No hay época en la historia humana que no esté marcada por sus particulares sacudidas, cambios, desastres y triunfos colectivos. Por otro lado, la década de los años 10 se sentirá particularmente intensa, no solo para quienes la vivimos, también para los que la descubran desde en el futuro.
Grandes cambios en la forma de comunicarnos, entender el planeta en el que vivimos y relacionarnos a nivel micro y macro hicieron de estos diez años un periodo de efervescencia y que nos dejó con muchas más preguntas que respuestas.
En México la forma de pensar la identidad nacional se atomizó intensamente: descubrimos que, aunque pertenecemos al mismo país, cada uno de nosotros tiene formas particulares de interpretar la sexualidad, el género, la religión, la etnia, la lengua materna, las costumbres, el color de piel, la economía, la política. La década de los 10 abrió paso a miles de formas de ser mexicano.
Mientras que eso nos polarizó mucho (sobre todo durante las elecciones de 2018), también nos permitió visibilizar a quienes pedían a gritos ser parte de "lo mexicano" en sus propios térmimos: mujeres, personas LGBT, indígenas, afromexicanos y otros grupos agarraron suficiente fuerza como para mostrarnos que la diversidad en este país nunca se agota.
En esta década fuimos particularmente duros con el planeta y este con nosotros. La tierra mexicana se manifestó con un par de sismos que, sin duda, dejaron su marca en la historia y la memoria de cada uno de nosotros.
Ahí nos vimos como realmente somos: frágiles, aún lejos de entender mucho sobre nuestra Tierra, irresponsables (en muchos sentidos); pero también plenamente solidarios, cariñosos y bondadosos. Por suerte nuestra conciencia preventiva y ambiental parecen estar al alza. Aprendimos buenas lecciones.
En esta década no solo nos redefinimos hacia el interior: el mundo entero se re-enamoró de México, sobre todo a través de nuestro cine, nuestro diseño, arquitectura y gastronomía. Miles de mexicanos fueron premiados por sus grandes hazañas artísticas, deportivas, culinarias. Hicimos presencia con muchas ganas.
A pesar de que nos distrajimos bastante con las "benditas" redes sociales —especialmente con los memes y una versión muy particular del "ingenio mexicano" (la del capitalismo tardío)— encontramos la manera de convocarnos unos a otros para lograr muchísimas cosas. En la trinchera digital, gestamos luchas por un esquema de gobierno más democrático, por leyes que protegieran a nuestro territorio y nuestra biodiversidad, por hacer visible las injusticias cometidas contra algunos.
Por supuesto, a lo largo de estos años despedimos a muchos. Artistas, activistas, científicos, deportistas, investigadores, amigos, vecinos, familia. Tuvimos muchas (muchísimas) malas noticias. Nos peleamos. Nos separamos. Pero con toda la energía y, a pesar de todo, la mayoría de nosotros encontró la fuerza para seguir haciendo posible la surreal y caótica y bellísima y conmovedora cotidianidad mexicana.
¿Qué nos depara? No lo sabemos. Lo que tenemos ante nosotros es la oportunidad de, por lo menos, enmendar lo que se descompuso en el pasado con vistas a, como dicen que dijo el buen Pancho Villa, "hacer de México un lugar feliz".
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