La idea de hacer un concierto en una cárcel o grabar ahí un disco carga, de entrada, con un tono épico y, probablemente, rebelde. Pero la acción tiene vértices muy complejos.
Entre todos los espacios sociales, las cárceles probablemente sean uno de los más controversiales. Toda clase de debates se pueden establecer en torno a ellas: asuntos de derechos humanos, de seguridad, de política, cultura e identidad y —claro— violencia.
Tal vez por eso Johnny Cash decidió hace casi 50 años grabar "At Folsom Prison", en una prisión de California, poniendo luz sobre los sujetos que habitan las cárceles y, en palabras de el periodista musical Diego A. Manrique, "reforzando su imagen como voz de los olvidados".
No fue la única vez que el músico estadounidense lo hizo: también cantó en San Quentin, California y en la prisión de På Österåker, en Estocolmo. Este trabajo o esta acción-declaración inspiró a uno de los más épicos grupos mexicanos a hacer lo mismo. Los Tigres del Norte le hicieron homenaje a Cash, cantando una versión grupera y en español de "Folsom Prison Blues" a la vista de los habitantes de la prisión que sonrieron, bailaron y se acercaron a los míticos norteños.
“Fue muy emotivo ver a estas personas aquí cantando nuestras canciones y transportándose de regreso a lo que tal vez podrían ser sus vidas, o tal vez los errores que cometieron", dijo a NPR Luis Hernández, miembro de Los Tigres.
Y había muchos cantando, no solo porque mucho de la cultura mexicana se ha filtrado a Estados Unidos de forma inevitable por los procesos migratorios y el intercambio cultural; también porque las prisiones al norte de la frontera son cada vez más habitadas por latinos.
Tampoco es la primera vez que Los Tigres se presentaban en una prisión: su primer tocada en Estados Unidos fue en Soledad en California. Ellos también hacen, de alguna forma, música para los olvidados.
La prisión es una condición de vida ultra determinante: no importa por qué estás ahí, de alguna forma ya es un apelativo ligado permanentemente a tu identidad. Y, quienes somos lo suficientemente afortunados como para no comulgar con esa experiencia, tenemos la responsabilidad de preguntarnos en qué medida este esquema va a mejorar las condiciones de vida en términos generales.
En este artículo de NPR se relata una escena muy especial de la tocada de Los Tigres en Folsom: Manuel Mena, prisionero de esta cárcel californiana, pero originario de Tijuana, es amante de la banda norteña y él mismo es músico y antes tenía su propio grupo. Durante el concierto, fue invitado a tocar el acordeón. Sobre la vivencia dijo:
"Somos los olvidados de la sociedad… ¿Y tener el privilegio de experimentar algo como esto? Bueno, significa que no nos hemos olvidado por completo. Significa que hay alguien que nos recuerda, alguien que nos da la fuerza para seguir adelante, la fuerza para seguir avanzando."
Alguna vez un sabio dijo que la derrota de un sujeto es la derrota de la sociedad que lo sostiene; por lo tanto esta caída nos corresponde a cada uno de nosotros. ¿Cómo vamos a interpretar, cobijar, acomodar o mirar a los humanos que habitan las prisiones? ¿Cómo vamos a frenar los espirales de odio y las fracturas en el contexto de donde brota la necesidad de privar a un sujeto de su movilidad?
No olvidarnos de que están ahí es importante. No olvidar que el contexto que propicia que estén ahí debe ser modificado por uno mismo, todos los días.
*Imágenes: NPR