"La tierra es vida para nosotros. Nos da el sustento", le dijo Arcadio Baxin a Felipe Oliveros. Arcadio es músico y campesino y Felipe es fotógrafo autodidacta. Ambos son originarios de la región de Los Tuxtlas, en Veracruz y comparten la noble misión de mantener activas las tradiciones de su comunidad; especialmente, los rituales en torno a la siembra del maíz.
"Mi trabajo fotográfico explora el género documental, la noción de identidad y el imaginario simbólico presente en la región de Los Tuxtlas, situada en la zona sur del estado de Veracruz. Este interés me ha llevado a narrar visualmente historias relacionadas a las tradiciones y el misticismo propios de mi comunidad."
Rituales en torno a la siembra
Cuando comienza un nuevo ciclo de la milpa, las calles de Veracruz se llenan de color: son los liceres o "tecuanes" (como los conocen en algunas regiones del Sur de México, como Guerrero y Morelos), jóvenes vestidos de jaguares que a través de danzas rituales invocarán al señor de la lluvia. Es una práctica sincrética que se ha popularizado mucho y que, como explica Felipe Oliveros, ha adquirido tintes carnavalescos desde la conquista.
El 13 de junio, día de San Antonio, se celebra la fiesta. Pero la danza se repite el 24 del mismo mes, en el día de San Juan y de nuevo el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo. Los bailes van acompañados de gritos y bramidos, que "emulan a un jaguar" y también a la tormenta.
También en Más de México: Rituales mexicanos para poner el clima a tu favor
La práctica puede parecer un espectáculo para algunos, pero para campesinos como Arcadio y sujetos como Felipe, el ritual es vital: "Muchos viven nada más por vivir, no creen en nada. Pero como decía mi papá ¿en qué te vas a agarrar?" le dice Arcadio a Felipe y el fotógrafo concuerda: "La lluvia es necesaria para la vida en el campo", escribe, "[…] el ser humano necesita creer en la representación de fuerzas que están más allá de su control. A pesar de la modernidad, seguimos danzando."
La semilla es el núcleo de todo
Los dos veracruzanos se encontraron gracias al son jarocho. Pero a Felipe le interesaba hablar con Arcadio sobre el campo, sobre las tradiciones que ahí se articulan: "Yo sé que él se dedica también al campo, así que decidí acercarme a platicar con él sobre toda esta tradición que envuelve conservar la semilla y sembrar para tener el sustento."
Tal vez lo más relevante para Felipe, lo que realmente buscaba retratar, fueron los lazos comunitarios que estas tradiciones entretejen: “Pienso que es importante mostrar cómo es que una tradición puede lograr el bienestar de todos.” Explica Felipe que, en Los Tuxtlas, "la agricultura va más allá de sembrar y recoger el producto; es todo un estilo de vida que hace comunidad."
La semilla es el núcleo de todo. Las semillas se pasan entre abuelos y nietos, padres e hijos: "Desde que yo abrí los ojos, conocí esta semilla, y en mis manos lleva 50 años", explicó Arcadio Baxin a Felipe. Esta práctica es fascinante y conmovedora:
"Para lograr la conservación del maíz criollo, se presta o se vende la semilla para sembrar; puede ser entre camaradas o familia. Es una especie de trueque, que mantiene unida a la comunidad; a través de la siembra, y estos intercambios, se mantienen los lazos de comunicación entre los habitantes […] y otras comunidades cercanas." Así lo explica Felipe
Si no cuidamos la tierra, nos vamos a quedar sin nada
Y aunque estas formas de relacionarse con la tierra resisten, también se hacen cada vez más frágiles, igual que los rituales y las creencias. Lo preocupante es que hemos dejado de creer en la naturaleza, tal vez la más divina de las entidades presentes. Como escribe Felipe: "Si no cuidamos la tierra, nos vamos a quedar sin nada." Por suerte, dice Felipe:
“A través de las tradiciones, de la herencia y creencias de nuestros pueblos, de alguna forma se va fomentando la preservación de la naturaleza, la organización comunitaria y la defensa del territorio.”
Las tradiciones nos reúnen y tenemos que organizarnos
La organización comunitaria es un antídoto esencial en estos tiempos. Es la única defensa que tenemos ante esta modernidad omnisciente y también ante la inmensa violencia. Explica Felipe Oliveros:
"[…] en estos espacios se generan universos lejos de cualquier forma de violencia, o problema social actual; gracias a la preservación de diversas tradiciones y costumbres.
Me parece importantísimo que las nuevas generaciones o los no tan nuevos recuerden un poco cómo es que se vivía antes, haciendo comunidad, preservando los recursos naturales, organizando todo para un bien común, lejos de la violencia, mirando al otro, dejando la individualidad a un lado.
Hace falta en estos tiempos tener algo de dónde agarrarse para generar un cambio. Un pueblo con identidad es un pueblo sano y es la mejor herencia que podemos dejar a las nuevas generaciones."
Mira más del espectacular trabajo de Felipe Oliveros aquí.
*Imágenes e investigación: Felipe Oliveros, “Corazón del monte”