badiano. Este libro, de finos dibujos, ofrece un panorama nítido del la medicina usada por la antiguos mexicas. Desde diferentes enfermedades, hasta problemas relacionados con el parto y la proximidad a la muerte.
Está también el Códice Florentino, mejor conocido como Historia general de las cosas de la Nueva España. Esta obra, a cargo de Fray Bernardino de Sahagún, además de detallar los métodos de preparación y usos de diferentes especies, describe el consumo de plantas medicinales en contextos ceremoniales como el peyote.
Más allá de los conocimientos técnicos, estos documentos —así como los chamanes, parteras y curanderos— nos acercan a una definición de enfermedad lejos de los preceptos modernos. Una que trata al cuerpo físico, pero también al emocional, de pensamiento y espiritual. Por eso, en la medicina tradicional no hay un método de curación estandarizado: dos personas pueden tener los mismos síntomas, pero requerir remedios distintos.
Chamanes, curanderos y parteras
Para quienes tienen el don de percibir más allá de lo evidente, es claro que las especies del reino vegetal y fungi no son inertes; tiene, por el contrario, un espíritu. Las plantas están dotadas de humor –frío o caliente, dulce o amargo–, a través del cual se comunican con los mediadores del numen de la medicina: parteras, hueseros, curanderos y chamanes. Este último cuenta con diferentes nombres dependiendo la cultura: Mara’akáme (wixarika), H’men (maya) h’ilol (tzetales) Tlamatzke (nahua) o Badies (hñähñü), etc.
Entre estos portadores fluye un conocimiento científico excepcional que sorprende a quienes miran desde un microscopio. Sin ningún tipo de equipamiento tecnológico, aquellos que curan pueden determinar dosis precisas y hacer preparados herbales de una gran sofisticación química. En años recientes, se han producido investigaciones que "respaldan" la efectividad de los tratamientos que ofrecen; respaldan entrecomillado, porque hay un grado de humor cínico cuando una parte importante de los avances farmacológicos tienen origen en la observación y documentación del uso de plantas medicinales por parte de comunidades alrededor del mundo. Gracias al conocimiento herbolario de milenarias culturas ha sido posible aislar principios activos y crear sustancias como, por ejemplo, la morfina.
Eso mismo empieza a suceder con las llamadas plantas sagradas que "alteran estados de conciencia". La superstición que rodea los rituales mágico-religiosos y curativos se está poniendo en duda, desde lo que el método científico –y las instituciones de las que depende– revela. Pero más allá del velo portentoso que cubre a estas especies alucinógenas –a los alcaloides que intrigan a los académicos–, es preciso recordar que para los curanderos son tan importantes como el ritual que contiene su uso. Las estructuras, creencias, símbolos y prácticas que rodean a las ceremonias, son una parte fundamental del acto de sanar, de guiar las experiencias para lograr equilibrar las fuerzas, buenas y malas, a las que el ser humano está expuesto. Quizá para muchos ese universo misterioso sea cuestionable, pero hay elementos para suponer que entre la magia y la ciencia hay más cercanía de lo que creemos.
En esa sensibilidad para reconocer lo sagrado en lo animado e inanimado, de mover voluntades invisibles, los médicos tradicionales guardan hace años la salud de sus comunidades. Se comunican con las plantas para hacer limpias, quitar el mal de ojo, el empacho y susto, o alejar los aires que enferman; con terapias como el temazcal sacan la frialdad del cuerpo. Acompañan el ciclo de la vida: reciben al recién nacido y reaniman a la mujer convertida en madre; curan huesos y corazones rotos, guían al espíritu perdido a encontrar norte y abren paso a una muerte digna.
No hay forma de dimensionar la riqueza y sabiduría de la medicina tradicional mexicana, pero podemos valorarla y mirar con azoro un entorno donde el mundo y la realidad son más flexibles de lo que aparentan. Pero, sobre todo, recordar que no podemos sanar sin lo que nos da la tierra.
Plantas medicinales mexicanas
De él quedan solo crónicas. Nada más para especular lo que pudo haber sido ese edénico sitio. El Jardín de Oaxtepeco Huaxtepec, construido por iniciativa de Tlacaelel, bajo el gobierno de Moctezuma Ilhuicamina, podría etiquetarse como el primer jardín etnobotánico en América. En aquellas tierras fértiles de Morelos, el tlatoani ordenó a su hermano diseñar un paisaje repleto de plantas medicinales. Hoy, te invitamos a imaginar el tuyo con algunas especies comúnmente usadas en México, según el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas. Porque familiarizarse con estas plantas, con la medicina tradicional, es también una forma de conocer la historia de la humanidad, de narrarla desde la interdependencia, lejos de la ilusión individualista que ha cultivado nuestra especie.
Bugambilia
Nombre científico: Bougainvillea. Familia: Nyctaginaceae.
Partes utilizadas: Flores.
Usos medicinales: Útil para el tratamiento de dolor de garganta, tos, asma, posee cualidades expectorantes; también actúa como un eficaz fluidificante de la sangre, cistitis, acné, aliviar la indigestión, diarrea y leucorrea.
TOXICIDAD: No tiene, pero si se consume de manera prolongada se pueden producir efectos secundarios como vómito, diarrea, alergia, así como afectaciones a la fertilidad.
Uso tradicional: Infusión: se pone a hervir un litro de agua, se baja la flama y se agregan de 25a 30 flores, se retira del fuego cuando el agua se pigmenta, se deja reposar de cinco a diez minutos, se filtra y se bebe, se puede endulzar con miel.
Cacao
Nombre científico: Theobroma cacao. Familia: Malvaceae.
Composición: Potasio, fósforo, magnesio, grasas, cafeína, teobromina, antioxidantes y agua.
Partes utilizadas: Flores y semillas.
Usos medicinales: Cansancio, delgadez extrema, enfermedades cardiacas, anemia, fiebre, problemas renales e intestinales, mala memoria, estrés; uso externo ayuda a prevenir la aparición de arrugas y estrías.
TOXICIDAD: No tiene, pero puede generar hábito con respecto a su consumo.
Uso tradicional: Pomada: en polvo se pueden consumir de 56 gramos de dos a tres veces por semana.
Caléndula
Nombre científico: Caléndula officinalis. Familia: Asteraceae.
Composición: Flavonoides, ácido salicílico, saponina, resina, calendina, lactonas, aceite esencial y alcoholes.
Partes utilizadas: Flores y hojas frescas.
Usos medicinales: Internamente regula la función ovárica, alivia las menstruaciones dolorosas, úlceras gástricas, mejoramiento en la digestión del consumo de grasas; externamente se usa para combatir enfermedades de la piel, acné, ulceras varicosas, tiña y caída de cabello.
TOXICIDAD: No tiene.
Uso tradicional: Baños postparto: se brinda el vapor y después el baño, con esto se produce que la mujer sude; al finalizar el baño es importante guardar reposo y calor.
Cardo Mariano
Nombre científico: Silybum marianum. Familia: Asteraceae.
Composición: Silibina, histamina, flavonoides y silimarina.
Partes utilizadas: Semillas.
Usos medicinales: Digestivo y aperitivo, eficaz en el tratamiento de la cirrosis, las insuficiencias biliares, mala digestión, hemorragias, nasales, digestivas y vaginales, cistitis, gripe, dolores de cabeza intensos, alergias, cálculos renales y vesiculares.
TOXICIDAD: No tiene.
Uso tradicional: Cápsulas o comprimidos, porque en agua pierde sus propiedades.
Canela
Nombre científico: Cinnamomum ceylanicum. Familia: Lauraceae.
Composición: Aceite esencial con pineno, cineol y eugenol, taninos, mucílagos, terpenos, almidón y oxalato cálcico.
Partes utilizadas: Corteza.
Usos medicinales: Es un estimulante general, ayuda a regularizar los periodos menstruales irregulares, antiséptico, antiespasmódica, afrodisiaco en las mujeres, mejora la digestión, tos, gripa, digestión, diarrea, fiebre, dolores, nervios.
TOXICIDAD: El consumo prolongado de eugenol produce irritación estomacal.
Uso tradicional: En litro y medio de agua hacer hervir de 6 a 8 gramos de corteza por 4 minutos, enfriar y colar para beber 4 vasos al día por 15 días. Para aplicaciónen zona localizada usar 16 gramos de la planta.
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Si quieres conocer algunas otras, consulta el libro de Tlayeyecolpahtli del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas.
Bibliografía adicional:
- Jessica Hundley, “Plan Magic”, The Library of Esoterica, Taschen, 2022.
- Tlayeyecolpahtli, Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas.
- Carlos Viesca Treviño e Ignacio de la Peña Páez, "La magia en el Códice Badiano", Instituto de investigaciones históricas, UNAM.
- Guillermo Turner, "El Códice de la Cruz-Badiano y su extensa familia herbaria", Estudios Históricos INAH